miércoles, 21 de diciembre de 2022

Princesa de invierno



Llegaste un día como hoy, hace ya 20 años. Te pusieron en mis brazos y pasamos unos minutos solos. Ya no hacia frío, lucía el sol, incluso diría que los almendros y los cerezos, intentaron florecer en tu honor.
Alocada, inquieta, testaruda, alimentándose de mimos y de caricias. Un torbellino que es capaz de convertirse en huracán.
Ayer, cuando buscabas mi abrazo, te recordaba diminuta, dormida y agotada de correr y jugar.
Ayer, me hubiera gustado volver a aquellos días, para poder protegerte del frío, para consolar tu llanto, o correr y jugar por el pasillo, entre risas, cantando una canción de Navidad.
Hoy cantas tus propias canciones, andas tu camino, el que quieres andar.
Hoy, eres dueña de tu destino.
Siempre a tu lado, mi princesa de invierno.
Te quiero, Blanki. Te queremos, hasta el infinito y vuelta.

sábado, 10 de diciembre de 2022

Próxima estación: Ítaca



Esta ciudad que dejo, de nuevo, me despide con un "hasta pronto".
Puede ser que nunca me libre de ella.
Casi a regañadientes, reconozco que pasear por la Gran Vía, sigue siendo maravilloso, incluso con lluvia.
Los grandes edificios iluminados, las interminables banderas patrias recorriendo puentes, y los increíbles árboles navideños como teas encendidas, la embellecen, la hacen formar parte de un gran espectáculo que al llegar la madrugada, desaparece y vuelve a la oscuridad, solo rota por semáforos y automóviles.
Desde la puerta de Alcalá hasta Cibeles hay una gran pasarela, donde desfilan miles de ojos llenos de asombro y de olvido. Solo existe ese momento. Nadie recuerda lo que ocurrió hoy, ayer o lo que pasará mañana.
Vienes queriendo escapar del pueblo, de la ciudad de provincias. Huyendo de la incomprensión, vienes a estudiar, a buscar trabajo o tal vez guiado por el amor.
No es fácil, no es amable. Si, dicen que abre los brazos, pero en un abrazo de precariedad, de supervivencia.
Pasa el tiempo y tanto la derrota, como la victoria, te generan cadenas difíciles de romper.
Si vences, te crees en el Olimpo, junto a los Dioses de pies de barro. Esa droga, es imposible de abandonar.
Si pierdes, la derrota te impide el regreso al origen, sea por vergüenza o porque no conseguiste aquello que venías a buscar y perseveras, porque el Olimpo así lo exige.
Un año, otro y otro más.
No, no eres nadie para esta ciudad. Dentro del coche, soportas el atasco. Caminas rápido, como todos, y esquivas a los que vomitan las bocas de Metro, buscando cruzar la calle.
La estación de Sol está cerrada. La de Gran Vía duplica sus entradas y salidas.
- 𝑷𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓, 𝒍𝒐𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒂𝒍𝒆𝒏 𝒗𝒂𝒚𝒂𝒏 𝒑𝒐𝒓 𝒔𝒖 𝒅𝒆𝒓𝒆𝒄𝒉𝒂.
- ¡𝑺𝒆𝒏̃𝒐𝒓𝒂! ¿𝑫𝒐́𝒏𝒅𝒆 𝒗𝒂? ¡𝑺𝒖 𝒐𝒕𝒓𝒂 𝒅𝒆𝒓𝒆𝒄𝒉𝒂!
- 𝑬𝒔𝒄𝒖𝒄𝒉𝒆𝒏 𝒚 𝒉𝒂𝒈𝒂𝒏 𝒄𝒂𝒔𝒐 𝒂𝒍 𝒎𝒖𝒄𝒉𝒂𝒄𝒉𝒐 𝒈𝒖𝒂𝒑𝒐 𝒅𝒆𝒍 𝒎𝒆𝒈𝒂́𝒇𝒐𝒏𝒐
- 𝑵𝒐 𝒔𝒆 𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒗𝒊𝒆𝒏𝒆𝒏 𝒆𝒔𝒂𝒔 𝒄𝒂𝒓𝒄𝒂𝒋𝒂𝒅𝒂𝒔, 𝒔𝒐𝒚 𝒚𝒐.
Unos segundos de sonrisas cómplices se cruzan de lado a lado en los pasillos.
¡𝑺𝒖 𝒐𝒕𝒓𝒂 𝒅𝒆𝒓𝒆𝒄𝒉𝒂!
Hace demasiado calor y las mascarillas brillan, pero por su ausencia.
En un alfeizar de un escaparate, una mujer dormita apoyada en un carro de la compra. Seguramente es su casa, su automóvil y su vida.
Más allá, un anciano recoge cartones y se confecciona un adosado al Banco de Santander.
La marabunta se mueve en todas las direcciones, hipnotizada por el fastuoso lucernario.
Con las manos en los bolsillos del abrigo, levanto la cabeza y miro, con añoranza, el número 32 de Gran Vía. Sociedad Madrid Paris, lo llaman, ahora. La Calle del Desengaño, la Plaza de la Luna.
De los teatros, al oso y el madroño, del Museo del Jamón al Four Seasons. Del bocata de calamares a la Plaza Mayor. De Atocha a Neptuno y de allí, al cielo.
Pobre de ti, si un día consigues escapar y vuelves. Intentará seducirte como la primera vez.
Que bonita estabas ayer.
Está claro, soy un sentimental.
Animo y suerte.

jueves, 8 de diciembre de 2022

Llueve en Madrid



Habitualmente no me molesta la lluvia. Tiene ese punto agradable de saber que la tierra sonríe, mientras el cielo llora. Esa melancolía que hace añorar los días soleados, los paseos por el parque pisando mantos de hojas. Las luces de los coches, generando brillos tras las cortinas de gotas de agua. Y siempre aparece el estar al otro lado del cristal, seguro, cálido, a refugio.
Lluvia que estos días me incordia. Esperaba frio, mucho más frío.
Hoy en Madrid, llueve de nuevo.
Me molesta andar con el paraguas de un lado a otro. Sales a la calle, abre paraguas. Entras al metro, cierra paraguas, quítate el abrigo o saldrás empapado de sudor, ponte el abrigo, abre el paraguas.
Son las 9 de la mañana, aquí.
He recorrido calles que hacia muchos meses que no veía. Las “banderas” luminosas recorren los puentes y los chorretones de luz, marcan plazas de la Castellana. Me he dado cuenta que es Ríos Rosas, y que quitarle la ese final a Ríos, fue solo de mi cosecha durante 30 años.
He visto y abrazado amigos, que echaba de menos. Los he acompañado unas horas, en su vida, que también es la mía. Me he alegrado y me he entristecido. Caminos que mejoran, otros, se convirtieron en abismos dramáticos.
He escuchado planes ilusionantes, y peleas titánicas, por la vida por sentirse en ella, un poco o mucho más.
Ahora son las 19:15 en Sidney. Abrazo y cariño infinito en unas líneas. Pienso en ir allí, en volver al proyecto que el puto virus truncó. En romper de nuevo, vivir el cambio, saltar adelante.
En unos minutos saldré a la calle. Abrigo, abre paraguas, metro, cierra paraguas, quítate el abrigo, ponte el abrigo, abre paraguas.
Seguro que hablaremos de otro libro, o de dos, o de tres. De la playa, de Portugal, de Itaca y de Madrid. Hablaremos de planes, de hijos, de amigos, de sonrisas y de lágrimas con sabor salado. Sonrisas de ojos.
Y si, llueve en Madrid. Que bien.
Animo y suerte.
#100cafesbuscandoelmar
#atodoloquedanlasalas
#100cafesmasconunputovirus
#100cafesy2000paracetamoles