¿Y si la solución la tuviéramos delante de las narices?
Una goma de borrar.
Seguro que recuerdas la Milan 430. Ocupó durante años lugar principal en nuestros estuches de colegial y ayudó a corregir los errores que la falta de destreza o la desidia dejaban en nuestros cuadernos y en aquellas odiosas láminas de dibujo lineal.
Una goma de borrar.
Seguro que recuerdas la Milan 430. Ocupó durante años lugar principal en nuestros estuches de colegial y ayudó a corregir los errores que la falta de destreza o la desidia dejaban en nuestros cuadernos y en aquellas odiosas láminas de dibujo lineal.
¿Te imaginas?
Algo no nos gusta y lo borramos. Y borrándolo, hacemos desaparecer también todo lo que generó con su existencia. No me gusta estar triste. Lo borro. Los asesinos, los borro.
¿Una guerra? La borro y aquí no ha pasado nada.
El equipo ciclista israelí. Borra la palabra "Israel" del autobús, de los maillots, y resuelto.
El obispo de Barbastro, seguro que borraría al Opus Dei.
Alcaldes que no ven genocidios (tal vez los han borrado), Presidentes de Comunidades autónomas que compiten por el puesto de tonto del pueblo (se les ha borrado el cerebro). También borrados.
Unos querrían borrar a Donald (el pato no, el otro) y otros, querrían borrar a los inmigrantes, a los policías, a los bomberos, a los banqueros y al vecino del 3º D.
Las gomas, al menos las que yo recuerdo, tenían un olor especial. Dicen que era por el caucho sintético con el que estaban hechas.
Pero, si todos borramos aquello que nos duele o que no nos gusta, ¿qué quedará?.
Un papel en blanco, lleno de hilitos de caucho, con olor a civilización fallida, nada más.
En mi cajón, aun tengo varias gomas.
Animo y suerte.
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