A mi no se me olvida. Hace ya tres años que un puto virus, nos mostró nuestras vergüenzas.
Es una forma de decirlo. Otra, podría ser que nos quitó el pudor.
El pudor de ponerte a llorar, o de saberte minúsculo. De reconocer el color real de nuestra alma. De agachar la cabeza cuando tenemos que hablar de aquellos días, semanas, meses.
Ese pudor con el que hablar de la necesidad de un abrazo, de una palabra amable, nos ruboriza. Pero fue así.
Creí que venceríamos, que todo sería mejor. Las respuestas que recibía del entorno más cercano, no encajaban.
Mi cabeza se llenaba de preguntas con contestaciones imposible. ¿No nos damos cuenta de que estamos cayendo en todo aquello que decíamos odiar?.
Durante días, mantuve la esperanza. Habría cambios para mejor, incluso repetía dentro de mi "vamos a vencer".
Volver para ser otros, vencerá la bondad, decía la gente buena.
Aquel día, Mirlo, antes de saltar al vacío me miró fijamente y con su voz muda me dijo:
"Os creíais tan poderosos, tan grandes"
Llenaba mi tiempo haciendo planes, para cuando pasara todo aquello. Fisuras, grietas. Cerraba los ojos y buscaba el mar.
Hoy, lo tengo delante.
Mi plan para poder soñar.
Muchas cosas han cambiado.
Muchas cosas han cambiado dentro de mi.
Acariciar con el alma, apapachar.
He salido a la terraza. El viento mueve las hojas de los árboles.
Algo se me ha metido en los ojos.
Las lágrimas no me dejan ver el mar.
Animo y suerte.
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