jueves, 30 de septiembre de 2021

Bajo el volcán



Y la lava llegó al mar.
Simplemente, inexorablemente. Solo la mirada de asombro al otro lado de las cámaras, las frases excesivas de los comentaristas y el tono neutro de los científicos, generan murmullo en la conversación de barra de bar.
Hace unos meses, nos convertimos en especialistas de virus y aprendimos términos nuevos. Aplanar la curva, efecto rebaño, asintomáticos, vacunas, anticuerpos...
Obtuvimos una contundente experiencia, con titulación incluida, en pocos meses.
Vamos mejorando. Ahora, disertamos sobre volcanes estrombolianos, coladas, columnas eruptivas y vamos poniendo nombre a todos los tipos de explosiones y lavas.
Es casi imposible no dudar de quienes han sido los culpables de esta gran desgracia. Casas, negocios, recuerdos, arrasados por el paso de la lava.
Hoy todos se ponen de acuerdo. Extraño ¿verdad?
Tal vez, todos han tenido algo que ver.
La maledicencia, la murmuración, también están ahí.
Vivir bajo el volcán es vivir en la catástrofe asumida, está en el paisaje la sensación de provisionalidad.
Llevamos ya casi dos años de aprender vocabulario, obligados a asumir la incertidumbre que nunca queríamos aceptar, de aceptar nuestra ignorancia, de valorarnos en lo que somos, poco, nada.
Pero, todo pasa. Las limitaciones de aforo, los infectados, las mentiras, incluso ya nadie se acuerda de Fernando Simón.
Los Palmeros, con el paso del tiempo, pondrán una placa: "Hasta aquí llego la colada de 2021", y algún turista despistado preguntará por ese fenómeno natural que hoy nos asombra y nos sobrecoge.
Unas líneas en el cielo le dan belleza al amanecer. Entre ellas, llego a ver un avión volando a gran velocidad. Cirrocúmulos.
Alguien dice que son sustancias químicas tóxicas (chemtrails), otros hablan de geoingeniería, de control del clima.
Cuando el hombre se vio incapaz de explicar un hecho, los dioses fueron su respuesta.
Hemos aprendido mucho, para volver a la casilla de salida.
¿𝗤𝘂𝗲́ 𝗲𝘀 𝗲𝗹 𝗵𝗼𝗺𝗯𝗿𝗲 𝘀𝗶𝗻𝗼 𝘂𝗻𝗮 𝗺𝗶𝗻𝘂́𝘀𝗰𝘂𝗹𝗮 𝗮𝗹𝗺𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗮𝗻𝘁𝗶𝗲𝗻𝗲 𝗲𝗻 𝘀𝘂 𝘃𝗶𝗱𝗮 𝗮 𝘂𝗻 𝗰𝗮𝗱𝗮́𝘃𝗲𝗿?
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miércoles, 29 de septiembre de 2021

Tu camino



El nerviosismo que un viaje deseado despierta en nosotros. Como nos impacta desde el mismo momento en que se plantea la posibilidad de realizarlo.
Acostarte sabiendo que mañana se inicia; levantarte, en la madrugada, para dar el ultimo vistazo a las maletas y salir hacia el aeropuerto, la estación o simplemente para cruzar la calle. Saber que has dado un nuevo paso que, tal vez, lo cambie todo.
Hoy, tu sonrisa es más grande. Hoy, tus abrazos, tu búsqueda de mi abrazo, es más dulce.
Cuando cruzamos un mensaje o nos llamamos, se nota el viaje, el camino. No es igual que cuando estabas en otro país, o en la playa, o pasabas unos días fuera en un festival de música. Este viaje, es completamente tuyo. No tiene fecha de retorno, no tiene calendario, ni hora de regreso. Es tu viaje. Como debe ser.
A todos nos tiemblan las piernas, y porque no decirlo, nos asusta lo desconocido. Pero el camino está ahí y nos llama. La curiosidad, el ansia de conocer o simplemente, las ganas de vivir nos hacen dar un paso, otro y otro más.
No sabemos que nos deparará el destino tras el siguiente recodo, sudaremos en los repechos y algún calambre nos llevará al suelo. Un amanecer desde lo alto de la montaña, una canción en la garganta al descender de ella. Un suspiro, al tendernos agotados.
Hoy son unos pocos kilómetros, mañana pueden ser miles. Habrá risas, habrá lágrimas, y aun en la distancia, estaré ahí, cerca de ti, siempre.
Se libre, se rebelde, grita, salta, corre, vive. Que tu mirada crezca en brillo, que al mirarte en el espejo, te reconozcas y seas todo verdad.
El camino está ahí, siéntelo, disfrútalo.
Una nueva vuelta al sol.
Ya he llorado suficiente hoy.
Animo y suerte, princesa. Ve y vive. Te quiero.

martes, 28 de septiembre de 2021

Camino a Itaca (XI)



Hacer maletas.
Amanecer maravilloso. Despedida de la ría, de los flamencos.
Despedida de la casa del árbol.
Volvemos a la otra. Ventana, puerta, ventana. Janela, porta, janela. Y esa puerta de los muertos. Nos mira, si.
Compras de última hora. Bordallo Pinheiro, me puede. Caracoles, abejas, mariquitas y claro, sardinas.
Los Moliceiros siguen circulando por la ría, mostrando los encantos de la Venecia portuguesa, las máquinas trabajan sin descanso en las salinas.
Aún no me he ido y deseo volver.
Es como si llevara dentro un fado. Esa melancolía, ese sentimiento de despedida, de pérdida.
El camino sigue. Quedan muchos kilómetros. Del Atlántico al Cantábrico.
Cruzamos la frontera y todo son planes. Pedir a la Cámara Municipal los datos de la propiedad, contactar con los arquitectos, presupuestos. Delante el taller, pegado a la fachada. La casa desplazada dejando un patio en medio para aprovechar el sol de mañana y el de tarde. ¿Y el pozo?.
Parada en medio de la nada. Es tarde, vamos con una hora más. Aún así, nos atienden.
Palencia, la gran desconocida. Probablemente nos equivocamos de zona para cenar. Muchos bares, mucha gente, pero solo beben.
Visita. La Catedral, "la bella desconocida", el "papamoscas", el martirio de San Sebastian, los puentes sobre el río Carrión, la Plaza Mayor, y claro, el Mercado.
Allá en los alto, el Cristo del Otero.
En nada, el Cantábrico. Laredo (Gracias Tinuca Revolvo Ochoa), más tarde Santoña (Gracias Marta Sarabia San Román y Fernando Andonegui).
Mañana, boinas rojas, juramentos, pasacalles, risas, sonrisas y anchoas, muchas anchoas. Una vuelta más al sol. Gente buena, buena gente. Gracias.
No vi a los lestrigones, ni a los Cíclopes, ni al salvaje Poseidón. Itaca me brindó este viaje, llegar ahí es mi destino.
Itaca sigue ahí. El camino no se acaba, hoy, mañana, pasado.
Y Amália Rodrigues canta:
𝑄𝑢𝑎𝑡𝑟𝑜 𝑝𝑎𝑟𝑒𝑑𝑒𝑠 𝑐𝑎𝑖𝑎𝑑𝑎𝑠
𝑈𝑚 𝑐𝘩𝑒𝑖𝑟𝑖𝑛𝘩𝑜 𝑎̀ 𝑎𝑙𝑒𝑐𝑟𝑖𝑚
𝑈𝑚 𝑐𝑎𝑐𝘩𝑜 𝑑𝑒 𝑢𝑣𝑎𝑠 𝑑𝑜𝑖𝑟𝑎𝑑𝑎𝑠
𝐷𝑢𝑎𝑠 𝑟𝑜𝑠𝑎𝑠 𝑛𝑢𝑚 𝑗𝑎𝑟𝑑𝑖𝑚
𝑈𝑚 𝑠𝑎̃𝑜 𝐽𝑜𝑠𝑒́ 𝑑𝑒 𝑎𝑧𝑢𝑙𝑒𝑗𝑜
𝑀𝑎𝑖𝑠 𝑜 𝑆𝑜𝑙 𝑑𝑎 𝑝𝑟𝑖𝑚𝑎𝑣𝑒𝑟𝑎
𝑈𝑚𝑎 𝑝𝑟𝑜𝑚𝑒𝑠𝑠𝑎 𝑑𝑒 𝑏𝑒𝑖𝑗𝑜𝑠
𝐷𝑜𝑖𝑠 𝑏𝑟𝑎𝑐̧𝑜𝑠 𝑎̀ 𝑚𝑖𝑛𝘩𝑎 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟𝑎
𝐸́ 𝑢𝑚𝑎 𝑐𝑎𝑠𝑎 𝑝𝑜𝑟𝑡𝑢𝑔𝑢𝑒𝑠𝑎, 𝑐𝑜𝑚 𝑐𝑒𝑟𝑡𝑒𝑧𝑎
𝐸́, 𝑐𝑜𝑚 𝑐𝑒𝑟𝑡𝑒𝑧𝑎, 𝑢𝑚𝑎 𝑐𝑎𝑠𝑎 𝑝𝑜𝑟𝑡𝑢𝑔𝑢𝑒𝑠𝑎
Cuatro paredes encaladas
Un olor a romero
Un racimo de uvas doradas
Dos rosas en un jardín
San José de azulejos
Además del sol de primavera
Una promesa de besos
Dos brazos esperando por mi
Es una casa portuguesa, seguro
Sin duda es una casa portuguesa

lunes, 27 de septiembre de 2021

Camino a Itaca (X)



No recuerdo el amanecer de ese día. Pero seguro que fue distinto al que ahora mismo veo.
No había una autovía llena de vehículos y luces, fue distinto.
Desayuno tranquilo, escuchando el murmullo cercano de las olas rompiendo al otro lado de las dunas. La lluvia de ayer, ha hecho reverdecer las hojas de los arboles y algún pájaro celebra su desayuno. El cielo está nublado, pero seguro que el sol vence.
Cambio de planes. Visitas canceladas. La casa que me hizo comenzar este camino, no podemos verla. Que lástima. Habíamos contactado con la inmobiliaria hace tiempo, pero era necesario que estuviera el propietario.
No hay problema, hay más.
Otra cancelación.
Había una más para hoy, pero también se cae.
Tomaremos el día de relax. Vaguear paseando por la playa, revisar correos, contestar algunos y buscar más datos de esa posible Itaca que, por ahora, se llama Mira.
Comida rica, mirando al océano, en Costa Nova. Es un sitio divertido, platos relativamente sencillos pero con su punto.
Almejas blancas, camarones rebozados en cacahuete con salsa picante, ensalada de garbanzos, olivada y bacalao y mis queridos ceviches.
Temperatura muy agradable que reactiva las neuronas y un sol que me hace maldecir mi mala memoria, por no tener las gafas de sol.
Vamos a Itaca. El sol aprieta.
Un grupo de ancianos, en un banco, bisbisean sobre esos españoles que pasean mirando ventanas y azoteas.
Una puerta abierta en la Cámara Municipal. Debería estar cerrada, pero un amable Angelo nos recibe. Hablamos en "portuñol" y al momento, nos reímos de la torpeza de ambos.
Vemos planos, hablamos de normas municipales y de casas de estilo Gandares. Restaurar o derribar. Mucho terreno. Puede construirse una urbanización y una plantación de patatas o un jardín inmenso.
Angelo me plantea la posibilidad de pasar mis mañanas cortando el césped, yo, le cambio la idea. El corta el césped y yo preparo una barbacoa. Un gran tipo.
Volvemos a la casa. Nos observa. Nos hace ojitos. Está que no se tiene en pie.
Ventana, puerta, ventana. La puerta de los muertos, y unas pequeñas aperturas cerca del tejado, para ventilar el granero.
Los cimientos son de madera, y en la parte de abajo hay unos orificios para que la casa "respire". Estilo Gandares, nos han dicho.
Si eres tu, mantendremos tu cara, le digo. Tiene que seguir respirando.
Esto sigue.
Y el atardecer nos espera, allí, en el océano.
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jueves, 23 de septiembre de 2021

Camino a Itaca (IX)


Al amanecer, la ría está muy concurrida. Cada islote, como si hubiera habido un reparto organizado, tiene aves esperando el desayuno. En una esquina las gaviotas, más allá flamencos. Unos pájaros pequeños forman nubes que sobrevuelan incansables el agua.
Hoy, más kilómetros. Recorrer la costa hacia el sur.
El cielo deja escapar las primeras gotas de lluvia. De vez en cuando, se puede imaginar el océano amurallado por las dunas.
Cielo gris, lluvia. Vuelve a despejarse, pero las nubes van y vienen.
Lástima, la casa esta demasiado cerca de la carretera. El piso superior está reformado, aunque podrían haber hecho lo mínimo para que el nuevo propietario decidiera. La zona inferior, hay que mirarla con cariño.
Hay un anexo, con el techo regular, con una prensa de uva. La bodega.
El terreno de atrás da hacia una vega. Tiene vistas. Podría servir, pero la carretera manda demasiado.
A pocos kilómetros, los precios se multiplican por dos, por tres e incluso por cinco. Imágenes de postal cara.
Famaliçao, São Martinho do Porto.
El señor de la inmobiliaria es brasileño. Se queja del portugués que hablan los portugueses. Yo no le entiendo la mitad de lo que dice. Es simpático y amable. Conoce lugares y se presta a guiarnos para descubrir la zona.
La lluvia aparece de nuevo con intención de quedarse.
Reponemos fuerzas mientras la tormenta nos alcanza.
El Mosteiro de Alcobaça, Patrimonio de la Humanidad y la mayor iglesia gótica de la Orden del Cister. Allí descansan Inés y Pedro. Dos enamorados. Ella, asesinada en la Quinta das Lágrimas (¡que bonito!), victima del conflicto dinástico entre Portugal y la Corona de Castilla.
Dicen que, él, tomo venganza sobre los asesinos de su amada; a uno le sacó el corazón por el pecho y al otro, por la espalda. Se juraron amor eterno.
Cuenta la leyenda que, Pedro, tomó el cadáver de Inés (en estado de descomposición) y la sentó en el trono. Obligo a su corte y a todos los allí presentes a que le rindieran los honores debidos de reina.
Ya ves tú que dramón.
Sigue lloviendo, bastante. Pero claro, no debes perderte la mayor ola del mundo. Impresionantes imágenes, el océano en todo su esplendor. Olas, olas que arrasan en Nazaré.
Lástima, este atardecer será nublado.
Latas de atún, de sardinas, de bacalao, de vivos colores, divertidas. Quesos curados y algo de picar.
La lluvia cesa y puede ser que el sol, hoy de nuevo, nos agradezca el esfuerzo.
Mañana, el camino sigue. El sol, se esconde y no defrauda.
Una copa de vino blanco. Un día agotador.
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miércoles, 22 de septiembre de 2021

Camino a Itaca (VIII)


El día amanece oscuro. Es como si el verano se hubiera dado cuenta de que le queda poco tiempo. Ha visto, a lo lejos, el otoño y se apresura a hacer las maletas.
El camino nos aleja del océano. En cada cruce se activa la necesidad de búsqueda, el nombre de un pueblo, el color más verde del paisaje, un lago o simplemente, el nombre de la población, su sonoridad.
Juego con la pronunciación. Esa "ñ" construida con "nh", los acentos agudos, los graves, los bigotitos encima de las vocales y los más bonitos, los circunflejos; mientras, al otro lado del río aparece Águeda. Mantiene sus coloridos murales y las calles cubiertas de paraguas, como si así quisieran cambiar el color del cielo.
La casa esta muy cerca del río Boco. Emigrantes retornados. Hermanos con discrepancias que pretenden resolverlas vendiendo el legado.
No hay cimientos, solo los que la respiración de los adobes de arena y cal obliga. La segunda planta, muy poco cuidada, se escurre hacia la baja por más grietas de las que los propietarios reconocen. El tejado, por muchos lugares, abre su boca a un cielo cada vez más gris.
Un jardín asalvajado obliga a buscar el mejor camino a cada paso.
No, no es esta la casa. Derruir, se respira en el ambiente.
En el restaurante, se ha terminado el lagarto. A los 15 minutos de espera, también se ha acabado el 𝒑𝒆𝒊𝒙𝒆. Hay 𝒍𝒖𝒍𝒂𝒔. Una palabra más para el vocabulario. Calamares.
Me abstengo de una nueva dosis de 𝑵𝒂𝒕𝒂𝒔 𝒅𝒐 𝒄𝒆́𝒖.
Vuelta al camino, uno distinto para el regreso. El ansia de ver más, de conocer más, incluso de perderse más.
La luna espera que, una vez más, la piel se erice, que la mente se vacíe.
Que grande, que bella.
El camino, mañana, te espera.
Animo y suerte.
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martes, 21 de septiembre de 2021

Despacio



Si, si... Creo que me faltan unos cuantos capítulos de #caminoaitaca. Pero, se me amontona la vida y la mala baba, también.
La indignación es algo que debería ser una vitamina, algo que al sentirlo, nos hiciera tener más fuerzas, sentirnos mejor. Pero todo lo contrario.
Alguien me dijo hace unos días que había dejado de "comentar" mis reflexiones porque me notaba "enfadado".
Si, llevo tiempo "enfadado", mejor, es indignación.
Cuando algo te afecta de cerca, tu indignación puede ser mayor. Cuando ves peligrar las libertades de personas cercanas o no tan cercanas, debo reconocer que mi indignación, se vuelve cabreo.
Si a ti no te indignan las mismas cosas que a mi, o tus preocupaciones son otras, o simplemente tu carácter es menos "vivo" que el mío, lo acepto; pero no por ello dejaré de manifestarlo.
Las libertades, como las entiende la Megaprincesa Isabel Natividad, o como las entienden las 24.000 personas que dicen haber formado un botellón, o el concepto que manejan los indignados padres de niños y jóvenes que este fin de semana pasearon su "cabreo" al grito de "Fuera sidosos de Madrid", "Fuera maricas de nuestros barrios", porque se sienten asustados por "los diferentes", tienen poco que ver con las que yo defiendo.
Tal vez, la distancia, amortigua la situación. Pero la realidad, es otra.
Están ahí, amenazando. El miedo y la ignorancia son sus armas.
Seguiré "cabreado", seguro. Porque quiero que la indignación me empuje a defender aquello en lo que creo.
Seguro que no gano la batalla, pero estaré en ella, por los míos o por otros.
Ser de corcho, es tan fácil.
Volveremos a vivir bajo el volcán. En los cauces de los ríos. Viviremos sin pensar en la finitud, y volveremos a luchar por libertades que a otros molestarán. Lanzaremos mensajes, ideas, pasos llenos de sangre, de sudor y si, de lágrimas, hasta morir. Hasta que formemos parte de esta tierra, o aquella que nos acoja.
𝖤𝗇𝖼𝗈𝗋𝖾 𝗌’𝗂𝗅 𝗌𝗎𝖿𝖿𝗂𝗌𝖺𝗂𝗍 𝖽𝖾 𝗊𝗎𝖾𝗅𝗊𝗎𝖾𝗌 𝗁𝖾́𝖼𝖺𝗍𝗈𝗆𝖻𝖾𝗌
𝖯𝗈𝗎𝗋 𝗊𝗎’𝖾𝗇𝖿𝗂𝗇 𝗍𝗈𝗎𝗍 𝖼𝗁𝖺𝗇𝗀𝖾𝖺̂𝗍, 𝗊𝗎’𝖾𝗇𝖿𝗂𝗇 𝗍𝗈𝗎𝗍 𝗌’𝖺𝗋𝗋𝖺𝗇𝗀𝖾𝖺̂𝗍!
𝖣𝖾𝗉𝗎𝗂𝗌 𝗍𝖺𝗇𝗍 𝖽𝖾 “𝗀𝗋𝖺𝗇𝖽𝗌 𝗌𝗈𝗂𝗋𝗌” 𝗊𝗎𝖾 𝗍𝖺𝗇𝗍 𝖽𝖾 𝗍𝖾̂𝗍𝖾𝗌 𝗍𝗈𝗆𝖻𝖾𝗇𝗍,
𝖠𝗎 𝗉𝖺𝗋𝖺𝖽𝗂𝗌 𝗌𝗎𝗋 𝗍𝖾𝗋𝗋𝖾 𝗈𝗇 𝗒 𝗌𝖾𝗋𝖺𝗂𝗍 𝖽𝖾́𝗃𝖺̀.
𝖬𝖺𝗂𝗌 𝗅’𝖺̂𝗀𝖾 𝖽’𝗈𝗋 𝗌𝖺𝗇𝗌 𝖼𝖾𝗌𝗌𝖾 𝖾𝗌𝗍 𝗋𝖾𝗆𝗂𝗌 𝖺𝗎𝗑 𝖼𝖺𝗅𝖾𝗇𝖽𝖾𝗌,
𝖫𝖾𝗌 𝖽𝗂𝖾𝗎𝗑 𝗈𝗇𝗍 𝗍𝗈𝗎𝗃𝗈𝗎𝗋𝗌 𝗌𝗈𝗂𝖿, 𝗇’𝖾𝗇 𝗈𝗇𝗍 𝗃𝖺𝗆𝖺𝗂𝗌 𝖺𝗌𝗌𝖾𝗓,
𝖤𝗍 𝖼’𝖾𝗌𝗍 𝗅𝖺 𝗆𝗈𝗋𝗍, 𝗅𝖺 𝗆𝗈𝗋𝗍 𝗍𝗈𝗎𝗃𝗈𝗎𝗋𝗌 𝗋𝖾𝖼𝗈𝗆𝗆𝖾𝗇𝖼𝖾́𝖾…
𝖬𝗈𝗎𝗋𝗋𝗈𝗇𝗌 𝗉𝗈𝗎𝗋 𝖽𝖾𝗌 𝗂𝖽𝖾́𝖾𝗌 𝖽’𝖺𝖼𝖼𝗈𝗋𝖽, 𝗆𝖺𝗂𝗌 𝖽𝖾 𝗆𝗈𝗋𝗍 𝗅𝖾𝗇𝗍𝖾,
𝖣’𝖺𝖼𝖼𝗈𝗋𝖽, 𝗆𝖺𝗂𝗌 𝖽𝖾 𝗆𝗈𝗋𝗍 𝗅𝖾𝗇𝗍𝖾.
𝗦𝗶 𝗮𝗹 𝗺𝗲𝗻𝗼𝘀 𝗻𝗼𝘀 𝗯𝗮𝘀𝘁𝗮𝘀𝗲𝗻 𝗮𝗹𝗴𝘂𝗻𝗮𝘀 𝗵𝗲𝗰𝗮𝘁𝗼𝗺𝗯𝗲𝘀
𝗣𝗮𝗿𝗮 𝗮𝗿𝗿𝗲𝗴𝗹𝗮𝗿 𝗲𝗹 𝗺𝘂𝗻𝗱𝗼, 𝗽𝗮𝗿𝗮, ¡𝗽𝗼𝗿 𝗳𝗶𝗻!, 𝗰𝗮𝗺𝗯𝗶𝗮𝗿.
𝗧𝗿𝗮𝘀 𝘁𝗮𝗻𝘁𝗮 𝗱𝗲𝗴𝗼𝗹𝗹𝗶𝗻𝗮, 𝘁𝗮𝗻𝘁𝗮𝘀 𝗶𝗻𝗺𝗼𝗹𝗮𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀,
𝗲𝗹 𝗽𝗮𝗿𝗮𝗶́𝘀𝗼 𝗲𝗻 𝘁𝗶𝗲𝗿𝗿𝗮 𝘁𝗲𝗻𝗱𝗿𝗶́𝗮𝗺𝗼𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗹𝗰𝗮𝗻𝘇𝗮𝗿.
𝗣𝗲𝗿𝗼 𝗹𝗮 𝗲𝗱𝗮𝗱 𝗱𝗼𝗿𝗮𝗱𝗮 𝗱𝘂𝗲𝗿𝗺𝗲 𝗲𝗻 𝗲𝗹 𝗰𝗮𝗹𝗲𝗻𝗱𝗮𝗿𝗶𝗼,
𝗹𝗼𝘀 𝗱𝗶𝗼𝘀𝗲𝘀 𝘁𝗶𝗲𝗻𝗲𝗻 𝘀𝗲𝗱, 𝗻𝘂𝗻𝗰𝗮 𝘁𝗶𝗲𝗻𝗲𝗻 𝗯𝗮𝘀𝘁𝗮𝗻𝘁𝗲,
𝘆 𝗼𝘁𝗿𝗮 𝘃𝗲𝘇 𝗲𝘀 𝗹𝗮 𝗺𝘂𝗲𝗿𝘁𝗲, 𝘀𝗲𝘃𝗲𝗿𝗮 𝘆 𝗮𝗽𝗿𝗲𝗺𝗶𝗮𝗻𝘁𝗲…
𝗠𝗼𝗿𝗶𝗿 𝗽𝗼𝗿 𝗹𝗮𝘀 𝗶𝗱𝗲𝗮𝘀, 𝘀𝗶́, 𝗽𝗲𝗿𝗼 𝗱𝗲𝘀𝗽𝗮𝗰𝗶𝗼,
𝗽𝗲𝗿𝗼 𝗱𝗲𝘀𝗽𝗮𝗰𝗶𝗼.
Animo y suerte.
* Morir por las ideas - Georges Brassens - Mourir pour des idées
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viernes, 17 de septiembre de 2021

Camino a Itaca (VII)



Es domingo. El cuerpo pide algo de tranquilidad. (Si, si. Llevo unos días de retraso)
Trote cochinero por la ría. Detalles de pájaros de muchos tipos, tanto locales como migratorios. Algo de bruma.
A media mañana, apetece una cabezada al lado de la piscina de la casa del árbol.
Casi encefalograma plano.
A lo lejos, se oye la megafonía del circo. Hace calor, pero en la sombra corre una agradable brisa.
Habrá que comer. Una "mariscada super mega plus", que no hace honor a su nombre.
En la playa, crecen las casetas de tamaño reducido, hay cada vez más vallas de tela, alrededor, para protegerse de la fina arena blanca que llega en rachas.
Dan ganas de volver a la hamaca.
¡Corre, corre!
El atardecer llega con todo su esplendor. Doloroso, por lo efímero. Impresionante por sus colores, por su belleza.
La playa, desierta, a excepción de algún personaje de Sorolla que lanza su caña incansable. Solo ese rugido, amable, del oleaje, que poco a poco llega desde más cerca.
Vamos a cenar. Servilletas con ojal y cilantro, mucho cilantro.
Solo ha sido un descanso, el camino sigue.
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jueves, 16 de septiembre de 2021

Camino a Itaca (VI)



Amanecer maravilloso mirando a la ría. Camino hasta la zona del puerto de Costa Nova. A la vuelta, los caracoles hacen equilibrios en la punta de algunos arbustos.
Sigue la búsqueda de lugares atrayentes y que puedan ser el destino de este camino a Itaca. Tocha, con su costa cada vez más abarrotada de adosados y apartamentos, dejando arrinconados los maravillosos Palheiros.
Almejas blancas y sardinhas grelhadas, para tomar fuerzas. Arenales, océano, sol.
Los portuenses dicen que "mientras Lisboa se divierte, Coímbra estudia, Braga reza y Oporto trabaja.
Coímbra nos recibe con un día caluroso, casi de bochorno.
Subimos la gran escalinata hasta la plaza de la Universidad. Edificios imponentes, obras en todas las direcciones.
Iglesia de Santa Cruz, más obras en las calles empinadas. Con ese sabor decadente, los murales de colores animan a seguir paseando en modo escalada.
El cansancio, se nota.
Al atardecer, un pescado del día a la plancha. Un delicioso ceviche, la sopa del día y vino blanco muy frío.
La casa en el árbol, protege, ayuda. Mañana, tal vez sea necesario descansar más. Cada vez más claro. Cada vez mejor. El camino sigue.
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martes, 14 de septiembre de 2021

Camino a Itaca (V)



Erase una vez, un pez.
Nació en el océano, rodeado del amor de sus padres y de una multitud de otros pescados. Grandes, pequeños, de agiles aletas y doradas pieles.
Aprendió a esquivar anzuelos y redes. Era curioso, un tanto enamoradizo y rebelde, en su juventud. Con el tiempo, las escamas se curtieron y los movimientos de su cuerpo al nadar, eran más ágiles y fuertes.
A veces, competía con otros peces saltando olas.
-¡Vamos, que viene otra!
Un grupo de aguerridos pescados movían su aleta caudal y lanzaban su cuerpo hacia el cielo, intentando que la cresta de la ola, no los alcanzara.
Para nuestro pez, poco importaba la victoria, solo quería volver a saltar, una y otra vez, y poder ver sin agua salada de por medio, la lejanía, el horizonte.
Un día, ese horizonte, cambió.
Alguna vez los había visto en barcos pesqueros y recordaba las enseñanzas de sus padres, sobre ellos.
- No pueden vivir en el océano. Se limitan a chapotear cerca de la orilla y cuando intentan llegar más lejos, las fuerzas les fallan, se hunden y se ahogan.
Aquellos, llevaban poca ropa. Y la que llevaban era de llamativos colores. Paseaban, correteaban o chapoteaban. Algunos, bajo unos techos muy coloridos que, seguramente, les protegían del sol.
¿Cómo se verá el mar desde ahí?, se preguntó.
¿Y un atardecer? ¿Y la salida del sol?.
A partir de aquel momento, esas preguntas se repetían todos los días en la pleamar.
Con mucho cuidado, se acercaba a la orilla y aprovechando el oleaje, practicaba sus mejores saltos; no con la intención de esquivar la cresta de la ola, sino para que ella le empujara lo más adentro posible, hasta alcanzar el arenal, las dunas y desde ahí poder disfrutar de esa imagen anhelada.
A veces, llegaba unas decenas de metros tierra adentro. Pero no era suficiente. Envuelto en la ola de regreso o en las corrientes de resaca, debatiéndose por la falta de aire, volvía al océano, agotado, exhausto, pero con más ansia de un nuevo intento.
Habló con los saltarines del fango, con las anguilas, con los blenios intermareales que vivían en grietas húmedas entre la tierra y el mar. Quería conseguirlo, un amanecer, un atardecer. Ver el mar, el océano, desde el otro lado.
Pasó mucho tiempo y sea por casualidad o porque había llegado el momento, el pez saltó de nuevo. Con todas sus fuerzas, con más ímpetu que nunca, hizo una cabriola y vio reflejada su brillante piel sobre el agua. El sol descendía.
Rebotó en el suelo y boqueando, pudo, al fin, observar aquel espectáculo.
Su alma, si los peces tienen alma, se sentía bien, maravillada y porque no decirlo, feliz.
Ya solo quedaba esperar al amanecer.
El viaje, esta vez, no tuvo vuelta.

lunes, 13 de septiembre de 2021

Camino a Itaca (IV)



Una casa grande. En frente, otra casa. A la derecha, otra, y así hasta el infinito.
Grande, muy grande. Placas solares como para olvidar el coste de la luz. Sauna en el sótano. Una habitación, otra, otra, otra más. Baños para satisfacer todos los posibles TOC, sanitarios y de limpieza. Terrazas, muchas terrazas.
Lo mejor, la claraboya en el sótano y la playa a menos de un paseo. Pero, ya.
Mira, nos espera.
Lagos, zonas verdes para pasear o ir en bicicleta, la playa muy cerca. Lastima que la casa parece haber bajado de la colina de Psicosis.
Ubicación que pasa a la lista de "importantes" y "a considerar". Es un pueblo, que en invierno, seguro, también está vivo.
Hay varios lagos. El del hotel, es magnífico. El molino de agua, las arboledas. Si.
Unos cuantos kilómetros más allá una casa construida después de la segunda Gran Guerra. El propietario habla de una estructura magnífica. Lastima que las vigas y las grietas, reconocen su edad y la gritan con fuerza.
El jardín magnífico. Todo tipo de arboles frutales, flores y plantas sobreviviendo a la falta de cuidado y la decadencia.
Un chotillo, capitanea a un grupo de 4 o 5 más, como un cuerpo de élite vigilante.
Hace calor, no ha vuelto a llover.
Cena en el Club de vela, junto a la ría.
Deliciosa Açorda de bogavante y camarones. Un denso sofrito de pan, cebolla, tomate y algo de cilantro, con pescados. Échale imaginación y conseguirás maravillas.
Lenguas de bacalao en tempura. Vinos blancos. Con sabor frutal y herbáceo. El segundo, fuerte, duro, con mucha madera.
Una deconstrucción de Natas do Céu, que mejor hubieran estado en modo clásico.
Cansancio en la mirada, en las piernas, en la espalda.
Un paseo en la oscuridad, dejando que las luces y alguna gaviota, nos empujen a la casa del árbol.
El camino sigue.
Animo y suerte.
Pdta.: Las Natas du Céu, nada que ver con las natillas.
Lo dice Wikipedia.
Pues mal dicho.
Es distinto, es otra cosa. Las Natas do Céu, son eso. Una crema bajada del cielo, así, sin paliativos.
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domingo, 12 de septiembre de 2021

Camino a Itaca (III)



La noche fue lluviosa. Al amanecer, el cañaveral flanqueaba la senda. El suelo tapizado de pieles de caña, era mullido y fácil de andar.
El sol, a mi espalda, estiraba las sombras en dirección a las dunas.
Vegetación rastrera que se enganchaba en mis pies, intentado sujetarme, tal vez para unos minutos de conversación. La típica de caminantes solitarios.
- Buenos días.
- Buenos sean.
- ¿Dónde va?
- A la búsqueda del océano.
- Yo también, pero ya ve. Aquí, intentándolo día a día. Arrastrándome. Seguro que algún día.
- A la vuelta le cuento.
- Obrigado
- Bom día
Desde la cima del arenal el oleaje se escucha fuerte, pero con tono alegre, dando la bienvenida.
A lo lejos, como en un cuadro de Sorolla, se perfila un pescador, tal vez dos.
Aguzo la mirada y distingo como avanzan y retroceden, lanzando sus aparejos evitando el oleaje.
A izquierda y derecha se extiende la playa. Allá a lo lejos puede verse el Farol de Aveiro. Al otro lado, el horizonte es Vagueira.
En la arena, miles, cientos de miles o millones de pequeños orificios, como si con un palillo alguien se hubiera entretenido, crean la red por la que la arena respira. Al dar pasos, tantos insectos como orificios, forman una nube, saltan, y enloquecen a mi paso.
Mis pisadas son las únicas sobre la arena. Poco a poco, veo otras. En la misma dirección o en otra. Alguna huella de animal. Marcas de palos verticales que sirven para no perderse en los arenales y buscar salida hacia las lagunas. Incluso algún monumento a la estupidez humana, erigido por marinos indignados. Botellas, guantes y otros artilugios conforma un punto de encuentro y de vergüenza.
Llego hasta el rompeolas. Los primeros bañistas asumen el riesgo de moverse dentro del océano. Un poco más allá las gaviotas junto a otras pequeñas aves han hecho su campamento.
Subo a las dunas y busco con la mirada los pinos, los cañaverales y los eucaliptos. El calor empieza a apretar. Si encuentro la vegetación del amanecer, le hablaré del océano, de su belleza, de su bravura. Hay más camino.
Animo y suerte.
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sábado, 11 de septiembre de 2021

Camino a Itaca (II)

 


En el cielo nubes amenazadoras, que a fuerza de verlas se añoran si en un momento desaparecen.
Grandes extensiones verdes tapizan el camino hasta llegar a los canales, las salinas, las góndolas. Las primeras palabras silbantes, donde los acentos importan y las parejas de consonantes se pronuncian
Hay que reponer fuerzas, después, seguir el camino hasta la casa entre los arboles que dará cobijo.
Arroz, rape y camarones como para una familia numerosa. Natas do céu, como droga final. Abrir los ojos, seguir.
Marcos de ventanas, fachadas y tejados con vivos colores. Verdes, rosas, azules.
Casas construidas de espaldas al océano y de cara a los canales y la ría.
Ya noto el olor a sal, y a lo lejos, las dunas parecen dar la bienvenida.
Ser gaviota y sobrevolar las islas e islotes que viven en la laguna, observando los caminos que buscan el océano.
Franjas verticales de color, te llevan a un efímero cuento de pescadores en la antigüedad. Almacenes para los utensilios de pesca, ahora cobijan miradas y turistas.
A un lado la ría, al otro, tras las dunas, el océano.
La lluvia comienza en la Playa de los Vagos, olas rugientes que juegan con pequeñas gotas que en un minuto se convierten en cortina.
El imprescindible bacalao y el espeto de tamboril y cerdo, deliciosos aun con la ropa algo húmeda.
En la mesa de al lado, ya no comen. Solo vacían, una tras otra, copas de licor.
Pido la mía. El eucalipto y el romero, están ahí, me acompañarán hasta llegar a la casa del árbol.
Mañana, lo primero, el amanecer. Seguro que es espectacular.
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jueves, 9 de septiembre de 2021

Camino a Itaca (I)



Quieras o no, los Ciclopes, Poseidón o los Legistrones acechan. Intento que mis demonios me empujen y no sean una pesada carga. Vértigo por esa hondonada, por ese repecho, por el descubrimiento en el próximo recodo.
No regreso, no vuelvo a casa. Avanzo a la aventura, busco experiencias.
Espero que el camino sea largo, todo lo largo que mis fuerzas y la vida me permitan.
Maravillosas mercancías, perfumes, ciudades que nunca he visitado, puertos y aldeas. Personas y costumbres.
Llenarte de conocimientos, de experiencias.
Tal vez, el camino, cambie bruscamente de dirección y me hará estar dispuesto a un nuevo plan, a un nuevo destino.
Pasaran los días, tal vez meses o años. Otro calzado, la ropas ligeras del verano serán abrigos y bufandas para el invierno. Más arrugas, quedará menos pelo. La piel se curtirá por sol y viento. Todo será cambiante.
Hoy, más que nunca, soy consciente del camino recorrido.
Hoy, más que nunca, quiero seguir andando, tropezando y levantándome de nuevo.
No hay prisa en llegar al destino, solo hambre de camino.
Odiseo, Penélope y Telémaco me esperan.
Animo y suerte.
*Imagen: Constantino Cavafis
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domingo, 5 de septiembre de 2021

Lazareto



 𝐥𝐚𝐳𝐚𝐫𝐞𝐭𝐨

𝐃𝐞𝐥 𝐢𝐭. 𝐥𝐚𝐳𝐳𝐚𝐫𝐞𝐭𝐭𝐨.
𝟏. 𝐦. 𝐄𝐬𝐭𝐚𝐛𝐥𝐞𝐜𝐢𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐬𝐚𝐧𝐢𝐭𝐚𝐫𝐢𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐚𝐢𝐬𝐥𝐚𝐫 𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐢𝐧𝐟𝐞𝐜𝐭𝐚𝐝𝐨𝐬 𝐨 𝐬𝐨𝐬𝐩𝐞𝐜𝐡𝐨𝐬𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐞𝐧𝐟𝐞𝐫𝐦𝐞𝐝𝐚𝐝𝐞𝐬 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐚𝐠𝐢𝐨𝐬𝐚𝐬.
𝟐. 𝐦. 𝐇𝐨𝐬𝐩𝐢𝐭𝐚𝐥 𝐝𝐞 𝐥𝐞𝐩𝐫𝐨𝐬𝐨𝐬.
𝐽𝑢𝑛𝑡𝑜𝑠, 𝑖𝑔𝑢𝑎𝑙𝑒𝑠, 𝑢𝑛𝑖𝑑𝑜𝑠. 𝑆𝑒𝑝𝑎𝑟𝑎𝑑𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑎𝑞𝑢𝑒𝑙𝑙𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑒𝑛𝑡𝑖𝑒𝑛𝑑𝑒𝑛 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑎𝑟𝑑𝑒 𝑑𝑒𝑛𝑡𝑟𝑜. 𝐸𝑛 𝑢𝑛 𝑠𝑖𝑙𝑒𝑛𝑐𝑖𝑜 𝑑𝑒 𝑝𝑎𝑙𝑎𝑏𝑟𝑎𝑠, 𝑞𝑢𝑒 𝑟𝑒𝑐𝑜𝑛𝑓𝑜𝑟𝑡𝑎.
𝐸𝑠𝑡𝑎 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑑𝑖𝑐𝘩𝑜.
𝐿𝑎𝑠 𝑙𝑙𝑎𝑚𝑎𝑠, 𝑠𝑒 𝑎𝑣𝑖𝑣𝑎𝑛, 𝑙𝑙𝑒𝑔𝑎𝑛 𝑎𝑙 𝑝𝑒𝑐𝘩𝑜, 𝑎𝑙 𝑐𝑢𝑒𝑙𝑙𝑜, 𝑎 𝑙𝑜𝑠 𝘩𝑜𝑚𝑏𝑟𝑜𝑠 𝑦 𝑎 𝑙𝑜𝑠 𝑝𝑖𝑒𝑠.
𝑃𝑢𝑒𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑎𝑔𝑖𝑎𝑟𝑡𝑒. 𝑉𝑒𝑛.