Viernes (Enero de 2004).
Stella Nova.
El día había empezado bien. La niebla típica del invierno le acompañaba en su camino al colegio.
Ella, en el asiento de atrás, canturreaba y jugaba con algunas miniaturas. De pronto escuchó...
Ella.- Oh, oh. Tenemos un problema papi.
El.- (No muy atento) ¿si cielo?, dime, ¿cual es?
Ella.- No sé como podemos decirle a los Reyes, que mi disfraz de Barbie en el Lago de los Cisnes, me viene grande.
El.- (Gluppps!!!), bueno, (ejem)... intentaremos escribirles una carta; ó llamaremos a alguno de sus pajes, para intentar solucionar el error.
Notó que sus mejillas se arrebolaban, y que su nariz, crecía unos centímetros... Je, no lo igualaba nadie a Pinocho.
Ella.- Vale. Déjame tu móvil con el número marcado.. que yo los llamo.
El.- (Mirándola por el espejo retrovisor). Y entonces hoy en el cole, veras a todos tus amiguitos, ¿no?. Estas contenta ¿verdad?
Una chicuelina forzada para cambiar de tema. Pero me da, que será que no.
Ella.- Mira, aprovecha el semáforo y dame el teléfono que yo se lo explico.
El.- Bueeeeno, bueeeno. No te preocupes, yo los llamo desde la oficina.
Ella.- Que no se te olvide
El.- (Bufff, respiro) No, no... no te preocupes.
Aquella llamada se le clavó en el cerebro, durante toda la mañana. Llamó a los grandes almacenes donde habían encontrado aquel disfraz. Nada. No había talla. Otra llamada. Agotado. Otra más; si... ¿lo tienen?... ya, ya... no lleva las alitas... ni la diadema. Pues no, no; debería llevarlas.
Mirando la caja, el fabricante era nacional. Bien. Localizado. Una llamadita y problema resuelto.
Maldición, agotado...
¿Y la lista de distribuidores?...Si, claro... los grandes almacenes, cadenas de jugueterías... Bien, la lista es larga, pero no agotadora. Vamos a ello.
Son las ocho de la tarde. Me duele la oreja. No sé ya a quien he llamado y a quien no. Tengo diez ventanas abiertas del Navegador. Google vomita disfraces y Barbie´s sin parar... Reyes, Reyes Magos... carta a los Reyes, disfraces de Reyes.. no, eso no...
Por fin. Encontrado, al filo de las nueve, casi a punto de cerrar. Al otro lado de la ciudad, pero está reservado. El sábado sin falta hay que ir a buscarlo... y devolver el otro.... Y esto de los Reyes?... Pero que dice aquí... a ver?....
Una hora después, con el cuello de la camisa desabrochado y la corbata descansando lánguidamente en la silla del confidente, el sudor recorre su piel. No se encuentra bien. Una hora de lectura de un tal Walter Drum, le deja constancia de que esto de los Reyes Magos, no está claro.
No se sabe si eran dos, tres, doce ó dieciséis. No está nada claro que la estrella, fuera una estrella... tal vez fue un cometa, o simplemente fue la conjunción de Júpiter y Saturno, ó Júpiter y Venus. Los más aventurados piensan en una stella nova; que primero aumenta de tamaño y después disminuye.
Echan por tierra el que la estrella estaba siempre delante de ellos, con argumentos demoledores. Las estrellas nunca están fijas, por lo menos tienen una variación de un grado en su posición, cada día. No se aclaran con su edad, no se aclaran ni tan siquiera cuando fueron a presentar sus respetos y presentes al recién nacido...
Rhasid paseaba por los despachos vacíos haciendo su ronda. Le habían pedido un favor, un favor especial. Sentado en aquel sillón marcó el número de teléfono.
Una voz infantil contestó al otro lado.
Ella.: ¿Dígame?
Rhasid.: Hola, buenas noches.
Ella.: Hola (Al fondo, alguien pregunta... "¿es papá?, dile que se de prisa....")
Ella (a alguien).: No, no. Es un señor.
Rhasid.: Mira, quería saber si es ahí donde nos equivocamos con la talla del vestido... Soy el paje de Melchor...
Ella.: (No ha entendido nada, pero lo ha entendido todo)... Si, si.... que me viene grande...
Rhasid.: Bueno, pues está resuelto... Te lo haremos llegar el próximo sábado.
Ella.: Ui, que bien...
Rhasid.: Un besito y pórtate bien...
Ella.: Espera, espera... ¿Me puedes hacer un favor paje de Melchor?
Rhasid.: (Extrañado) Si, claro... dime.
Ella.: Como veo que llamas desde el despacho de papi, dile que no se retrase. Un besito...
¡Click!
Conducía con las luces antiniebla generando el camino; el despacho quedó con olor a nicotina, la corbata seguía durmiendo el sueño de los justos y su sonrisa fue creciendo, milímetro a milímetro...
Sonó el teléfono móvil, en la pantalla apareció el número de su propio despacho...
El.: ¿Si?
Rhasid.: La cagué. He llamado y ha visto el número de tu despacho...
El.: (De nuevo ese maldito sudor frío)... Jooooder. ¿Y que ha dicho?
Rhasid.: Que te dijera que no te retrasaras, te esperan.
El.: Dios...
Rhasid.: Alá...
El.: Y todo por los jodidos Reyes Magos... que ni tan siquiera sabemos si existieron... joer.....
Rhasid.: Eh!, eh!.... ¿como que no existieron?... Que estas hablando con el paje del Rey Melchor. A ver... no sea que te apunte y para el año que viene, te dejemos carbón...
El.: Jajajajaja, (retomando la sonrisa)... Si, tienes razón Rhasid, disculpa. Dale un saludo a Melchor y a Baltasar. Y muchas gracias por todo.
Rhasid.: De nada Gaspar, suerte.
Y la niebla se levantó, y en el cielo, una stella nova brilló.
- Hace unos minutos, aquella misma niña, ya con 19 años, acaba de decir:
"¡Abajo el capitalismo!. ¡Estoy harta de los regalos!.
Ainssss.
Animo y suerte.