Ayer, mientras regresaba a casa, después de participar en un evento con antiguos compañeros de otra vida, me pilló la pena.
Vigesimosegunda edición. Más viejos, más calvos, con más gafas, o mejor, con muchas toneladas de experiencia.
Con un punto de estar de vuelta de todo, con nietos, y la mayoría intentando sobrevivir a eso que Carl Newport denomina "el gran agotamiento".
Los más jóvenes, llenos de ilusión, pero en la precariedad de trabajos mal pagados y cada vez menos reconocibles.
Los "consagrados", sentando cátedra y aceptando sin ningún tipo de pudor escribir para "la máquina".
Que pena. Y lo llamaban periodismo.
Inteligencia artificial, porque la natural, la que se nos presupone, se ha rendido.
Ganaremos tiempo, productividad.
Cambiaremos el titular y escribiremos sobre aquello que los "lectores", representados por un algoritmo, decidan.
¿Cuántos de los informes que leo, en los que apoyo mi opinión y mi criterio, vienen de "la máquina"?.
Y la pena se desvanece cuando ,con ese café de despedida, hablamos de la próxima edición. De que te vas a San Francisco a conocer a tu nuevo nieto y yo, al paseo marítimo a tomar una cerveza.
Atravieso Fraga, llego a Flix. Y, la pena, vuelve. Sentada en el asiento del copiloto me acaricia la nuca y repite: "ea, ea, ya pasó, ya pasó".
Animo y suerte.
Pdta.: Un buen y gran amigo, me agradece que no haya hablado de las barrigas.
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