Tregua de Navidad. I Guerra Mundial. 1914 |
Viernes.
Abrumado. Totalmente abrumado por la realidad.
La adversidad se ceba en personas que nunca merecerían, por muy odiosas que fueran, nada de lo que les ocurre.
La enfermedad, la maldita lotería, que una y otra vez les toca a los mismos.
Esos pequeños accidentes. que pueden resultar un mundo. Se estropea el coche, el horno, o simplemente el viento rompe un cristal.
Esa puta realidad, que hace que una persona tema que le digan algo, o peor, a sus hijos. Por hablar otro idioma o tener la piel de otro color.
La puta realidad que convierte en superheroes a personas sencillas y frágiles (como todos), que se quedan entre los humanos, porque les caemos bien, simplemente.
Esa puta realidad, que debería dar más de arena que cal.
Esa puta realidad, que nos llena de rabia, cuando nos gustaría poder hacer algo y debemos conformarnos con escuchar, con estar ahí.
Esa puta realidad, esa tozuda realidad.
No, no son tonterías. Es la guerra con la puta realidad.
Todo guerrero, todo superheroe, tiene derecho a una tregua.
El cansancio, es mucho. Pero no podrá con nosotros.
Lo conseguiremos.
“Entonces sentí una tremenda opresión en el pecho, una opresión en la que no parecía estar afectado ningún órgano físico, pero que era algo asfixiante, insoportable. Ahí, en el pecho, cerca de la garganta, ahí debe estar el alma, hecha un ovillo.”― Mario Benedetti, La tregua
Animo y suerte.
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