miércoles, 7 de junio de 2023

Camino a Berlín

 


Disfrutamos de una maravillosa y abundante comunidad recién llegada a la zona mediterránea.
Mosquitos/as.
Desde el mismo lunes, los/las estoy disfrutando.
Sus muestras de cariño, son constantes. Da igual si estas a la sombra, al sol, en la calle o en una cafetería.
Los movimientos de manos para espantar o para rascar, son constantes.
Tienen una tamaño considerable, su picadura no genera una roncha demasiado grande, ni la quemazón es excesiva. Pero pican.
La temperatura, agradable. Aunque , hoy, el cielo está oscuro y amenaza lluvia.
No ando muy fino. He dormido regular. Me desperté en mitad de la noche y a costado volver a coger el sueño
Estaba en un vagón de tren, camino a París. Por algún motivo (cosas de los sueños), desde mi móvil, veo que puedo prolongar mi billete hasta Berlín.
Compro el billete y a un revisor, vestido con la ropa del sombrerero loco de Alicia en el país de las maravillas, le pregunto mostrándole el móvil, como debo hacer el enlace.
El sombrerero revisor, sale corriendo con mi teléfono en su mano y deja en medio del pasillo un carrito con bebidas.
Salgo detrás de él, empujando su carrito.
Un vagón, dos, tres, cuatro. Tienen distintas decoraciones. Unos con asientos, otros, solo con sillas o lámparas. Me doy cuenta que, los cincuenta últimos que he pasado, son de distintas tonalidades de azul generando un degradado.
Entro, empujando el dichoso carrito, en uno que tiene forma circular, con una cúpula como la de la Capilla Sixtina (¿No la has visto?. Pues una cúpula, como de Bilbao. Muy grande). Sigo corriendo y no encuentro al dichoso sombrerero revisor.
La alarma de las 7:00 que habitualmente no dejo sonar porque me he despertado antes, hoy, ha marcado el final de mi azarosa carrera con carrito camino de Berlín.
Miro al mar desde la terraza del dormitorio, teniendo cuidado de no dejar abierta la puerta, no sea que cuando vuelva los mosquitos hayan ejercido de okupas.
Ducha. A la calle.
Llueve ligeramente. Un café en la oficina.
Carlos, enfrente de mi, se rasca insistentemente. Me he cambiado de sitio. El ambientador que ponen para atenuar el aroma de las materias primas me hace toser.
Empezamos el día, sin haber llegado a Berlín. Jodido sombrerero.
Animo y suerte.

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