jueves, 31 de marzo de 2022

Ingenua esperanza

 


"𝗘𝘀𝘁𝗮𝗺𝗼𝘀 𝗰𝗮𝗺𝗶𝗻𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗱𝗲𝘀𝗰𝗮𝗹𝘇𝗼𝘀 𝘀𝗼𝗯𝗿𝗲 𝘃𝗶𝗱𝗿𝗶𝗼𝘀 𝗿𝗼𝘁𝗼𝘀"
Así describe la situación Gad Lerner, y así abre su nueva entrega en la Crónica de la Psicodeflacción, Franco 'Bifo' Berardi.
Me ocurre como a algunas personas con las películas de terror. Se que me asustará, me producirá miedo, pero no puedo evitar leer sus palabras aunque lo haga con un escalofrío, con las manos cubriéndome la cara, dejando un resquicio entre mis dedos para ver su realidad.
Conforme avanzo en la lectura, "su realidad" sé que se convertirá en la mía.
Ya, el título, me anuncia un destino. Desertad.
"𝗡𝗼 𝗲𝘀𝘁𝗮́ 𝗰𝗹𝗮𝗿𝗼 𝗰𝗼́𝗺𝗼 𝘀𝗮𝗹𝗱𝗿𝗲𝗺𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗮 𝗴𝘂𝗲𝗿𝗿𝗮. 𝗘𝗻 𝗲𝗹 𝗽𝗲𝗼𝗿 𝗱𝗲 𝗹𝗼𝘀 𝗰𝗮𝘀𝗼𝘀 𝗻𝗼 𝘀𝗮𝗹𝗱𝗿𝗲𝗺𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗲𝗹𝗹𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝘁𝗼𝗱𝗼. 𝗘𝗻 𝗲𝗹 𝗺𝗲𝗷𝗼𝗿, 𝘂𝗻𝗮 𝗼𝗹𝗮 𝗱𝗲 𝗻𝗮𝗰𝗶𝗼𝗻𝗮𝗹𝗶𝘀𝗺𝗼 𝗳𝗿𝗮𝗴𝗺𝗲𝗻𝘁𝗮𝗿𝗮́ 𝗲𝗹 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗶𝗻𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗲𝘂𝗿𝗼𝗽𝗲𝗼 𝗲𝗻 𝘂𝗻 𝗺𝗼𝘀𝗮𝗶𝗰𝗼 𝗱𝗲 𝗲𝗷𝗲́𝗿𝗰𝗶𝘁𝗼𝘀 𝗳𝗮𝘀𝗰𝗶𝘀𝘁𝗮𝘀 𝗲𝗻 𝗴𝘂𝗲𝗿𝗿𝗮 𝗲𝗻𝘁𝗿𝗲 𝘀𝗶́"
Pone de manifiesto nuestra ingenuidad, la de todos. Construyendo y creando un pensamiento crítico que día a día, hora a hora, se desmorona.
"...𝗹𝗮 𝗹𝗲𝘆 𝗻𝗮𝘁𝘂𝗿𝗮𝗹 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝘀𝗲𝗹𝘃𝗮 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗼́𝗹𝗼 𝗽𝘂𝗲𝗱𝗲 𝘃𝗶𝘃𝗶𝗿 𝗾𝘂𝗶𝗲𝗻 𝘀𝗮𝗯𝗲 𝗺𝗮𝘁𝗮𝗿"
Dibuja un nosotros y un ellos muy difícil de diferenciar. Una libertad, de mentira, que solo sirvió a los intereses de quienes hicieron promesas que sabían no podrían cumplir.
Zelenski en un remake de John F. Kennedy en su discurso de investidura, nos lanza su reto:
“𝗨𝗰𝗿𝗮𝗻𝗶𝗮 𝗲𝘀𝘁𝗮́ 𝗱𝗶𝘀𝗽𝘂𝗲𝘀𝘁𝗮 𝗮 𝗺𝗼𝗿𝗶𝗿 𝗽𝗼𝗿 𝗘𝘂𝗿𝗼𝗽𝗮. 𝗩𝗲𝗮𝗺𝗼𝘀 𝘀𝗶 𝗘𝘂𝗿𝗼𝗽𝗮 𝗲𝘀𝘁𝗮́ 𝗹𝗶𝘀𝘁𝗮 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗺𝗼𝗿𝗶𝗿 𝗽𝗼𝗿 𝗨𝗰𝗿𝗮𝗻𝗶𝗮"
Llevo unos días alejado de las noticias, viviendo mi egoísmo, mi plan.
Irme, salir de ese entorno que me afecta. Cambiar de ciudad, de país, para darme cuenta de que tal vez deba dar un salto más, y no me refiero a cambiar de planeta.
Desertad.
Poco a poco la rendija entre mis dedos, es más pequeña. Sigo leyendo y las piezas encajan.
Las minas de carbón, se abren de nuevo. El rearme, está ahí. La miseria, crece.
Desertar de la patria, de la guerra. Vivir en los márgenes de un mundo que se desintegra.
En octubre de 2020, yo mismo escribía:
"𝑁𝑜, 𝑎𝑚𝑖𝑔𝑜, 𝑛𝑜 𝑡𝑒𝑛𝑔𝑜 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟𝑎𝑛𝑧𝑎 𝑔𝑙𝑜𝑏𝑎𝑙. 𝑁𝑜 𝑡𝑒𝑛𝑔𝑜 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟𝑎𝑛𝑧𝑎 𝑠𝑜𝑏𝑟𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑎 𝑠𝑜𝑐𝑖𝑒𝑑𝑎𝑑, 𝑠𝑜𝑏𝑟𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑎 ℎ𝑢𝑚𝑎𝑛𝑖𝑑𝑎𝑑.
𝐶𝑟𝑒𝑜 𝑒𝑛 𝑚𝑖 𝑝𝑙𝑎𝑛. 𝐸𝑠𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑒 𝑓𝑖𝑗𝑎 𝑜𝑏𝑗𝑒𝑡𝑖𝑣𝑜𝑠, 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑖𝑟𝑎 𝑎𝑙 𝑓𝑢𝑡𝑢𝑟𝑜, 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑒 𝑟𝑒𝑡𝑎 𝑐𝑎𝑑𝑎 𝑑𝑖́𝑎 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑖𝑔𝑎 𝑎𝑑𝑒𝑙𝑎𝑛𝑡𝑒. 𝑄𝑢𝑒 ℎ𝑎𝑐𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑎𝑑𝑎 𝑎𝑚𝑎𝑛𝑒𝑐𝑒𝑟 𝑚𝑒 𝑝𝑎𝑟𝑒𝑧𝑐𝑎 𝑢𝑛 𝑙𝑜𝑔𝑟𝑜.
𝑀𝑖 𝑝𝑙𝑎𝑛, 𝑡𝑢 𝑝𝑙𝑎𝑛, 𝑒𝑙 𝑑𝑒 𝑚𝑢𝑐ℎ𝑜𝑠 𝑜𝑡𝑟𝑜𝑠, 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑒 𝑖𝑟 𝑐𝑜𝑛𝑠𝑡𝑟𝑢𝑦𝑒𝑛𝑑𝑜 𝑢𝑛 𝑓𝑢𝑡𝑢𝑟𝑜 𝑑𝑖𝑠𝑡𝑖𝑛𝑡𝑜. 𝐸𝑠𝑜, 𝑠𝑖́ 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑒 𝑐𝑜𝑛𝑠𝑡𝑟𝑢𝑖𝑟 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟𝑎𝑛𝑧𝑎.
𝐻𝑒𝑚𝑜𝑠 𝑎𝑏𝑖𝑒𝑟𝑡𝑜 𝑢𝑛𝑎 𝑛𝑢𝑒𝑣𝑎 𝑐𝑎𝑗𝑎 𝑑𝑒 𝑃𝑎𝑛𝑑𝑜𝑟𝑎, 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑝𝑎𝑟𝑒𝑐𝑒 𝑚𝑢𝑐ℎ𝑜 𝑎 𝑙𝑎 𝑜𝑟𝑖𝑔𝑖𝑛𝑎𝑙. 𝐴𝑞𝑢𝑒𝑙𝑙𝑎 𝑞𝑢𝑒, 𝑎𝑙 𝑎𝑏𝑟𝑖𝑟𝑙𝑎, 𝑒𝑥𝑡𝑒𝑛𝑑𝑖𝑜́ 𝑡𝑜𝑑𝑜𝑠 𝑙𝑜𝑠 𝑚𝑎𝑙𝑒𝑠 𝑠𝑜𝑏𝑟𝑒 𝑙𝑎 𝑡𝑖𝑒𝑟𝑟𝑎. 𝑌 ¿𝑠𝑎𝑏𝑒𝑠?, 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑓𝑜𝑛𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑐𝑎𝑗𝑎, 𝑞𝑢𝑒𝑑𝑜́ 𝑙𝑎 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟𝑎𝑛𝑧𝑎.
𝐻𝑎𝑏𝑟𝑎́ 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑖𝑟𝑎𝑟 𝑑𝑒𝑛𝑡𝑟𝑜, 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑓𝑜𝑛𝑑𝑜."
Ingenuidad. Qué bonita.
Animo y suerte.

lunes, 28 de marzo de 2022

Camino a Ítaca (XVI)



Un litro de gasolina 1.80 euros. El precio de 75 cl de agua, 3.40 euros.
Puerta con puerta. Área de Servicio de La Plana en la Autopista del Mediterráneo.
Varias docenas de camiones y algunos vehículos.
Por costumbre, siempre paro ahí. La decadencia del lugar, la pago.
Nunca recuerdo que un poco más adelante hay un enjambre de gasolineras con agua, seguramente, más barata.
A la derecha, aparece Oropesa, si, Marina d'Or, Ciudad de Vacaciones.
Hace rato que se ve el mar.
Es curioso. Hace unos minutos creí escuchar las olas. Ahora pienso si fue la lavadora del vecino haciendo el aclarado.
De un tiempo a esta parte, cuando me despierto pronto (o sea, todos los días) escucho el mar. Confirmado, tengo vecinos limpios y ahorradores.
Castellón, Torreblanca, Peñíscola, San Carles, L'Aldea y algo más allá Hospitalet del Infante.
Ayer, había oleaje y bruma. Parte de la playa había sigo engullida por el hambriento mar.
Paseo por las calas. La de los Ángeles, la del Pescador, California, Santa Fe, Misterio, la del Solitario, la de las Sirenas, la de los Vieneses...
Me apetece pizza. Por 10 euros, te incluyen una bebida. Masa fina y crujiente y en 10-15 min. te la llevas a casa.
La casa esta fría. Lo nota. Sabe que habrá intervención. Cirugía estética profunda.
Estamos con el preoperatorio. Tomar medidas, cabe, no cabe. ¿Tiramos este tabique? ¿Y el suelo? ¿Las puertas? El baño, la cocina, las ventanas. Si, todo fuera. Hay que vaciar.
Se esperan lluvias.
Y vuelvo a escuchar el mar. No puede ser que el vecino haya puesto otra lavadora, ¿o si?.
Me da que habrá demasiadas nubes para ver a Venus, pero seguro que estará ahí.
Un amanecer más, otro café.
A veces, la línea recta no es el camino más corto.
Seguimos.

viernes, 25 de marzo de 2022

Pasiones y tentaciones

 


He guardado en cajas casi todos los libros y manuales de cocina. Hoy, si saco un rato, comenzaré a embalar moldes, bandejas, cortadores de pasta, varillas y todos esos juguetes que tantas satisfacciones me dan.
Hay un montón de CD´s y también discos de vinilo. Esos van en las cajas marcadas con un "2".
¿Qué hago con el resto de libros? Me da tanta pena desprenderme de ellos.
Abro la puerta de un armario y descubro tesoros que llevan ahí más de una década. Un sobre con facturas, una postal, un álbum de fotos. Una caja muy bonita, llena de cosas inútiles que, tal vez, el día que la guardé la balanza del "tirar" o "guardar" fue el corazón más que la razón quien la usó. Y dudo. ¿La tiro? ¿Cuál fue el motivo para guardarla?
Otra caja, dentro una pieza de ajedrez; la Reina, solo una. Un mechero, impecable, tipo Zippo. Unos botecitos de perfume y un manual, vaya usted a saber de que.
Miro fuera. Ha parado de llover. Tengo que rellenar el cuenco de frutos secos y tal vez me arriesgue a salir a caminar.
En un bote perchas adhesivas. Al lado, libretas y cuadernos sin estrenar que empiezan a tener las hojas amarillas.
Cajas y más cajas de diapositivas. ¿Dónde está el proyector?
Una bobina de lana, otra, otra más. Una foto arrugada, unas gafas de sol.
Un mapa, de los de antes, que da miedo desplegar. Fue un viaje bonito, maravilloso. Este, el de este billete, para olvidar.
"𝑷𝒂𝒔𝒊𝒐𝒏𝒆𝒔 𝒕𝒆𝒏𝒅𝒓𝒊́𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒑𝒆𝒅𝒊𝒓𝒍𝒆 𝒂 𝑫𝒊𝒐𝒔 𝒔𝒊 𝒏𝒐𝒔 𝒂𝒕𝒓𝒆𝒗𝒊𝒆́𝒓𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒂 𝒑𝒆𝒅𝒊𝒓𝒍𝒆 𝒂𝒍𝒈𝒖𝒏𝒂 𝒄𝒐𝒔𝒂, 𝒚 𝑳𝒆 𝑵𝒐̂𝒕𝒓𝒆 𝒕𝒆𝒏𝒊́𝒂 𝒎𝒖𝒄𝒉𝒂 𝒓𝒂𝒛𝒐́𝒏 𝒂𝒍 𝒑𝒆𝒅𝒊𝒓𝒍𝒆 𝒂𝒍 𝑷𝒂𝒑𝒂 𝒕𝒆𝒏𝒕𝒂𝒄𝒊𝒐𝒏𝒆𝒔 𝒆𝒏 𝒍𝒖𝒈𝒂𝒓 𝒅𝒆 𝒊𝒏𝒅𝒖𝒍𝒈𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂𝒔"
𝘔𝘢𝘥𝘢𝘮𝘦 𝘥𝘶 𝘊𝘩𝘢́𝘵𝘦𝘭𝘦𝘵 - 𝘋𝘪𝘴𝘤𝘶𝘳𝘴𝘰 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘭𝘢 𝘧𝘦𝘭𝘪𝘤𝘪𝘥𝘢𝘥
Y ya van cuatro bolsas de tentaciones, para tirar.
Animo y suerte.

jueves, 24 de marzo de 2022

Silencio



Es habitual que Mirlo y sus amigos, llegada la prima Vera, se instalen en la barandilla de la terraza y generen animadas charlas que a ellos les sientan maravillosamente y a mi, consiguen despertarme.
Llevamos unos días en que el despertar viene precedido de un insistente y machacón sonido de bocinas. Un método de protesta que no entiendo. ¿Legítimo? Seguramente pero, como decía, no entiendo.
La queja, en esencia, se refiere al precio de los combustibles. Yo también me apunto a esa queja y desde hace unas semanas trato de utilizar el coche lo menos posible.
Ellos no. Entran y salen de la autovía a velocidad lenta, haciendo sonar sus bocinas, una y otra vez.
Se reúnen en un aparcamiento cercano cientos de camiones y, supongo, establecen turnos de bocineo y paseo reivindicador.
Pero ¿no eran caros los combustibles?
He imaginado un lugar sin ruidos y lo he buscado. Y resulta que existe.
La cámara anecoica. "Una sala diseñada para absorber en su totalidad las reflexiones producidas por ondas acústicas o electromagnéticas en cualquiera de las superficies que la conforman. La cámara se encuentra aislada del exterior de cualquier fuente de ruido o influencia sonora externa".
Pero, mi gozo en un pozo. Los científicos dicen que es imposible pasar más de 45 minutos escuchando el silencio "puro".
Nuestro cerebro se tensiona. Si hablamos, nuestras palabras "no suenan" porque no rebotan en las paredes. Es como gritar en una almohada.
Es tal la tensión generada que podríamos llegar a la locura.
O sea, que las bocinas nos salvan de la locura.
Recuerdo una huelga "salvaje" de los controladores aéreos en 2010, muy discutida y también legítima, o así lo determinaron un montón de jueces, en las causas abiertas contra estos profesionales.
Entonces, se cerró el espacio aéreo. Y fueron los militares quienes ocuparon los puestos de los huelguistas.
Ahora, no llega Estrella Galicia a los lineales.
Igual si hablamos con la Infantería... Pero sin bocina, por favor.
Animo y suerte.

martes, 22 de marzo de 2022

Cartas que nunca enviaré (XXVI)



Hola. ¿Todo bien?. Espero que cuando recibas estas líneas... (Que tontería, nunca las recibirás).
Da igual. Espero que la vida te quiera y tu sigas sintiendo ansia de comértela a dentelladas.
Por aquí, todo bien. Quejarme, viendo como está el panorama, sería vergonzoso.
Es martes y sigue lloviendo. Tengo ganas de que empiece a hacer calor, pero a la vez me apetece coger un paraguas y salir a la calle.
¿Sabes? Cada día camino más despacio. Puede ser que las articulaciones se hayan vuelto más lentas, pero también puede que mis neuronas necesiten procesar más despacio.
Sigo mirando los edificios buscando las azoteas. Que palabra tan bonita. Azotea.
Mirarlas desde abajo, imaginando la visión desde arriba.
Los tejados planos, sin sombrero. Al descubierto, sin miedo. Una mesa, unas sillas, o simplemente un tiesto con una planta.
Son como islas voladoras.
Las gotas de lluvia, cada vez con menos insistencia, golpean el paraguas.
Creo que llevo una gabardina de color caqui, tipo militar. Y sombrero. Si, llevo uno de esos sombreros reversibles para la lluvia, en el mismo color.
La acera mojada, y algún coche circulando tan lento como yo. Me giro y vuelvo a mirar el último edificio. La mano que sujeta el paraguas está fría.
Veo tu cara, tus ojos, tras el cristal. Casi levanto mi mano izquierda para saludarte.
No, no eras tu.
Un perro, suelto, levanta una pata y deja su marca. Nadie lo sigue, nadie andaba delante de él.
Martes. Que día más tonto. Ni fu, ni fa. No tiene el cabreo del lunes, el de la vuelta a lo cotidiano, al colegio, al trabajo. Ni la alegría contenida del viernes con el fin de semana a la vista.
No es el centro de nada, como el miércoles. Ni tampoco es la antesala de la alegría y de la esperanza del jueves.
Martes, pobre, habría que dedicarle un poema, o algo. Es el mejor día para el olvido, para quedar con alguien y llegar tarde. Para establecer propósitos y no cumplirlos. Para pasear sin amo, para una despedida, para un funeral, para acabar un lunes.
Igual que aquel día, martes, sigo buscando azoteas para de pronto darme cuenta de que tras el cristal, me miras. Llevo la gabardina caqui, llueve, levanto mi mano izquierda y me despido de ti. Siempre, martes.

sábado, 19 de marzo de 2022

Querida incoherencia



Probablemente es la edad o, simplemente, mi capacidad de comprensión está disminuyendo.
Tengo la manía (llámalo trastorno obsesivo compulsivo) de querer entender lo que ocurre a mi alrededor, y no solo en mi entorno cercano.
Claro está que muchas de estos intentos de comprensión me llevan a la incoherencia, a la imposibilidad de posicionarme, a no tener una opinión que pueda defender, si es que sirve de algo defender opiniones en esta sociedad.
Si, estoy en contra de la violencia. Pero no se cuanto tiempo aguantaría "negociando" si lo que está en peligro es mi vida o la de los míos.
¿Hay que reducir el gasto en armamento? Claro. Sin duda. Pero tendríamos que estudiar de que forma "recolocamos" a todos los trabajadores del sector y ante una amenaza "global" (entendiendo que los amenazados son "los nuestros") ¿responderíamos negociando?
¿Y los acuerdos existentes? OTAN, apoyo en acciones de Naciones Unidas, etc...
La moralidad lucha con la realidad.
Los más altos y los más bajos instintos. Proteger, cuidar, amar, sobrevivir ¿a costa de que?
Lanzamos buenas intenciones, buenos deseos, sin tener en cuenta si se pueden llevar a cabo, o si para conseguirlo el esfuerzo sería titánico, imposible.
Y cuando alguien nos enfrenta a la realidad, apostamos por aquello de:
"Cada uno de nosotros puede poner su granito de arena y..."
Si, claro. Y si el montón de arena fuera inmenso, brutal, de la ostia, tal vez no sería necesario hacer nada, porque el problema o la situación no se produciría.
Si todos fuéramos buena gente, gente buena, no habría delitos, no habría guerras, no habría desigualdad.
¿Es buena la globalización? Efectivamente tiene un montón de ventajas. Integración y facilidad en las comunicaciones, libre movimiento de mercancías o extensión de los derechos humanos. Pero siempre y cuando se controle la uniformidad cultural y la desigualdad económica.
Veo la imagen de niños que necesitan ayuda.
"A día de hoy hay, uno de cada cinco menores en todo el mundo, aproximadamente 420 millones, viven en zonas de guerra; 30 millones más que en 2016. La guerra moderna no tiene un único frente, sino que se libra en ciudades, pueblos y aldeas.", dice la organización Save the Children.
Lamentablemente, a unos los llamamos refugiados y a otros, MENAS. Niños. ¿Incoherencia?
Hay personas que, movidas por sus buenas intenciones recorren miles de kilómetros para ayudar a otras que sufren un conflicto bélico. Y quizás, recorriendo unos pocos cientos de kilómetros, o unos pasos, podrían estar ayudando a "otros".
¿Acallar nuestra conciencia?
Argelia, protector del Frente Polisario.
Argelia, principal suministrador de gas a España.
Marruecos y Argelia, se llevan regular por el conflicto del Sáhara Occidental.
Marruecos se anexionó 266.000 kilómetros cuadrados de arena, (llenos de reservar naturales, ricos en fosfatos y pesca) con aquella histórica Marcha Verde.
España se mueve en la incoherencia. La lía parda con su "protección" al líder del Frente Polisario, pero ayer, decide apoyar los planteamientos de Marruecos.
Europa, no podría soportar dos conflictos, uno en el este y otro en el sur.
Y, a todo esto, leo:
«Una señal infalible de tener una mente desordenada es no poder parar de pensar»
Vale. Tengo la mente como la mesa de trabajo.
Felicidades papa, donde quiera que estés.
Animo y suerte.

viernes, 18 de marzo de 2022

Es un soplo la vida

 


Igual que cantaba Gardel:
𝐐𝐮𝐞 𝐞𝐬 𝐮𝐧 𝐬𝐨𝐩𝐥𝐨 𝐥𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚
𝐐𝐮𝐞 𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐞 𝐚𝐧̃𝐨𝐬 𝐧𝐨 𝐞𝐬 𝐧𝐚𝐝𝐚
En ese punto estoy.
La vida, durante un tiempo, la conté por segundos. Incluso, algunos de ellos, eran difíciles de recordar un instante después. Demasiadas brumas, demasiada ansia. Bendita ansia.
Más tarde, y sin darme cuenta, la vida se medía en el marco de una puerta dejando señal indeleble de los cambios.
A la vez y para verificar aquello, la vista constataba hasta donde llegaban sus pies en la cama. Certificando, una vez más, el paso del tiempo.
Otro soplo y aparecieron las pérdidas. Primero, amigos de papa y mama. Después la vejez que no acepté en ellos, venció por asedio o por casualidad.
Dicen que, no somos nosotros mismos hasta estar liberados del lazo paternofilial.
Lazos que unen, que ayudan, que oprimen.
Y llega un día en que la palabra antigüedad, deja de tener su sentido como complemento en nómina. Ni tan siquiera existe un elemento de plusvalía, como en la venta de un piso.
Llega el finiquito, el se acabó. Pero tu, sigues en tu bruma, con ese jodido viento de la vida dándote en la cara.
Aquel marco de la puerta, de tanto pasar el trapo (es la excusa), ya no tiene rayas ni fechas. Las camas, están vacías y solo de vez en cuando se ocupan unos días.
𝐐𝐮𝐞 𝐞𝐬 𝐮𝐧 𝐬𝐨𝐩𝐥𝐨 𝐥𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚
𝐐𝐮𝐞 𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐞 𝐚𝐧̃𝐨𝐬 𝐧𝐨 𝐞𝐬 𝐧𝐚𝐝𝐚
Y te acuestas con dolor de espalda, con las hernias de disco cantando el "Motomami" de Rosalía. Duermes menos y el espejo del baño, te devuelve arrugas y nieves del tiempo plateando tu sien.
Preparas el primer café, y de pronto, desde algún lugar, notas una corriente de aire, un soplo en la cara. El soplo.
Buenos días, Vida.
Animo y suerte.

jueves, 17 de marzo de 2022

Puede que ...



Puedes haber nacido en Ajaccio y que tu familia forme parte de la nobleza local. Y puedes acabar siendo un déspota ilustrado, un dictador tirano derrotado en Waterloo y morir en Santa Elena bajo el nombre de Napoleón I.
Puedes haber nacido en Yorba Linda, en una familia de agricultores con un padre metodista y una madre cuáquera. Puedes llegar a revisar documentación de los nazis y que la historia diga que te ocupaste de "blanquear" a algunos de ellos. Incluso, algún "blanqueado", dicen, que pudo financiar tu primera campaña parlamentaria. Puedes llegar a ser Presidente de EEUU. Y puedes acabar siendo el único presidente en dimitir del cargo por algo de un robo de documentos (Watergate).
Puedes haber nacido en Leningrado en una familia humilde. Puedes hacer la carrera de abogado y de ahí llegar a ser espía en la KGB y puedes llegar a ser Presidente del Gobierno de tu país, para con el tiempo ser un exponente de la violación de los derechos humanos y del "fascismo cristiano". Puedes llegar a bombardear un país y ser considerado un criminal de guerra.
Puedes haber nacido en Badajoz y seguir la estela de tus ancestros haciéndote funcionario. Vivir de la Seguridad Social, para saltar a la hacienda pública y de allí a todo tipo de cargos públicos con el prefijo de Viceconsejería, hasta llegar a ser Consejero de lo que sea.
Puede que en este camino, lo mejor que se diga de ti es que eres "... de verbo fluido, en ocasiones acompañado del insulto fácil y del chascarrillo de baja estofa".
Puede ser que acabes ciego y no "veas" la realidad que te rodea y puede que a esos pobres que tu no ves, les importe una higa, tu vida y lo que sale de tu boca.
Puedes haber nacido en un lugar que a nadie le importa. Puedes ser madre soltera con dos niños. Puedes tener todas las probabilidades de sufrir exclusión social. Puedes, hace un tiempo, haber tenido un trabajo de camarera, con un sueldo y un horario que te permitía cuidar de tus hijos. Puede ser que llegue un día en que pierdas tu trabajo y no tengas que comer.
Puede que llegue un momento en que los corderos maltraten al puto lobo, que los príncipes sean buenos, que las brujas sean hermosas y hagan hechizos sanadores. Un día, en que todos los piratas sean honrados.
No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Puede que llegue un momento en que la vida, sea más justa y que la equidad venza, aunque sea dando ostias como panes con la mano abierta.
Animo y suerte.

martes, 15 de marzo de 2022

Camino a Ítaca (XV)



Los pájaros estaban de charla desde muy temprano.
He supuesto que, tal vez, Mirlo ya hubiera llegado y estaría revolucionando los corrillos con sus aventuras.
No. El cielo neblinoso. Los pájaros extrañamente inmóviles. Unos en la chimeneas del edificio de enfrente, otros, en los poyetes y los salientes de las ventanas.
Parecían allí dispuestos como objetos decorativos de la Junta Municipal, o como attrezzo de una secuela de alguna película de Hitchcock.
Ahora, guardaban silencio. Algún movimiento de sus cabezas mirando extrañados alrededor. Aleteos inquietos, pero sin moverse del sitio.
Yo mismo me he sentido extraño paseando por la terraza. El cielo, gris amarillento. Puede ser la calima que ayer había en el sur.
He construido en mi mente, en unos segundos, un entorno inquietante.
No me había dado cuenta. Los ventanales están salpicados de churretones de barro de la lluvia de ayer.
El suelo de la terraza tiene el color desvaído, muy mate.
No hablan, siguen callados. Observan. Unos pequeños saltos. Un picado desde la chimenea a la pérgola de la terraza del piso inferior y vuelta a su posición.
Hoy comenzamos oficialmente el proceso de duelo. Ayer, con unas copas de vino, la nostalgia se notaba pero también llena de alegría.
Ahora habrá que hacer cajas, preparar el destino. En unos meses, habrá un trío incansable correteando por el salón, persiguiéndose de un lado a otro. Cumpleaños, amigos, fiestas, reuniones, sobresalientes y algún notable. Sonrisas y si, también alguna lágrima.
La casa cambiará de tonalidad.
Ayer, antes de ir a dormir, le pedí a estas paredes que los acoja con cariño, que les de calor, tanto o más del que nos dio a nosotros.
He puesto unos frutos secos en el banco de fuera. Los pájaros, vuelven a charlar y la bruma en algún momento se irá.
Mirlo, sobre la barandilla, me mira y mueve la cabeza.
Vuelvo a escuchar la frase de ayer.
¿Estamos todos seguros?
Y Mirlo me dice:
𝗔 𝗻𝗮𝗱𝗮 𝗹𝗲 𝘁𝗲𝗻𝗴𝗼 𝗺𝗶𝗲𝗱𝗼. 𝗔 𝗻𝗮𝗱𝗮 𝗹𝗲 𝘁𝗲𝗻𝗴𝗼 𝗳𝗲.
Y yo contesto:
𝑵𝒊 𝒂 𝒍𝒐𝒔 𝒍𝒆𝒔𝒕𝒓𝒊𝒈𝒐𝒏𝒆𝒔 𝒏𝒊 𝒂 𝒍𝒐𝒔 𝒄𝒊́𝒄𝒍𝒐𝒑𝒆𝒔
𝒏𝒊 𝒂𝒍 𝒔𝒂𝒍𝒗𝒂𝒋𝒆 𝑷𝒐𝒔𝒆𝒊𝒅𝒐́𝒏 𝒆𝒏𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂𝒓𝒂́𝒔,
𝒔𝒊 𝒏𝒐 𝒍𝒐𝒔 𝒍𝒍𝒆𝒗𝒂𝒔 𝒅𝒆𝒏𝒕𝒓𝒐 𝒅𝒆 𝒕𝒖 𝒂𝒍𝒎𝒂,
𝒔𝒊 𝒏𝒐 𝒍𝒐𝒔 𝒚𝒆𝒓𝒈𝒖𝒆 𝒕𝒖 𝒂𝒍𝒎𝒂 𝒂𝒏𝒕𝒆 𝒕𝒊.

jueves, 10 de marzo de 2022

Ni miedo, ni fe



Hoy, como habitualmente, me desperté pronto, pero el cuerpo y la mente se volvieron a dormir.
Cielo nublado, llueve. En un minuto, el suelo de la terraza se ha cubierto de goterones.
Ahora para. Ahora parece que vuelve a llover.
Creo que me va a hacer falta un rato y varios cafés para recolocarme.
Se mezcla una 𝑪𝒉𝒆𝒔𝒔𝒆 𝑻𝒉𝒚𝒎𝒖𝒔 𝒄𝒂𝒌𝒆, con un correo de trabajo.
Natalia Lafourcade, me habla de la vida.
𝗟𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗾𝘂𝗶𝗲𝗿𝗼 𝗱𝗲𝗰𝗶𝗿
𝗘𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗹𝗮 𝘃𝗶𝗱𝗮 𝘃𝗮𝗹𝗲
𝗣𝗼𝗿𝗾𝘂𝗲 𝗹𝗮 𝘃𝗶𝗱𝗮 𝘃𝗮𝗹𝗲
𝗛𝗮𝘆 𝗾𝘂𝗲 𝘃𝗶𝘃𝗶𝗿
Y mientras, un revuelto de setas con morcilla de Turre me observa haciéndome ojitos.
Totalmente descolocado.
Gurullos, bizcochos de soletilla con India Martinez quejándose de lo poco que dura el amor.
𝗛𝗲 𝗮𝗯𝗶𝗲𝗿𝘁𝗼 𝗺𝗶𝘀 𝗼𝗷𝗼𝘀
𝗖𝗮𝗻𝗰𝗲𝗹𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗺𝗶𝘀 𝗲𝗻𝗼𝗷𝗼𝘀
𝗬 𝗵𝗲 𝘀𝗲𝗻𝘁𝗶𝗱𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝘁𝗲 𝘁𝗲𝗻𝗴𝗼 𝘂𝗻 𝗽𝗼𝗰𝗼 𝗺𝗮́𝘀
𝗔𝗽𝗿𝗼𝘃𝗲𝗰𝗵𝗼 𝘆 𝗺𝗲 𝗰𝘂𝗲𝗹𝗼 𝗲𝗻𝗿𝗲𝗱𝗮́𝗻𝗱𝗼𝘁𝗲 𝗲𝗻 𝗺𝗶 𝗽𝗲𝗹𝗼
𝗜𝗻𝘀𝗶𝘀𝘁𝗶𝗲𝗻𝗱𝗼 𝗲𝗻 𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗲 𝘃𝘂𝗲𝗹𝘃𝗮𝘀 𝗮 𝗯𝘂𝘀𝗰𝗮𝗿
𝟵𝟬 𝗺𝗶𝗻𝘂𝘁𝗼𝘀 𝗻𝗼 𝗽𝘂𝗲𝗱𝗲 𝗱𝘂𝗿𝗮𝗿 𝗲𝗹 𝗮𝗺𝗼𝗿
𝗣𝗶́𝗱𝗲𝗺𝗲
𝗣𝗶́𝗱𝗲𝗺𝗲 𝗺𝗮́𝘀
Una demanda a Estrasburgo, y Karmele Jaio me da un chute de buen rollo:
"... 𝖾𝗑𝗂𝗌𝗍𝖾 𝗎𝗇𝖺 𝖻𝖾𝗅𝗅𝖾𝗓𝖺 𝗋𝖾𝖺𝗅, 𝗎𝗇𝖺 𝖻𝖾𝗅𝗅𝖾𝗓𝖺 𝗊𝗎𝖾 𝗉𝗈𝖽𝖾𝗆𝗈𝗌 𝗂𝗇𝗍𝗎𝗂𝗋 𝖾𝗇 𝖾𝗌𝖺𝗌 𝖿𝗅𝗈𝗋𝖾𝗌, 𝗈 𝖾𝗇 𝗅𝖺 𝗆𝗎́𝗌𝗂𝖼𝖺, 𝖾𝗇 𝖾𝗅 𝖺𝗋𝗍𝖾, 𝖾𝗇 𝗎𝗇 𝖺𝖻𝗋𝖺𝗓𝗈, 𝖾𝗇 𝗎𝗇 𝗀𝖾𝗌𝗍𝗈 𝗌𝗈𝗅𝗂𝖽𝖺𝗋𝗂𝗈, 𝖾𝗇 𝗎𝗇𝖺𝗌 𝗋𝗂𝗌𝖺𝗌 𝖼𝗈𝗆𝗉𝖺𝗋𝗍𝗂𝖽𝖺𝗌, 𝖾𝗇 𝗎𝗇 𝖻𝖾𝗌𝗈 𝗌𝗂𝗇𝖼𝖾𝗋𝗈, 𝖾𝗇 𝗅𝖺 𝗌𝖺𝗍𝗂𝗌𝖿𝖺𝖼𝖼𝗂𝗈́𝗇 𝖽𝖾𝗅 𝗍𝗋𝖺𝖻𝖺𝗃𝗈 𝖻𝗂𝖾𝗇 𝗁𝖾𝖼𝗁𝗈, 𝖾𝗇 𝖾𝗅 𝗈𝗅𝗈𝗋 𝖽𝖾 𝗇𝗎𝖾𝗌𝗍𝗋𝖺 𝗉𝗂𝖾𝗅 𝖻𝖺𝗃𝗈 𝖾𝗅 𝗌𝗈𝗅… 𝖴𝗇𝖺 𝖻𝖾𝗅𝗅𝖾𝗓𝖺 𝗊𝗎𝖾 𝗇𝗈, 𝗇𝗈 𝖼𝖺𝖻𝖾 𝖾𝗇 𝗅𝖺𝗌 𝗆𝖺𝗋𝗊𝗎𝖾𝗌𝗂𝗇𝖺𝗌 𝗉𝗎𝖻𝗅𝗂𝖼𝗂𝗍𝖺𝗋𝗂𝖺𝗌, 𝗒 𝗊𝗎𝖾 𝗌𝗂́, 𝗇𝗈𝗌 𝖾𝗇𝗌𝖾𝗇̃𝖺 𝗊𝗎𝖾 𝗆𝖾𝗋𝖾𝖼𝖾 𝗅𝖺 𝗉𝖾𝗇𝖺 𝗌𝖾𝗀𝗎𝗂𝗋."
A todo esto, reunión a las 10:00, que se acaba de cancelar. Y Pau, mi querido Pau canta de humo y tiempo, de empezar de cero.
𝗔𝗵𝗼𝗿𝗮, 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗼𝗹𝗼 𝗲𝗹 𝗮𝗵𝗼𝗿𝗮 𝗲𝘀 𝗹𝗼 𝘂́𝗻𝗶𝗰𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝘁𝗲𝗻𝗴𝗼
𝗔𝗵𝗼𝗿𝗮, 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗼𝗹𝗼 𝗺𝗲 𝗾𝘂𝗲𝗱𝗮 𝗲𝘀𝗽𝗲𝗿𝗮𝗿 𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗹𝗹𝗲𝗴𝘂𝗲́ 𝗹𝗮 𝗵𝗼𝗿𝗮
𝗔𝗵𝗼𝗿𝗮, 𝗾𝘂𝗲 𝘆𝗮 𝗻𝗼 𝗺𝗲 𝗶𝗺𝗽𝗼𝗿𝘁𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗹𝗮 𝘃𝗶𝗱𝗮 𝘀𝗲 𝘃𝗶𝘀𝘁𝗮 𝗱𝗲 𝗻𝗲𝗴𝗿𝗼
𝗣𝗼𝗿𝗾𝘂𝗲 𝗮 𝗻𝗮𝗱𝗮 𝗹𝗲 𝘁𝗲𝗻𝗴𝗼 𝗺𝗶𝗲𝗱𝗼
𝗣𝗼𝗿𝗾𝘂𝗲 𝗮 𝗻𝗮𝗱𝗮 𝗹𝗲 𝘁𝗲𝗻𝗴𝗼 𝗳𝗲
𝗔 𝗻𝗮𝗱𝗮 𝗹𝗲 𝘁𝗲𝗻𝗴𝗼 𝗳𝗲
𝗡𝗶 𝗺𝗶𝗲𝗱𝗼, 𝗻𝗶 𝗳𝗲
𝗔 𝗻𝗮𝗱𝗮 𝗹𝗲 𝘁𝗲𝗻𝗴𝗼 𝗳𝗲
Galletas de chocolate y Puding de Yorkshire.
María viene mañana. Gurullos, abrázame fuerte, por si esta fuera la última vez.
Hacienda me envía una nueva notificación.
Merece la pena seguir, a nada le tengo fe. Ni miedo, ni fe.
Vaya lío que me llevo.
Animo y suerte.

miércoles, 9 de marzo de 2022

Olvídate de mi

 


Como la costra de una herida, que se engancha y se levanta a cada poco, dejando de nuevo al aire una sangrienta marca roja.
O como esa uña rota que, sin querer, decide fusionarse con telas, camisas, calcetines o cualquier tejido al que se acerque.
Como el dolor en las articulaciones, cuando la artritis o la lluvia llegan.
Como el chorizo con huevos fritos que te comes con ansia y unas horas después te hace sentir ardores memorables.
Igual que un mal vino cuando la cabeza explota, o ese agujero en el bolsillo del pantalón que por falta de tiempo o, quizás, por pura desgana no reparas.
El envidiar a Copérnico, por no darte cuenta de que el Sol no gira en torno a la Tierra.
No seguir lo correcto, lo acertado o verdadero.
Algo así, son los malos recuerdos.
Da igual que pongas una tirita o que fuerces el olvido. No es solución, llamarlo arrepentimiento. Porque seguramente no te arrepientes. No sirven gomas, ni borrones, ni tan siquiera romper la hoja o pintar las paredes de otro color.
Como si fuera una humedad en el techo, que sin motivo, vuelve.
Da igual que quienes jugaron aquel partido, hayan dejado el deporte o estén lejos. Incluso, da igual si ya no están en este mundo.
No recuerdas sus caras, ni su tono de voz, ni los lugares donde todo ocurrió.
Seguramente, dentro de dos días, habrás olvidado el 95% de lo que vas a leer aquí.
Dicen que la memoria es plástica porque se almacena en un medio plástico, el cerebro y siempre antepondrá la coherencia a la veracidad.
Al recibir nueva información, el recuerdo será coherente con la nueva información. Habrá cambiado.
¿Y si aquello no sucedió exactamente así?
Sentado en el tren, los arboles y el paisaje pasan por las ventanilla como una película extraña. ¿Se mueve el paisaje? ¿Se mueve el tren?
Pasan, ya no están. Y aunque vuelvan a tu memoria, serán solo eso, recuerdos.
Ya en la estación, tu estas ahí. El paisaje quedó lejos y en dos días, o menos, habrás olvidado el 95% de lo que has leído aquí.
¿Has aprendido algo?
Animo y suerte.
¿𝐓𝐮 𝐥𝐞𝐞𝐬?
𝟭𝟬𝟬 𝗰𝗮𝗳𝗲́𝘀 𝗺𝗮́𝘀 𝗰𝗼𝗻 𝘂𝗻 𝗽𝘂𝘁𝗼𝘃𝗶𝗿𝘂𝘀
𝟭𝟬𝟬 𝗰𝗮𝗳𝗲́𝘀 𝘆 𝟮𝟬𝟬𝟬 𝗽𝗮𝗿𝗮𝗰𝗲𝘁𝗮𝗺𝗼𝗹𝗲𝘀 (Ya disponible 2ª edición)
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𝗣𝗮𝗰𝗸
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