Sábado...
Miro a través de los cristales salpicados de gotas de agua.
La plaza, húmeda, el cielo, encapotado. Sigue lloviendo.
Allá, al fondo, se ve la Catedral.
Recuerdo. Aquí aprendí a ir en bicicleta.
Con el tiempo, creo que se me ha olvidado.
O simplemente, decidí olvidar, Me molestaba el subirme a ella, solo cuando volvía. Me recordaba físicamente, el tiempo que había pasado desde la ultima vez.
Sensación de soledad entre la muchedumbre.
Recuerdos, de infancia, de adolescencia... y llueve.
Tiempo, tiempo...
Animo y suerte.
Miro a través de los cristales salpicados de gotas de agua.
La plaza, húmeda, el cielo, encapotado. Sigue lloviendo.
Allá, al fondo, se ve la Catedral.
Recuerdo. Aquí aprendí a ir en bicicleta.
Con el tiempo, creo que se me ha olvidado.
O simplemente, decidí olvidar, Me molestaba el subirme a ella, solo cuando volvía. Me recordaba físicamente, el tiempo que había pasado desde la ultima vez.
Sensación de soledad entre la muchedumbre.
Recuerdos, de infancia, de adolescencia... y llueve.
Tiempo, tiempo...
Animo y suerte.
Ahora tenemos muertos:
se nos murieron amigos,
el padre, la madre.
Ahora ya sabemos qué hay que hacer,
adónde tenemos que llamar,
cuánto vale una corona de flores.
Entonces
las mariquitas despegaban volando de nuestra palma
y entre nuestros dedos
sobrevivía la cola de una lagartija.
Ahora
se nos mueren los geranios en el balcón
y los echamos a la basura con su tierra y su raíz,
con su tiesto rojo.
Entonces
éramos con alguien, contábamos a alguien,
alguien nos nombraba y contestábamos:
¡Presente!
Ahora
cuando ya no te llama nadie,
un teléfono te asusta por la noche.
"Perdona, ¿no te acuerdas de mí?"
una voz te pide ayuda.
Dice: no sabía qué hacer.
Dice: no sabía a quién llamar.
Ahora estamos solos.
Ahora tenemos muertos
y ya sabemos qué hay que hacer.
Entonces no sabíamos andar en bicicleta.
Ahora, tampoco.
se nos murieron amigos,
el padre, la madre.
Ahora ya sabemos qué hay que hacer,
adónde tenemos que llamar,
cuánto vale una corona de flores.
Entonces
las mariquitas despegaban volando de nuestra palma
y entre nuestros dedos
sobrevivía la cola de una lagartija.
Ahora
se nos mueren los geranios en el balcón
y los echamos a la basura con su tierra y su raíz,
con su tiesto rojo.
Entonces
éramos con alguien, contábamos a alguien,
alguien nos nombraba y contestábamos:
¡Presente!
Ahora
cuando ya no te llama nadie,
un teléfono te asusta por la noche.
"Perdona, ¿no te acuerdas de mí?"
una voz te pide ayuda.
Dice: no sabía qué hacer.
Dice: no sabía a quién llamar.
Ahora estamos solos.
Ahora tenemos muertos
y ya sabemos qué hay que hacer.
Entonces no sabíamos andar en bicicleta.
Ahora, tampoco.
KARMELE JAIO, Orain Hilak Ditudu, Elkar, Donosti, 2015.
Gracias Karmele Jaio
Gracias Karmele Jaio
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