Me acabo de dar cuenta de que me echo de menos. Añoro en determinados momentos lo habitual, mi habitualidad. Levantarme y buscar el café, largo, oscuro y amargo. Repasar los periódicos, los que pago y los que se dejan leer. Escribir, sobre lo divino y lo humano. Sobre las penas y las alegrías. Mis listas y mis anotaciones de temas que tengo que atender y temas que no me dejan dormir.
Todo el párrafo anterior lo he escrito del tirón. Tengo que retroceder, buscando errores. Si, la "o" sigue sin funcionar adecuadamente y se esconde tras subrayados rojos. Pequeños incendios en cada línea.
Mi reencuentro con Millás, hoy, es como cuando volvía a casa de mis padres y se me ocurría subir a la bicicleta. El esfuerzo para mover los pedales me indicaba cuanto tiempo había durado mi ausencia.
Claudia Cardinale, para Millás, es un calambur.
"Calambur, figura retórica que consiste en agrupar o separar sílabas o palabras de manera que surja una asociación o un significado inesperados."
Y me viene a la cabeza mi propio "calambur".
Andamio. An da mio. Anda mío. An damió. Y todas las variaciones de alargar o encoger las sílabas, la acentuación, buscando una idea, una piedra filosofal que me permitiera seguir avanzando.
Hacía tiempo que no leía a Millás. Y me devuelve a la calma, a dejar que las neuronas derrapen, soltando gravilla en las curvas.
Como él, como Millás, necesito un ángel. Tengo claro que poco tengo que ver en todo lo "malo" que ocurre a mi alrededor, pero me siento impotente.
Llego al punto de pensar en presentarme a las elecciones del Consejo escolar ,como alumno, y convertirme en un muchacho entrando en la vejez con espada flamígera (la del ángel) para defender a una pandilla de criaturas que solo buscan sobrevivir en esta sociedad que hemos construido sin preguntarles.
Hoy, no lectivo, vuelvo a subirme a mi bicicleta. Releo documentos sobre reestructuraciones y quitas. Los del banco me piden que suscriba seguros para equilibrar su "favor" (por el que pagaré intereses) del crédito del coche. Les aprietan desde arriba. Las llamadas para cambiar de compañía de luz, de gas, siguen insistiendo y tengo más números bloqueados que en agenda. Esa, lamentablemente, se va reduciendo por culpa de la misma vida, que conlleva muerte.
Y noto todo el peso del mundo sobre mis espaldas.
Busco un calambur como el de Millás pronunciando Claudia Cardinale. Y escribo un párrafo, y vuelvo atrás para rellenar oes que han desaparecido en el derrape del punto y aparte.
Desde la ventana miro hacia el jardín. No, no hay un ángel dispuesto a ayudarme.
Escoja / Es coja.
Vaya mierda de calambur.
¡Viva el vino!
Animo y suerte.
