jueves, 30 de marzo de 2023

Lejos de todo



Me noto lejos de todo.
Da vértigo, si, como la terraza del ático. Todo lo que tienes enfrente es inmensidad azul. Miras a la derecha, horizonte. Miras a la izquierda, más horizonte. Si miras hacia arriba, ni te digo, inmenso cielo. Y si miras hacia abajo, un "balconing" de juicio final.
Solo me he cruzado con dos personas. Dos sombras que caminaban en dirección contraria por la acera opuesta. Tres o cuatro vehículos, y al llegar a la plaza, trinos.
He tratado de reconocer a Mirlo, pero creo que era alguien más joven. Tenía un tono despreocupado y superficial. No le he pillado nada concreto. El tiempo, la próxima llegada de turistas, sus vacaciones, la apertura de terrazas y restaurantes, con el consiguiente aumento de "picoteo" de migas y restos sobre las mesas. Aumento de ruido, por la puesta a punto de jardines, piscinas y fachadas de alojamientos turísticos. La Feria del vino para el cercano fin de semana, y poco más.
Me ha dado la sensación de que sus compañeros no le hacían demasiado caso. Sea por sueño o porque probablemente todos los días, les despierta con temas anodinos y poco fundamentales.
Si, estoy lejos de todo.
Café. Noticias.
Me enfrasco en la lectura de un artículo sobre la diversidad étnica y racial en la política de Reino Unido.
Salto al retorno de una independentista; de ahí, a los incendios de Castellón y Teruel. Otro salto, este, con tirabuzón hacia la gestación subrogada. El Papa, malito y la Inteligencia Artificial, a debate.
Se me ocurre una estupidez. Escribo este mismo texto y pregunto:
¿Estoy lejos de todo?
- 𝐷𝑒𝑠𝑑𝑒 𝑢𝑛𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑠𝑝𝑒𝑐𝑡𝑖𝑣𝑎 𝑓𝑖́𝑠𝑖𝑐𝑎, 𝑠𝑖́, 𝑒𝑠𝑡𝑎́𝑠 𝑙𝑒𝑗𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑚𝑢𝑙𝑡𝑖𝑡𝑢𝑑 𝑦 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑎𝑔𝑖𝑡𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑐𝑖𝑢𝑑𝑎𝑑. 𝑆𝑖𝑛 𝑒𝑚𝑏𝑎𝑟𝑔𝑜, 𝑔𝑟𝑎𝑐𝑖𝑎𝑠 𝑎 𝑙𝑎 𝑡𝑒𝑐𝑛𝑜𝑙𝑜𝑔𝑖́𝑎 𝑦 𝑎 𝑙𝑎 𝑐𝑜𝑛𝑒𝑐𝑡𝑖𝑣𝑖𝑑𝑎𝑑, 𝑒𝑠 𝑝𝑜𝑠𝑖𝑏𝑙𝑒 𝑎𝑐𝑐𝑒𝑑𝑒𝑟 𝑎 𝑖𝑛𝑓𝑜𝑟𝑚𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑦 𝑛𝑜𝑡𝑖𝑐𝑖𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑒𝑙 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜 𝑑𝑒𝑠𝑑𝑒 𝑐𝑢𝑎𝑙𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟 𝑙𝑢𝑔𝑎𝑟, 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑖𝑔𝑛𝑖𝑓𝑖𝑐𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑢𝑛𝑐𝑎 𝑒𝑠𝑡𝑎́𝑠 𝑟𝑒𝑎𝑙𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑎𝑖𝑠𝑙𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑟𝑒𝑠𝑡𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜. 𝐴𝑑𝑒𝑚𝑎́𝑠, 𝑎𝑢𝑛𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑒́𝑠 𝑓𝑖́𝑠𝑖𝑐𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑎𝑙𝑒𝑗𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑠𝑜𝑐𝑖𝑒𝑑𝑎𝑑, 𝑡𝑜𝑑𝑎𝑣𝑖́𝑎 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑒𝑠 𝑡𝑒𝑛𝑒𝑟 𝑐𝑜𝑛𝑒𝑥𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠 𝑠𝑖𝑔𝑛𝑖𝑓𝑖𝑐𝑎𝑡𝑖𝑣𝑎𝑠 𝑐𝑜𝑛 𝑎𝑚𝑖𝑔𝑜𝑠 𝑦 𝑓𝑎𝑚𝑖𝑙𝑖𝑎𝑟𝑒𝑠 𝑎 𝑡𝑟𝑎𝑣𝑒́𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑟𝑒𝑑𝑒𝑠 𝑠𝑜𝑐𝑖𝑎𝑙𝑒𝑠, 𝑒𝑙 𝑐𝑜𝑟𝑟𝑒𝑜 𝑒𝑙𝑒𝑐𝑡𝑟𝑜́𝑛𝑖𝑐𝑜 𝑦 𝑜𝑡𝑟𝑜𝑠 𝑚𝑒𝑑𝑖𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑢𝑛𝑖𝑐𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛. 𝐸𝑛 𝑟𝑒𝑠𝑢𝑚𝑒𝑛, 𝑙𝑎 𝑑𝑖𝑠𝑡𝑎𝑛𝑐𝑖𝑎 𝑓𝑖́𝑠𝑖𝑐𝑎 𝑛𝑜 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑖𝑔𝑛𝑖𝑓𝑖𝑐𝑎𝑟 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑟 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑜𝑛𝑒𝑐𝑡𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜.
- Gracias ChatGPT
- 𝐷𝑒 𝑛𝑎𝑑𝑎, ¡𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑜𝑦 𝑎𝑞𝑢𝑖́ 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑎𝑦𝑢𝑑𝑎𝑟! 𝑆𝑖 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒𝑠 𝑎𝑙𝑔𝑢𝑛𝑎 𝑜𝑡𝑟𝑎 𝑝𝑟𝑒𝑔𝑢𝑛𝑡𝑎 𝑜 𝑛𝑒𝑐𝑒𝑠𝑖𝑡𝑎𝑠 𝑎𝑦𝑢𝑑𝑎 𝑒𝑛 𝑐𝑢𝑎𝑙𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟 𝑜𝑡𝑟𝑎 𝑐𝑜𝑠𝑎, 𝑛𝑜 𝑑𝑢𝑑𝑒𝑠 𝑒𝑛 𝑝𝑟𝑒𝑔𝑢𝑛𝑡𝑎𝑟.
Puedo estar lejos de todo pero, nunca solo.
Ahora vas y lo cascas.
Animo y suerte.

domingo, 26 de marzo de 2023

Camino a Itaca (XXI)


El limonero, lleno de frutos amarillos. Tras él, un ciruelo plagado de flores. Un poco más allá, en la entrada del garaje, la higuera comienza a sentir la primavera y unas pequeñas hojas brotan en sus ramas.
La chumbera, inmensa y silenciosa. Al lado del camino, hacia la casa, un matorral de lavanda.
Los setos, han crecido buscando el cielo. Esperan su corte de pelo, su uniformidad.
Uno de los pinos, murió, habrá que talarlo. Hay varios pies de palmera que servirán de soporte para tiestos de flores o de cactus.
Seguro que el almendro de la entrada, volverá a florecer.
Solo quitar alguna mala hierba, para que la naturaleza brote como desee.
Seguro que encuentro el lugar para las aromáticas. Tomillo, romero, salvia…
¡Que ricos los Tortelloni!, con mantequilla y salvia.
¿Y si crecieran girasoles? Hay un huerto, casi olvidado, donde siguen brotando acelgas y cardos.
Orientación sur, dicen.
El sol de la mañana entrará por las ventanas de la cocina.
Entre los pinos, unas sillas, algún sillón, donde sestear, donde añorar compañía o soledad. Donde confirmar que, tal vez, eso sea pura vida. Donde pensar en Itaca. En las que ya estuve, en las que quiero llegar a estar. Sin Itaca, no habría emprendido el camino.
Sin prisa, sin pausa. Esto es un suspiro. Un tropezón, una enfermedad y el tiempo se detiene, el camino se oscurece.
Comerse la vida a dentelladas o tomarla a pequeños sorbos.
Un día más, un día menos para llegar a Itaca.
Animo y suerte.
Imagen: Tortelloni de setas.

viernes, 24 de marzo de 2023

Juncos de hormigón


A veces, en una conversación o en una charla, alguien dice algo que nos hace sentir mal. Sea porque entendemos que nos afecta, nos pone en evidencia o su tono, parece amenazador o despectivo.
Eso, nos irrita y puede que incluso contestemos en el mismo todo, o si no lo hacemos, se nos queda clavado como un puñalito en el orgullo y en la honra.
Ya no os cuento, si esas frases se han pronunciado en un entorno laboral. La cosa, se pone mucho peor.
Hace tiempo, yo, hubiera sido el primero en saltar, recriminar y liarla parda. No es de recibo que alguien te apuñale, y lo peor, em público.
La experiencia y la cantidad de puñaladas recibidas (y dadas) me hace verlo de otra forma.
No, no te voy a dar consejos. Y menos sin pedirlos.
Ahora, opto por preguntarme el porque de esa frase. ¿Qué quiere decir quien la ha pronunciado?. ¿Realmente quería decir eso? ¿Hablaba de mi? o simplemente me he sentido aludido. Aquello de "el que se pica, ajos come".
¿Será que se ha expresado mal? ¿Se está dando cuenta de que es él, quien se pone en evidencia? ¿Quiere eso? ¿De verdad?
Algunas personas que me conocen desde hace tiempo, creen que mi carácter se ha endulzado. Alguno incluso ha llegado a decir que se ha "almibarado".
Conforme las responsabilidades laborales crecen, el carácter se agria. Sin duda.
Conforme nos creemos más altos o más empoderados, mas sensible es nuestra piel.
Conforme la impotencia nos gana, el cabreo, creemos que compensa.
Mirar al cielo, tan grande, tan inmenso.
Mirar el mar. ¿Podrías meterlo en un vaso?
La opción es darse un minuto. ¿Dónde estas? ¿Dónde quieres ir? ¿Merece la pena?
No eres tan grande, ni tan alto, ni tan fuerte. ¿Cómo vas de ego? ¿y de empatía?
"𝑻𝒐𝒅𝒂𝒔 𝒍𝒂𝒔 𝒈𝒖𝒆𝒓𝒓𝒂𝒔 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆𝒏 𝒔𝒖 𝒐𝒓𝒊𝒈𝒆𝒏 𝒆𝒏 𝒍𝒂 𝒎𝒊𝒔𝒎𝒂 𝒄𝒂𝒖𝒔𝒂: 𝒆𝒍 𝒑𝒆𝒏𝒔𝒂𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐 𝒊𝒏𝒄𝒐𝒓𝒓𝒆𝒄𝒕𝒐", dijo Thich Nhat Hanh.
Un minuto. Ese minuto, te puede salvar de la ceguera, del miedo, del orgullo y de la guerra.
Y después de estos párrafos que rozan el budismo más "mindfulness", debo reconocer que mi carácter ha cambiado, algo.
𝐄𝐫𝐞𝐬, 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐮𝐧 𝐣𝐮𝐧𝐜𝐨... 𝐝𝐞 𝐡𝐨𝐫𝐦𝐢𝐠𝐨́𝐧, me dijo alguien.
¡Viva el vino!
Animo y suerte.

domingo, 19 de marzo de 2023

Heráclito y tu

 


Hoy, viendo el reflejo del sol en la línea del horizonte, fijándome en las diferencias de cada amanecer, pienso en Heráclito.
No hay un amanecer igual a otro.
Él, iba más allá, decía que todo cambia, que nada permanece. El sol es nuevo cada día, sentenciaba.
Una lancha, rompe la fotografía y cruza rápida, de izquierda a derecha.
En el círculo, principio y fin se confunden.
Todo cambia, nada es.
A ti, te sigo viendo como siempre. Incluso creo oírte cantar a veces, como cuando te afeitabas los domingos por la mañana.
Antonio Machín, y su coro de angelitos negros. O Antonio Molina, o algún pasodoble de tu época de juventud, acompañaban al murmullo de la máquina de afeitar, o al golpeteo de la maquinilla en el agua estancada del lavabo.
- Ven, pasa la mano y mira a ver si ha quedado bien
Una piel suave, casi de niño, que una vez recibida mi aprobación, palmeabas con Varon Dandy, inundando toda la casa de tu olor.
Todo cambia.
¡Que se joda Heráclito!
Feliz día papa. Donde quiera que estes.
Animo y suerte.

viernes, 17 de marzo de 2023

Amor más que nunca

 


¡Que sorpresa y que alegría!
Sorpresa, porque no sabía de tu aparición en la televisión y alegría porque poco a poco, tu música y sobre todo tu mensaje, siguen adelante con fuerza.
No he podido escuchar toda la entrevista, aquí, todos duermen.
Como tu misma dices, con tu cara lavaica, con los moños que te hacía tu padre cuando tenias 8 años y el peto de tu hermana de cuando tenía 14 y que ahora te pones para los conciertos y el chaleco de ganchillo de tu madre, que cosió tu abuela.
Pero, ahora, eso es lo de menos.
Con el móvil en silencio, me fijo en tus manos.
Abiertas, llevando toda la expresión a ellas. De dentro hacia afuera.
Las juntas, casi como en plegaria, para mostrar un camino.
Mueves tus muñecas, unes los dedos, tomando pellizcos del aire. Las giras, para iniciar un baile o repartir semillas a la tierra.
Pulgar e indice unidos en ambas manos, trazas un circulo, marcas tu centro y desde ahí te lanzas hacia afuera. Todo el movimiento es así, de dentro afuera. Dándote, dándolo.
Que sorpresa y que alegría.
Tus manos, arriba y abajo, ofreciendo, girando, mostrando esa fuerza que pones en todo lo que haces.
Recuerdo el día que te conocí. Fue por casualidad. Acabaste sentada a nuestra mesa y te puedo asegurar, que ya te quedaste ahí, con nosotros.
Desde aquel día, hemos coincidido en otras ocasiones y siempre, pasara lo que pasara, tu sonrisa estaba ahí, y tu abrazo, que lo dice todo.
Te deseo lo mejor de lo mejor. Que esas manos sigan girando, moviéndose, sembrando amor, más que nunca.
Pdta.: Tengo pendiente plantar tu disco, alguien (Mara Sannia) lo traerá en unos días.
Animo y suerte.

martes, 14 de marzo de 2023

La sacudida



Estoy sentado en un taburete, junto a la mesa alta. Desde aquí, a través del ventanal, veo el mar. Tiene ese color azul petróleo, desvaído, con manchas brillantes generadas por el sol, al reflejarse sobre las olas que el viento mueve.

Las copas de los árboles se bambolean de un lado a otro.

El mueble de la televisión es un muro móvil fijado a un mástil, para permitir su giro. Se mueve, como si meciera los objetos que soporta en los diminutos estantes.

Cierro los ojos y escuchando el viento, noto como el taburete y yo, en él, nos movemos. Todo el edificio se mueve. 

Un edificio de siete plantas. Estoy en la quinta. Seguramente arriba, en el ultimo piso, será un movimiento más tipo samba, o paso doble, o habrá que tomar Biodramina para desayunar.

Me olvido por un minuto del vaivén, mientras preparo otro café; pero no lo puedo evitar. Cierro los ojos de nuevo y me imagino tumbado en el fondo de una barca. Ese movimiento, acompasado al viento, se mete dentro de mi.

En la repisa superior del mueble de la televisión, hay cuatro muñecos de trapo. Uno de ellos, oscila unos milímetros, imitando un tente tieso. Ahora, oscila más.

Yo, de pie, inmóvil y todo a mi alrededor se mueve.

Da igual lo que yo haga, todo se mueve.

Dicen que este movimiento, es “normal”. Lo llaman “la sacudida”. 

Llevo viniendo a esta casa, a este edificio, desde hace más de 30 años. Siempre se ha movido cuando hace viento.

Más de una vez, he imaginado que el edificio estaba vivo. Que quería arrancarse de sus cimientos y cumplir su inalcanzable deseo de zambullirse en el mar. 

Y así empieza mi día, frente al mar a ritmo de “la sacudida”.

Y tu ¿notas como todo se mueve? ¿A que esperas? Déjate llevar, baila.

Animo y suerte.


domingo, 12 de marzo de 2023

Un plan para soñar



A mi no se me olvida. Hace ya tres años que un puto virus, nos mostró nuestras vergüenzas.
Es una forma de decirlo. Otra, podría ser que nos quitó el pudor.
El pudor de ponerte a llorar, o de saberte minúsculo. De reconocer el color real de nuestra alma. De agachar la cabeza cuando tenemos que hablar de aquellos días, semanas, meses.
Ese pudor con el que hablar de la necesidad de un abrazo, de una palabra amable, nos ruboriza. Pero fue así.
Los primeros días, el miedo gratuito, la insolidaridad.
Creí que venceríamos, que todo sería mejor. Las respuestas que recibía del entorno más cercano, no encajaban.
Mi cabeza se llenaba de preguntas con contestaciones imposible. ¿No nos damos cuenta de que estamos cayendo en todo aquello que decíamos odiar?.
Durante días, mantuve la esperanza. Habría cambios para mejor, incluso repetía dentro de mi "vamos a vencer".
Volver para ser otros, vencerá la bondad, decía la gente buena.
Aquel día, Mirlo, antes de saltar al vacío me miró fijamente y con su voz muda me dijo:
"Os creíais tan poderosos, tan grandes"
Llenaba mi tiempo haciendo planes, para cuando pasara todo aquello. Fisuras, grietas. Cerraba los ojos y buscaba el mar.
Hoy, lo tengo delante.
Mi plan para poder soñar.
Muchas cosas han cambiado.
Muchas cosas han cambiado dentro de mi.
Acariciar con el alma, apapachar.
He salido a la terraza. El viento mueve las hojas de los árboles.
Algo se me ha metido en los ojos.
Las lágrimas no me dejan ver el mar.
Animo y suerte.

martes, 7 de marzo de 2023

𝘾𝙖𝙢𝙞𝙣𝙤 𝙖 𝙄́𝙩𝙖𝙘𝙖 (𝙓𝙓)

 


He dudado. He releído, por decir un número, mil y una veces el poema de Kavafis.
Si me paro, ¿aquí se acaba el camino?
No. Me detendré en Cartago o en Fenicia, y compraré hermosas mercancías.
Tendré siempre a Ítaca en mi mente. Llegar allí, será mi destino.
No. No hay prisa.
Una casa junto al mar, a mil metros del mar. Cambiar horarios. Orientarse al sur, y buscar en el este a Venus, a Mercurio.
En el jardín, una chumbera, un limonero. Pinos frondosos, con decenas de años. Un ciruelo, un almendro, una higuera que en verano se llenará de frutos rojos y carnosos. Un café, apoyado en la balconada, al amanecer.
Salimos de Estocolmo. Quien me hubiera dicho, hace años, que recalaría en Viena.
Es ya, mi sino. Mudar, cambiar. Hacer camino. Como dice el poema:
𝐕𝐞 𝐚 𝐦𝐮𝐜𝐡𝐚𝐬 𝐜𝐢𝐮𝐝𝐚𝐝𝐞𝐬 𝐞𝐠𝐢𝐩𝐜𝐢𝐚𝐬
𝐚 𝐚𝐩𝐫𝐞𝐧𝐝𝐞𝐫, 𝐚 𝐚𝐩𝐫𝐞𝐧𝐝𝐞𝐫 𝐝𝐞 𝐬𝐮𝐬 𝐬𝐚𝐛𝐢𝐨𝐬.
Aprender que una casa cerca del mar, cuesta más de lo que vale.
Aprender que la distancia de un punto a otro, depende del número de paradas que hagas, saludando, charlando.
Aprender que el forjado sanitario, es importante, pero no tanto.
Aprender que los torreones eran del gusto de los Alemanes.
Aprender que esos mismos alemanes, siguen viviendo aquí y venden sus casas con torreones.
Aprender a valorar el paseo de los ociosos.
Aprender a valorar las calas y el "tumbao" de los árboles de ese paseo.
Aprender a valorar la sabiduría del carnicero, del cerrajero, de ese helado de arroz con leche, mezclado con chocolate y naranja.
𝐌𝐚𝐬 𝐧𝐨 𝐚𝐩𝐫𝐞𝐬𝐮𝐫𝐞𝐬 𝐧𝐮𝐧𝐜𝐚 𝐞𝐥 𝐯𝐢𝐚𝐣𝐞.
𝐌𝐞𝐣𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐮𝐫𝐞 𝐦𝐮𝐜𝐡𝐨𝐬 𝐚𝐧̃𝐨𝐬
𝐲 𝐚𝐭𝐫𝐚𝐜𝐚𝐫, 𝐯𝐢𝐞𝐣𝐨 𝐲𝐚, 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐢𝐬𝐥𝐚,
𝐞𝐧𝐫𝐢𝐪𝐮𝐞𝐜𝐢𝐝𝐨 𝐝𝐞 𝐜𝐮𝐚𝐧𝐭𝐨 𝐠𝐚𝐧𝐚𝐬𝐭𝐞 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐜𝐚𝐦𝐢𝐧𝐨
𝐬𝐢𝐧 𝐚𝐠𝐮𝐚𝐧𝐭𝐚𝐫 𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐈𝐭𝐚𝐜𝐚 𝐭𝐞 𝐞𝐧𝐫𝐢𝐪𝐮𝐞𝐳𝐜𝐚.
Ítaca, espérame. Llegaré. Estoy de mudanza, otra vez.