Hacer maletas.
Amanecer maravilloso. Despedida de la ría, de los flamencos.
Despedida de la casa del árbol.
Volvemos a la otra. Ventana, puerta, ventana. Janela, porta, janela. Y esa puerta de los muertos. Nos mira, si.
Compras de última hora. Bordallo Pinheiro, me puede. Caracoles, abejas, mariquitas y claro, sardinas.
Los Moliceiros siguen circulando por la ría, mostrando los encantos de la Venecia portuguesa, las máquinas trabajan sin descanso en las salinas.
Aún no me he ido y deseo volver.
Es como si llevara dentro un fado. Esa melancolía, ese sentimiento de despedida, de pérdida.
El camino sigue. Quedan muchos kilómetros. Del Atlántico al Cantábrico.
Cruzamos la frontera y todo son planes. Pedir a la Cámara Municipal los datos de la propiedad, contactar con los arquitectos, presupuestos. Delante el taller, pegado a la fachada. La casa desplazada dejando un patio en medio para aprovechar el sol de mañana y el de tarde. ¿Y el pozo?.
Parada en medio de la nada. Es tarde, vamos con una hora más. Aún así, nos atienden.
Palencia, la gran desconocida. Probablemente nos equivocamos de zona para cenar. Muchos bares, mucha gente, pero solo beben.
Visita. La Catedral, "la bella desconocida", el "papamoscas", el martirio de San Sebastian, los puentes sobre el río Carrión, la Plaza Mayor, y claro, el Mercado.
Allá en los alto, el Cristo del Otero.
En nada, el Cantábrico. Laredo (Gracias Tinuca Revolvo Ochoa), más tarde Santoña (Gracias Marta Sarabia San Román y Fernando Andonegui).
Mañana, boinas rojas, juramentos, pasacalles, risas, sonrisas y anchoas, muchas anchoas. Una vuelta más al sol. Gente buena, buena gente. Gracias.
No vi a los lestrigones, ni a los Cíclopes, ni al salvaje Poseidón. Itaca me brindó este viaje, llegar ahí es mi destino.
Itaca sigue ahí. El camino no se acaba, hoy, mañana, pasado.
Y Amália Rodrigues canta:
𝑄𝑢𝑎𝑡𝑟𝑜 𝑝𝑎𝑟𝑒𝑑𝑒𝑠 𝑐𝑎𝑖𝑎𝑑𝑎𝑠
𝑈𝑚 𝑐𝘩𝑒𝑖𝑟𝑖𝑛𝘩𝑜 𝑎̀ 𝑎𝑙𝑒𝑐𝑟𝑖𝑚
𝑈𝑚 𝑐𝑎𝑐𝘩𝑜 𝑑𝑒 𝑢𝑣𝑎𝑠 𝑑𝑜𝑖𝑟𝑎𝑑𝑎𝑠
𝐷𝑢𝑎𝑠 𝑟𝑜𝑠𝑎𝑠 𝑛𝑢𝑚 𝑗𝑎𝑟𝑑𝑖𝑚
𝑈𝑚 𝑠𝑎̃𝑜 𝐽𝑜𝑠𝑒́ 𝑑𝑒 𝑎𝑧𝑢𝑙𝑒𝑗𝑜
𝑀𝑎𝑖𝑠 𝑜 𝑆𝑜𝑙 𝑑𝑎 𝑝𝑟𝑖𝑚𝑎𝑣𝑒𝑟𝑎
𝑈𝑚𝑎 𝑝𝑟𝑜𝑚𝑒𝑠𝑠𝑎 𝑑𝑒 𝑏𝑒𝑖𝑗𝑜𝑠
𝐷𝑜𝑖𝑠 𝑏𝑟𝑎𝑐̧𝑜𝑠 𝑎̀ 𝑚𝑖𝑛𝘩𝑎 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟𝑎
𝐸́ 𝑢𝑚𝑎 𝑐𝑎𝑠𝑎 𝑝𝑜𝑟𝑡𝑢𝑔𝑢𝑒𝑠𝑎, 𝑐𝑜𝑚 𝑐𝑒𝑟𝑡𝑒𝑧𝑎
𝐸́, 𝑐𝑜𝑚 𝑐𝑒𝑟𝑡𝑒𝑧𝑎, 𝑢𝑚𝑎 𝑐𝑎𝑠𝑎 𝑝𝑜𝑟𝑡𝑢𝑔𝑢𝑒𝑠𝑎
Cuatro paredes encaladas
Un olor a romero
Un racimo de uvas doradas
Dos rosas en un jardín
San José de azulejos
Además del sol de primavera
Una promesa de besos
Dos brazos esperando por mi
Es una casa portuguesa, seguro
Sin duda es una casa portuguesa
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