Un soleado sábado que llama a pasear, a vaguear o directamente a tocarse las partes pudendas de forma lánguida o sincopada.
Pues no. Alguna reunión informal, ir a comprar y planificar la comida.
Y de pronto, atando cabos de algunos acontecimientos, me viene a la memoria Rousseau.
El vinculo social, ese contrato. Una sociedad que solo podría existir entendiendo que por encima de ella las pequeñas conexiones por la que los individuos se obligan de manera mutua, o se ligaban al universo de las cosas que los rodean.
Hablo de contrato, pero podría hablar de relación. Podría hablar de leyes.
Y vienen en tropel, Montesquieu, Durkheim y Rousseau.
Ante esta visita tan inesperada, busco en la nevera y pongo en la mesa del jardín unas olivas picantonas, pepinillos, anchoas, relanzones y alguna patata frita.
Pregunto, como quieren el vermut.
Rousseau, lo quiere rojo y amargo. Montesquieu, prefiere cerveza y Durkheim se apunta a un vino blanco.
Se habla del todo poderoso legislador, de que las leyes no podrían ser iguales en un estado democrático que en uno totalitario.
Durkheim, saca un hueso de oliva de su boca y pincha a Rousseau con el "debe ser", para que Montesquieu, mirándome mientras mueve su vaso vacío reclamando otra cerveza, grita ¡es el "ser", más que el "debe ser"!.
Suena el timbre de la puerta de la calle. Saludo a Althusser, pasaba de camino al mar y ha oído las voces y aspavientos de mis invitados.
Se coloca bajo el pino más alto del jardín y subido a una silla, declama:
𝐿𝑎𝑠 𝑙𝑒𝑦𝑒𝑠, 𝑠𝑜𝑛 𝑟𝑒𝑙𝑎𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠 𝑛𝑒𝑐𝑒𝑠𝑎𝑟𝑖𝑎𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑑𝑒𝑟𝑖𝑣𝑎𝑛 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑛𝑎𝑡𝑢𝑟𝑎𝑙𝑒𝑧𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑐𝑜𝑠𝑎𝑠. 𝑌 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑑𝑖𝑗𝑜, 𝑚𝑖 𝑏𝑢𝑒𝑛 𝑎𝑚𝑖𝑔𝑜 𝑀𝑜𝑛𝑡𝑒𝑠𝑞𝑢𝑖𝑒𝑢, 𝑡𝑜𝑑𝑜𝑠 𝑙𝑜𝑠 𝑠𝑒𝑟𝑒𝑠 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒𝑛 𝑠𝑢𝑠 𝑙𝑒𝑦𝑒𝑠: 𝑙𝑎𝑠 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒 𝑙𝑎 𝑑𝑖𝑣𝑖𝑛𝑖𝑑𝑎𝑑, 𝑙𝑎𝑠 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒 𝑒𝑙 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜 𝑚𝑎𝑡𝑒𝑟𝑖𝑎𝑙; 𝑙𝑎𝑠 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒𝑛 𝑙𝑎𝑠 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑙𝑖𝑔𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎𝑠 𝑠𝑢𝑝𝑒𝑟𝑖𝑜𝑟𝑒𝑠 𝑎𝑙 𝘩𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒; 𝑙𝑎𝑠 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒𝑛 𝑙𝑜𝑠 𝑏𝑟𝑢𝑡𝑜𝑠; 𝑙𝑎𝑠 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒 𝑒𝑙 𝘩𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒.
Vuelvo a la cocina, a por más bebidas, y pienso en esos vínculos sociales, por los que ella me llamó ayer. O yo hablé contigo. Ese contrato no escrito. Esa "obligación" de echar de menos, de preocuparse por el bienestar del otro o simplemente, saber de "ellos".
Pienso en una confesión. Pienso en reconocer un error, para mantener ese "contrato", para que siga existiendo.
Pienso en el engaño, en la perdida de confianza, en el incumplimiento de esas otras "leyes". Pienso en estrechar la mano. En dar un abrazo.
Pienso en el "ser", más que en el "debe ser".
Seguirán hablando hasta la hora de la comida.
Una ensalada de tomate con bonito.
Unos muslos de pollo, guisados con manzana, tomillo, romero y cardamomo.
Mandarinas, naranjas y chocolate de café.
¡Que yo también quiero vermut!, grita Althusser.
Ser. Ser o no ser.
Animo y suerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario