viernes, 31 de mayo de 2024

Pena, penita pena



Ayer, mientras regresaba a casa, después de participar en un evento con antiguos compañeros de otra vida, me pilló la pena.
Vigesimosegunda edición. Más viejos, más calvos, con más gafas, o mejor, con muchas toneladas de experiencia.
Con un punto de estar de vuelta de todo, con nietos, y la mayoría intentando sobrevivir a eso que Carl Newport denomina "el gran agotamiento".
Los más jóvenes, llenos de ilusión, pero en la precariedad de trabajos mal pagados y cada vez menos reconocibles.
Los "consagrados", sentando cátedra y aceptando sin ningún tipo de pudor escribir para "la máquina".
Que pena. Y lo llamaban periodismo.
Inteligencia artificial, porque la natural, la que se nos presupone, se ha rendido.
Ganaremos tiempo, productividad.
Cambiaremos el titular y escribiremos sobre aquello que los "lectores", representados por un algoritmo, decidan.
¿Cuántos de los informes que leo, en los que apoyo mi opinión y mi criterio, vienen de "la máquina"?.
Y la pena se desvanece cuando ,con ese café de despedida, hablamos de la próxima edición. De que te vas a San Francisco a conocer a tu nuevo nieto y yo, al paseo marítimo a tomar una cerveza.
Atravieso Fraga, llego a Flix. Y, la pena, vuelve. Sentada en el asiento del copiloto me acaricia la nuca y repite: "ea, ea, ya pasó, ya pasó".
Animo y suerte.
Pdta.: Un buen y gran amigo, me agradece que no haya hablado de las barrigas. 🙂

viernes, 24 de mayo de 2024

James

 


No estaba previsto salir a la calle, ayer por la tarde.
Había muchas cosas que hacer, que organizar para el fin de semana.
Alguna walking meeting, contestar correos, vamos, lo normal.
No estaba previsto que el lavaplatos dijera basta.
No estaba previsto ir a la tienda habitual de electrodomésticos y buscar la posibilidad de sustitución para hoy.
No estaba previsto, al terminar, aprovechar para hacer alguna compra.
No estaba previsto que mientras hablaba por teléfono, al otro lado de la acera, sobre un banco, un perro pastor alemán ladrara con desconsuelo.
No estaba previsto que me pusiera en prevengan.
Al otro lado del banco, un gran bulto estaba en el suelo.
Si, lo confieso, pensé que el perro estaba tratando de llamar la atención para que alguien atendiera a su amo.
Detuve mi conversación.
No estaba previsto que alguien cruzara la calle y resultara ser el dueño, y aquel bulto, una gran mochila.
No estaba previsto que siguiéramos caminando; yo hablando de futuro, de misión, de visión, de consejeros y consejos, mientras ellas entraban en la tienda.
No estaba previsto, que aquel caballero con planta de gigante germano, con gorrilla, mochila, sandalias y pantalón corto se detuviera de una forma que me resultó extraña, con su braco de manchas marrones.
La conversación se entrecortó y me despedí para salir corriendo hacia aquella montaña que movía los labios sin hablar y que convulsionaba, estando de pie.
No estaba previsto que un policía fuera de servicio, lo pusiera de lado y que empezáramos a escuchar esas frases que poco a poco nos llenaron de congoja.
- ¿Alguien ha llamado al 112?
- Pero, ¿y la ambulancia?
El braco, seguía sujeto a su correa y esa correa, seguía sujeta a la mano de su amo con firmeza.
No estaba prevista aquella situación y que el alma se encogiera de aquella manera.
Una cadena de casualidades no previstas.
Alguien trajo una toalla para que el accidentado pudiera estar mejor.
De pronto, abría los ojos, para un segundo después volver a perder la conciencia.
Policía, ambulancia, gente.
Maniobras para la recogida, una plancha, la camilla, un collarín.
Susto, susto, congoja. Esto no estaba previsto, joder.
El braco, James, nervioso, inquieto, viendo que su compañero de paseos, desaparecía de su lado.
James, se vino a casa. A casa de unos desconocidos que no entendían nada y que se llevaron un baño de realidad, una bofetada con toda la mano, sobre la levedad del ser y una mantita con algo de pienso.
M., anoche, estaba en el hospital consciente y estable, esperando diagnostico.
James, ha dormido en casa, o mejor dicho, ha sido el que ha dormido.
Nada de esto estaba previsto.
Un cúmulo de casualidades que hoy, por enésima vez, me dicen que somos frágiles, que la vida puede cambiar en un segundo.
Mientras, James, busca mimos y caricias, hasta que M. venga a buscarlo.
James, Jaime, Jaume, no estaba previsto.
Animo y suerte.

martes, 21 de mayo de 2024

Un cuento

 


Aquel hombre de pantalón negro y chaqueta marrón, caminaba con las manos en los bolsillos, empujando mucho, como si sus brazos pesaran por tener los puños de hierro.
Se le hacía una arruga extraña en la espalda, su cuello se elevaba y levantaba la mirada mientras todo su cuerpo parecía escurrirse hacia el suelo.
Miraba las ventanas, los tejados, incluso se detenía de vez en cuando, como si hubiera recordado algo o distinguiera a alguien conocido en una ventana o en la azotea de una casa.
Antes de cruzar la calle, giraba su cara hacia el sol intentando cargar una batería interna con esa energía y así continuar su camino de búsqueda.
Ahora era la copa de un árbol, ahora quedarse enganchado de una paloma en el arco superior de las farolas o una flor que crecía en la grieta del asfalto.
En un momento, sacó su mano derecha del bolsillo para rascarse la cabeza. El pico del lateral de la chaqueta no varió, seguía estirándose hacia el suelo como si el bolsillo estuviera lleno de guijarros.
La chaqueta, los bolsillos de la chaqueta, parecían una alforja.
El sol, conforme la mañana avanzaba, calentaba más.
Volvió a limpiar la secreción de su nariz, dobló el pañuelo y secó el sudor que empezaba a perlar su frente.
Ahí, de pie, frente al mar, daba la sensación de ser un barco perdido en la quietud del paseo como océano, sin un mínimo de brisa para empujar sus velas. Un naufrago a la espera de otro, en el horizonte.
Una mujer se detuvo a su lado y colocó la mano sobre su hombro.
Ella, llevaba una falda beige, por debajo de la rodilla y una blusa blanca, que contrastaba fuertemente con los colores que vestía él.
Viéndolos de espaldas, con el mar al fondo, Dalí podría haberlos pintado con el título: "Pareja de náufragos, mirando el mar".
Pasaron unos minutos y aquellos brazos dejaron de tener los puños de hierro.
El paseo se llenó de muchos más náufragos que caminaban sin destino, sin hora y sin día, a la búsqueda de la brisa que hinchara sus velas.
Telas ligeras, sombreros Panamá y otros de fieltro. Pasos cadenciosos que poco a poco se convertían en un baile al compas de las olas llegando a la arena.
¿Y para cuando un cuento con esperanzas? O un cuento de luz, o un cuento de risa.
O, simplemente, un cuento lleno de mentiras bonitas, dijo ella.
Un cuento de náufragos, más allá del horizonte, a la espera de brisa. ¿Te sirve?
Animo y suerte.

domingo, 19 de mayo de 2024

Ginkgo



Como casi siempre, las frases que hemos escuchado cientos de veces no saben quien es su autor o ,por el contrario, tienen cien padres.
𝑬𝒏 𝒍𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂 𝒉𝒂𝒚 𝒒𝒖𝒆 𝒉𝒂𝒄𝒆𝒓 𝒕𝒓𝒆𝒔 𝒄𝒐𝒔𝒂𝒔: 𝒕𝒆𝒏𝒆𝒓 𝒖𝒏 𝒉𝒊𝒋𝒐, 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒕𝒂𝒓 𝒖𝒏 𝒂́𝒓𝒃𝒐𝒍 𝒚 𝒆𝒔𝒄𝒓𝒊𝒃𝒊𝒓 𝒖𝒏 𝒍𝒊𝒃𝒓𝒐
Alguien me dijo, que debía añadirse lo de subir en globo, pero me da que no.
En este caso, he buscado un poco y parece que el posible origen puede ser la adaptación de un relato profético de Mujámmad, Mensajero del Islam; aunque también se le asigna la paternidad al político y pensador cubano José Martí.
Pues bien. En mi caso, me faltaba una de esas cosas.
El otro día, cumplí. Planté en el jardín un Ginkgo. Un fósil viviente según dicen.
Libro, hijo y árbol.
Tendré que plantar otro árbol, para igualar en número a los libros y a los hijos. Y si publico otro libro, ¿plantar otro árbol? ¿otro hijo?
Volviendo a Ginkgo, nos preocupaba la altura que pudiera alcanzar, el tamaño de sus raíces, aunque su crecimiento es lento.
Tal vez, en veinte años, pueda alcanzar una altura considerable. Dicen que se han encontrado ejemplares con más de 2500 años y 35 metros de altura.
Veinte años. ¿Quién estará aquí en veinte años? ¿Y en 2500?
A escasos mil metros del epicentro de la explosión de la primera bomba atómica, un ejemplar de Ginkgo biloba, logró brotar la primavera de 1946, al año siguiente del gran error humano. A este Ginkgo se le conoce como 𝐇𝐨𝐬𝐞𝐧-𝐉𝐢, el árbol de la esperanza.
Si, si, mucho dato, mucha cultura, pero ¿ya está?. ¿Esto era todo lo que había que hacer?.
Podríamos hablar de lo que trasciende, lo que queda y nos sobrevive, del legado.
En veinte, treinta años, siendo optimista, ¿qué quedará?.
Ginkgo, seguro ¿y quien/que más?
He plantado esperanza en el jardín. Esperanza en la siguiente primavera, y en la siguiente, y en la siguiente...
Hay una variante de esa frase: 𝐋𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝐜𝐨𝐦𝐢𝐞𝐧𝐳𝐚 𝐚𝐥 𝐭𝐞𝐧𝐞𝐫 𝐮𝐧 𝐡𝐢𝐣𝐨, 𝐩𝐥𝐚𝐧𝐭𝐚𝐫 𝐮𝐧 𝐚́𝐫𝐛𝐨𝐥 𝐲 𝐞𝐬𝐜𝐫𝐢𝐛𝐢𝐫 𝐮𝐧 𝐥𝐢𝐛𝐫𝐨.
Pues, tampoco. No comulgo con ninguna de las dos.
Salgo a visitar a Ginkgo. Asusto a 3ᴘᴀᴛᴀs (el otro día me enteré de que se llama Pep) que está agazapado persiguiendo alguna cría de gorrión caída del nido.
Me acerco a una de sus ramas y le digo bajito:
𝗧𝗼𝗱𝗼𝘀 𝘁𝗲𝗻𝗲𝗺𝗼𝘀 𝗱𝗼𝘀 𝘃𝗶𝗱𝗮𝘀: 𝗹𝗮 𝘀𝗲𝗴𝘂𝗻𝗱𝗮 𝗰𝗼𝗺𝗶𝗲𝗻𝘇𝗮 𝗰𝘂𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗻𝗼𝘀 𝗱𝗮𝗺𝗼𝘀 𝗰𝘂𝗲𝗻𝘁𝗮 𝗱𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝘁𝗲𝗻𝗲𝗺𝗼𝘀 𝘀𝗼𝗹𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝘂𝗻𝗮. Lo dijo Confucio, ¿sabes?.
Un poco más allá, Pep (3ᴘᴀᴛᴀs), me mira con pose de superioridad. Y continúo:
Ginkgo, estoy en la segunda.
Ginkgo, agita sus frágiles ramas como si me dijera:
Animo y suerte.

sábado, 4 de mayo de 2024

Ser



Un soleado sábado que llama a pasear, a vaguear o directamente a tocarse las partes pudendas de forma lánguida o sincopada.
Pues no. Alguna reunión informal, ir a comprar y planificar la comida.
Y de pronto, atando cabos de algunos acontecimientos, me viene a la memoria Rousseau.
El vinculo social, ese contrato. Una sociedad que solo podría existir entendiendo que por encima de ella las pequeñas conexiones por la que los individuos se obligan de manera mutua, o se ligaban al universo de las cosas que los rodean.
Hablo de contrato, pero podría hablar de relación. Podría hablar de leyes.
Y vienen en tropel, Montesquieu, Durkheim y Rousseau.
Ante esta visita tan inesperada, busco en la nevera y pongo en la mesa del jardín unas olivas picantonas, pepinillos, anchoas, relanzones y alguna patata frita.
Pregunto, como quieren el vermut.
Rousseau, lo quiere rojo y amargo. Montesquieu, prefiere cerveza y Durkheim se apunta a un vino blanco.
Se habla del todo poderoso legislador, de que las leyes no podrían ser iguales en un estado democrático que en uno totalitario.
Durkheim, saca un hueso de oliva de su boca y pincha a Rousseau con el "debe ser", para que Montesquieu, mirándome mientras mueve su vaso vacío reclamando otra cerveza, grita ¡es el "ser", más que el "debe ser"!.
Suena el timbre de la puerta de la calle. Saludo a Althusser, pasaba de camino al mar y ha oído las voces y aspavientos de mis invitados.
Se coloca bajo el pino más alto del jardín y subido a una silla, declama:
𝐿𝑎𝑠 𝑙𝑒𝑦𝑒𝑠, 𝑠𝑜𝑛 𝑟𝑒𝑙𝑎𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠 𝑛𝑒𝑐𝑒𝑠𝑎𝑟𝑖𝑎𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑑𝑒𝑟𝑖𝑣𝑎𝑛 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑛𝑎𝑡𝑢𝑟𝑎𝑙𝑒𝑧𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑐𝑜𝑠𝑎𝑠. 𝑌 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑑𝑖𝑗𝑜, 𝑚𝑖 𝑏𝑢𝑒𝑛 𝑎𝑚𝑖𝑔𝑜 𝑀𝑜𝑛𝑡𝑒𝑠𝑞𝑢𝑖𝑒𝑢, 𝑡𝑜𝑑𝑜𝑠 𝑙𝑜𝑠 𝑠𝑒𝑟𝑒𝑠 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒𝑛 𝑠𝑢𝑠 𝑙𝑒𝑦𝑒𝑠: 𝑙𝑎𝑠 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒 𝑙𝑎 𝑑𝑖𝑣𝑖𝑛𝑖𝑑𝑎𝑑, 𝑙𝑎𝑠 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒 𝑒𝑙 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜 𝑚𝑎𝑡𝑒𝑟𝑖𝑎𝑙; 𝑙𝑎𝑠 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒𝑛 𝑙𝑎𝑠 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑙𝑖𝑔𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎𝑠 𝑠𝑢𝑝𝑒𝑟𝑖𝑜𝑟𝑒𝑠 𝑎𝑙 𝘩𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒; 𝑙𝑎𝑠 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒𝑛 𝑙𝑜𝑠 𝑏𝑟𝑢𝑡𝑜𝑠; 𝑙𝑎𝑠 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒 𝑒𝑙 𝘩𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒.
Vuelvo a la cocina, a por más bebidas, y pienso en esos vínculos sociales, por los que ella me llamó ayer. O yo hablé contigo. Ese contrato no escrito. Esa "obligación" de echar de menos, de preocuparse por el bienestar del otro o simplemente, saber de "ellos".
Pienso en una confesión. Pienso en reconocer un error, para mantener ese "contrato", para que siga existiendo.
Pienso en el engaño, en la perdida de confianza, en el incumplimiento de esas otras "leyes". Pienso en estrechar la mano. En dar un abrazo.
Pienso en el "ser", más que en el "debe ser".
Seguirán hablando hasta la hora de la comida.
Una ensalada de tomate con bonito.
Unos muslos de pollo, guisados con manzana, tomillo, romero y cardamomo.
Mandarinas, naranjas y chocolate de café.
¡Que yo también quiero vermut!, grita Althusser.
Ser. Ser o no ser.
Animo y suerte.

miércoles, 1 de mayo de 2024

Bailar



Mújica está malito. Paul Aster dejó de escribir ayer.
En el supermercado no hay masa de empanadillas.
Israel y Gaza, siguen en su pozo de odio.
Ucrania y Rusia, en el suyo.
Y aunque la noticia es que ...𝒆𝒏 𝒍𝒂𝒔 𝒑𝒓𝒐́𝒙𝒊𝒎𝒂𝒔 𝒉𝒐𝒓𝒂𝒔, 𝒆𝒍 𝒑𝒂𝒔𝒐 𝒅𝒆 𝒖𝒏𝒂 𝒃𝒐𝒓𝒓𝒂𝒔𝒄𝒂 𝒅𝒆𝒋𝒂𝒓𝒂́ 𝒍𝒍𝒖𝒗𝒊𝒂𝒔 𝒚 𝒇𝒓𝒊́𝒐 𝒅𝒖𝒓𝒂𝒏𝒕𝒆 𝒍𝒂𝒔 𝒑𝒓𝒊𝒎𝒆𝒓𝒂𝒔 𝒋𝒐𝒓𝒏𝒂𝒅𝒂𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒎𝒆𝒔, 𝒄𝒐𝒊𝒏𝒄𝒊𝒅𝒊𝒆𝒏𝒅𝒐 𝒄𝒐𝒏 𝒍𝒐𝒔 𝒅𝒊́𝒂𝒔 𝒇𝒆𝒔𝒕𝒊𝒗𝒐𝒔, aquí luce un sol espléndido.
En el jardín de mi vecino hay una convención de pájaros alborotados en la melaleuca. Se mueven inquietos entre sus flores rojas, con forma de limpiador de botellas.
El almendro, cargadísimo de frutos, tiene sus ramas queriendo ser de sauce llorón. Por pura envidia, el olivo, muestra entre sus hojas cientos, miles de pequeños frutos arracimados.
Unos pasos más allá, las brevas, prometen un mayo dulce y sabroso.
El ciruelo y el limonero, observan como en el terreno allanado aparecen dos pequeños círculos de tierra más oscura. Hay dos nuevas urbanizaciones que acogerán a sendas colonias de hormigas.
Mariposas gigantes, van del romero a la lavanda y se pierden entre los arbustos buscando vaya usted a saber que.
Un banco, se quiere comer a otro banco. Podríamos llamarlo "fiesta caníbal".
Llegan convocatorias y mensajes. Temas pendientes, Bruselas, mejillones, Atomium.
Gestionar problemas, cambios, mientras las palas de la chumbera siguen creciendo. Se amontonan las anotaciones, los recordatorios y los subrayados en tonos fluorescentes. Un mayo florido y glorioso y un junio triunfal.
Igual que margaritas negras y azules, nocherniego, psiturismo, petricor, cenosilicafobia, turófilo, andan distribuidas por páginas con anotaciones de adorno.
El viento, insistente, junto con las palomas arrullando el momento y de vez en cuando, el pino más grande, lanza una nube de polen.
Me quedo absorto mirando el baile que la sombra de las hojas de las palmeras genera en el suelo.
Hay música abajo.
Deshacer maleta. Hacer maleta.
Ordeno la agenda, la mesa y el cerebro. Mañana más.
Otra mano de amarillo a la escalera. El verde esmeralda de la puerta. Los kilos de espárragos por limpiar, envasar y congelar.
Otro café y pienso como Mújica: "Que me quiten lo bailao"
Animo y suerte.