domingo, 19 de mayo de 2024

Ginkgo



Como casi siempre, las frases que hemos escuchado cientos de veces no saben quien es su autor o ,por el contrario, tienen cien padres.
𝑬𝒏 𝒍𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂 𝒉𝒂𝒚 𝒒𝒖𝒆 𝒉𝒂𝒄𝒆𝒓 𝒕𝒓𝒆𝒔 𝒄𝒐𝒔𝒂𝒔: 𝒕𝒆𝒏𝒆𝒓 𝒖𝒏 𝒉𝒊𝒋𝒐, 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒕𝒂𝒓 𝒖𝒏 𝒂́𝒓𝒃𝒐𝒍 𝒚 𝒆𝒔𝒄𝒓𝒊𝒃𝒊𝒓 𝒖𝒏 𝒍𝒊𝒃𝒓𝒐
Alguien me dijo, que debía añadirse lo de subir en globo, pero me da que no.
En este caso, he buscado un poco y parece que el posible origen puede ser la adaptación de un relato profético de Mujámmad, Mensajero del Islam; aunque también se le asigna la paternidad al político y pensador cubano José Martí.
Pues bien. En mi caso, me faltaba una de esas cosas.
El otro día, cumplí. Planté en el jardín un Ginkgo. Un fósil viviente según dicen.
Libro, hijo y árbol.
Tendré que plantar otro árbol, para igualar en número a los libros y a los hijos. Y si publico otro libro, ¿plantar otro árbol? ¿otro hijo?
Volviendo a Ginkgo, nos preocupaba la altura que pudiera alcanzar, el tamaño de sus raíces, aunque su crecimiento es lento.
Tal vez, en veinte años, pueda alcanzar una altura considerable. Dicen que se han encontrado ejemplares con más de 2500 años y 35 metros de altura.
Veinte años. ¿Quién estará aquí en veinte años? ¿Y en 2500?
A escasos mil metros del epicentro de la explosión de la primera bomba atómica, un ejemplar de Ginkgo biloba, logró brotar la primavera de 1946, al año siguiente del gran error humano. A este Ginkgo se le conoce como 𝐇𝐨𝐬𝐞𝐧-𝐉𝐢, el árbol de la esperanza.
Si, si, mucho dato, mucha cultura, pero ¿ya está?. ¿Esto era todo lo que había que hacer?.
Podríamos hablar de lo que trasciende, lo que queda y nos sobrevive, del legado.
En veinte, treinta años, siendo optimista, ¿qué quedará?.
Ginkgo, seguro ¿y quien/que más?
He plantado esperanza en el jardín. Esperanza en la siguiente primavera, y en la siguiente, y en la siguiente...
Hay una variante de esa frase: 𝐋𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝐜𝐨𝐦𝐢𝐞𝐧𝐳𝐚 𝐚𝐥 𝐭𝐞𝐧𝐞𝐫 𝐮𝐧 𝐡𝐢𝐣𝐨, 𝐩𝐥𝐚𝐧𝐭𝐚𝐫 𝐮𝐧 𝐚́𝐫𝐛𝐨𝐥 𝐲 𝐞𝐬𝐜𝐫𝐢𝐛𝐢𝐫 𝐮𝐧 𝐥𝐢𝐛𝐫𝐨.
Pues, tampoco. No comulgo con ninguna de las dos.
Salgo a visitar a Ginkgo. Asusto a 3ᴘᴀᴛᴀs (el otro día me enteré de que se llama Pep) que está agazapado persiguiendo alguna cría de gorrión caída del nido.
Me acerco a una de sus ramas y le digo bajito:
𝗧𝗼𝗱𝗼𝘀 𝘁𝗲𝗻𝗲𝗺𝗼𝘀 𝗱𝗼𝘀 𝘃𝗶𝗱𝗮𝘀: 𝗹𝗮 𝘀𝗲𝗴𝘂𝗻𝗱𝗮 𝗰𝗼𝗺𝗶𝗲𝗻𝘇𝗮 𝗰𝘂𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗻𝗼𝘀 𝗱𝗮𝗺𝗼𝘀 𝗰𝘂𝗲𝗻𝘁𝗮 𝗱𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝘁𝗲𝗻𝗲𝗺𝗼𝘀 𝘀𝗼𝗹𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝘂𝗻𝗮. Lo dijo Confucio, ¿sabes?.
Un poco más allá, Pep (3ᴘᴀᴛᴀs), me mira con pose de superioridad. Y continúo:
Ginkgo, estoy en la segunda.
Ginkgo, agita sus frágiles ramas como si me dijera:
Animo y suerte.

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