Es habitual que Mirlo y sus amigos, llegada la prima Vera, se instalen en la barandilla de la terraza y generen animadas charlas que a ellos les sientan maravillosamente y a mi, consiguen despertarme.
Llevamos unos días en que el despertar viene precedido de un insistente y machacón sonido de bocinas. Un método de protesta que no entiendo. ¿Legítimo? Seguramente pero, como decía, no entiendo.
La queja, en esencia, se refiere al precio de los combustibles. Yo también me apunto a esa queja y desde hace unas semanas trato de utilizar el coche lo menos posible.
Ellos no. Entran y salen de la autovía a velocidad lenta, haciendo sonar sus bocinas, una y otra vez.
Se reúnen en un aparcamiento cercano cientos de camiones y, supongo, establecen turnos de bocineo y paseo reivindicador.
Pero ¿no eran caros los combustibles?
He imaginado un lugar sin ruidos y lo he buscado. Y resulta que existe.
La cámara anecoica. "Una sala diseñada para absorber en su totalidad las reflexiones producidas por ondas acústicas o electromagnéticas en cualquiera de las superficies que la conforman. La cámara se encuentra aislada del exterior de cualquier fuente de ruido o influencia sonora externa".
Pero, mi gozo en un pozo. Los científicos dicen que es imposible pasar más de 45 minutos escuchando el silencio "puro".
Nuestro cerebro se tensiona. Si hablamos, nuestras palabras "no suenan" porque no rebotan en las paredes. Es como gritar en una almohada.
Es tal la tensión generada que podríamos llegar a la locura.
O sea, que las bocinas nos salvan de la locura.
Recuerdo una huelga "salvaje" de los controladores aéreos en 2010, muy discutida y también legítima, o así lo determinaron un montón de jueces, en las causas abiertas contra estos profesionales.
Entonces, se cerró el espacio aéreo. Y fueron los militares quienes ocuparon los puestos de los huelguistas.
Ahora, no llega Estrella Galicia a los lineales.
Igual si hablamos con la Infantería... Pero sin bocina, por favor.
Animo y suerte.
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