Leo a Millas mientras el ventilador ruge sordamente a mi lado. Una noche de calor, unida a mi falta de sueño, hace imprescindible un buen chute de cafeína.
En la calle silencio total. Hace un par de horas, un grupo de extranjeros (no hablaban español) pasaron. Hay alguien más, vivo, he pensado.
A veces, tengo ensoñaciones de que una catástrofe ha ocurrido. Como si hubiera una fiesta a la que no has sido invitado. Y tu, ahí, con tu botella de vino por entregar. Sin saber donde es la juerga ni a santo de qué.
Acaba de pasar un mosquito cruzando la pantalla. Ha entrado por la ventana. Probablemente también tiene calor o hambre que es peor.
Si, resulta que Montoro era, es, un sinvergüenza.
La arcada habitual mientras leo las grandes ideas del ASESINO. Lo llevo mal, muy mal. Noto como sus acciones me han convertido en uno de ellos. No es odio, es ansia de venganza. No es ira, es deseo de exterminio. Pensar que el mundo sería mejor sin ellos, seguro.
Otra cosa. La luna de agosto. Podríamos llamarla "luna del caloret", ¿no?.
A mi llamarla de esturión, porque las tribus que habitaban las regiones cercanas a los Grandes Lagos, pescaban con mayor facilidad al esturión en este momento del verano, me parece otro ataque imperialista de Donald (el pato no, el otro); igual que lo de cambiarle el nombre al Golfo de Méjico.
Somos unos vendidos hasta para poner el nombre a la luna.
“No se cansen de ser buenos, aunque ser bueno no sirve para mucho. Sirve para no arrepentirse con uno mismo”, decía Mújica.
Es agotador.
Está amaneciendo.
No, no ha habido una catástrofe, hay muchas en marcha.
Mañana miraremos al cielo buscando la lluvia de estrellas, partículas de polvo del cometa Swift-Tuttle. Miraré al cielo y me sentiré pequeño, muy pequeño, lleno de rabia, de odio, de venganza, de exterminio.
Y tal vez, mañana, Ursula Gertrud von der Leyen comunique que la luna de agosto pasa a llamarse "luna del caloret" o que las guerras han terminado, o que Donald (el pato no, el otro) habla y piensa como Mújica.
Si, resulta que Montoro era, es, un sinvergüenza.
Si, resulta que Montoro era, es, un sinvergüenza.
Animo y suerte.