El nerviosismo que un viaje deseado despierta en nosotros. Como nos impacta desde el mismo momento en que se plantea la posibilidad de realizarlo.
Acostarte sabiendo que mañana se inicia; levantarte, en la madrugada, para dar el ultimo vistazo a las maletas y salir hacia el aeropuerto, la estación o simplemente para cruzar la calle. Saber que has dado un nuevo paso que, tal vez, lo cambie todo.
Hoy, tu sonrisa es más grande. Hoy, tus abrazos, tu búsqueda de mi abrazo, es más dulce.
Cuando cruzamos un mensaje o nos llamamos, se nota el viaje, el camino. No es igual que cuando estabas en otro país, o en la playa, o pasabas unos días fuera en un festival de música. Este viaje, es completamente tuyo. No tiene fecha de retorno, no tiene calendario, ni hora de regreso. Es tu viaje. Como debe ser.
A todos nos tiemblan las piernas, y porque no decirlo, nos asusta lo desconocido. Pero el camino está ahí y nos llama. La curiosidad, el ansia de conocer o simplemente, las ganas de vivir nos hacen dar un paso, otro y otro más.
No sabemos que nos deparará el destino tras el siguiente recodo, sudaremos en los repechos y algún calambre nos llevará al suelo. Un amanecer desde lo alto de la montaña, una canción en la garganta al descender de ella. Un suspiro, al tendernos agotados.
Hoy son unos pocos kilómetros, mañana pueden ser miles. Habrá risas, habrá lágrimas, y aun en la distancia, estaré ahí, cerca de ti, siempre.
Se libre, se rebelde, grita, salta, corre, vive. Que tu mirada crezca en brillo, que al mirarte en el espejo, te reconozcas y seas todo verdad.
El camino está ahí, siéntelo, disfrútalo.
Una nueva vuelta al sol.
Ya he llorado suficiente hoy.
Animo y suerte, princesa. Ve y vive. Te quiero.
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