Más que una estación de Metro

Domingo.

Hace 40 años más o menos, plantearse viajar a Europa era un sueño. Ya no digo a EEUU, la URSS o Asia.

Conocer gente de Barcelona o Zaragoza era relativamente habitual; pero tener amistad con alguien de Cádiz, Castellón de la Plana o Lugo, una quimera.

Una capital de provincia que se te quedaba pequeña. Y tu máximo conocimiento geográfico eran las provincias limítrofes.

Ayer, cenaba en inglés y francés con acento eslovaco, alemán y español . No era una cena de trabajo, era una cena normal para al menos tres de las cinco personas reunidas alrededor de la mesa.

Las olivas, el tinto de verano, el Rey, la Constitución, la Revolución de terciopelo o las dos alemanias, incluido el muro, fueron llegando entre plato y plato.

No, no daba la sensación de que las peculiaridades de los países de origen, tuvieran mucha importancia.

No era gente "de". Eran, eramos, gente "en".

Habrá que esperar al menos 30 años más, para que ellos, los que ahora llegan a las urnas, los que recorren Europa y el mundo a golpe de billete de avión barato, empujados por la amistad, la crisis o el ansia de vivir, demuestren que puede haber un mundo mejor.

Anoche, en ingles, la esperanza fue algo más que una virtud o una estación de metro.

Animo y suerte.

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