sábado, 10 de abril de 2021

12000 pasos más


Pensaba salir, pero el cielo apunta lluvia y no era cuestión de volver empapado.
Salgo por la puerta de la terraza cubierta. Uno, dos.
A la izquierda el banco de teca y algunos palets que, en unos días, protegerán a las plantas de la curiosidad de Isi.
Dejo a la derecha el olivo y la palmera de tres cabezas que Filomena asesino. Más palets. La sombrilla. Cinco, seis, siete.
A la izquierda, el carrito del aloe. A la derecha la barbacoa y un poco más adelante el baúl que le sirve a Isi de atalaya.
Tengo que revisarlo. Sigue habiendo dentro juguetes de las crías, de cuando eran eso, crías.
Muchos amaneceres, Isi sobre el baúl, a mi espalda y yo con lágrimas como puños, por tanta grandeza.
Giro a la derecha. Dieciséis, diecisiete, dieciocho.
Los sillones de mimbre. Están destrozados, pero me siguen pareciendo entrañables, acogedores y son mi refugio al mediodía, cuando el sol esta alto y la copa de vino es imprescindible.
La mesa. Esquivo por la izquierda. Veinticinco, veintiséis, veintisiete.
El césped artificial lo tengo que recoger. Debe estar mojado de la última lluvia.
Doy un sorbo al café que llevo en la mano y dejo la taza sobre el poyete.
Esquivo la mesa, los sillones.
La radio habla de películas. Tesis. Cine español. Un estudio sobre el consumo de alcohol.
Hoy no amanecerá de forma explosiva. Será la lucha en tre la bruma, las nubes y la luz.
Enfermeras atacadas por la ansiedad, por el miedo.
Enfermedades como el Parkinson, que cambian vidas.
Al fondo, la puerta de la terraza cubierta. Las plantas más débiles, las que quedaron después del temporal, me miran con hojas de frío y verde intenso.
Una vuelta más.
Ahora suenan boleros.
Esperare
A que sientas lo mismo que yo
A que la luna la mires del mismo color
Esperare
Que adivines mis versos de amor
A que en mis brazos encuentres calor.
Esperare
A que vayas por donde yo voy
A que tu alma me des como yo te la doy
Entra un mensaje y tengo la imagen de un grifo que gotea. De esa gota que titila justo en el borde. Y le pongo sonido, como otras miles de veces. Sonrío. La gota cae y otra ocupa su lugar, infinito.
Isi acaba de aparecer. Viene dando saltos y me da los buenos días. Su rabito es un látigo juguetón que tiene voz.
- Hola, hola. ¿Jugamos? ¿Salimos? ¿Tengo chuche?
Alguien se ha dejado ropa en el tendedor. La recogeré después, seguro que acaba empapada con la lluvia.
Las voces de la radio se mezclan con los ladridos de saludo de Isi a otros perros que pasan por la calle. Y en ese barullo, el día empieza.
Esta tarde vi llover, vi gente correr
Y no estabas tú
La otra noche vi brillar un lucero azul
Y no estabas tú
La otra tarde vi que un ave enamorada
Daba besos a su amor ilusionada
Y no estabas.
Si, seguramente esta tarde lloverá y no estarás tú.
Doce mil pasos más.
Animo y suerte.
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