El Papa Francisco sigue dando que hablar.
O mejor, él habla, y el resto del mundo se asombra de lo obvio.
"Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo?"
De verdad, suelo ser respetuoso con todo el mundo, pero no soporto el fariseismo de algunos "creyentes".
A Francisco, debo reconocerle un punto de frescura. Me recuerda a mi tío Jesús. Era sacerdote.
Vivió con nosotros durante un tiempo. Conducía una Vespa para moverse por el barrio y para visitar a sus feligreses. El mosen de la vespa.
Discutía mucho con mi abuela por su "liberalismo"; el de mi tío, no el de mi abuela.
Aconsejaba, explicaba, y jamas amenazaba con el fuego eterno. Reconocía sus pequeñas faltas y se
abochornaba con sus muchas virtudes.
Llevaba sotana cuando sus feligreses la requerían y llevaba el clériman cuando se reunía con los jóvenes o "trabajaba" para la comunidad.
Su religión, eran sus actos, sus consejos, su forma de ver la vida y a quienes le rodeábamos.
"Haz lo que decimos, pero no hagas lo que hacemos".
Tu fuego eterno, es tu culpa. Que mayor castigo que sentirte defraudado de ti mismo. Que mayor castigo que reconocer tus errores.
Un tipo normal, que vestía raro.
Francisco, por ahora, parece un tipo normal que viste raro.
"Debemos habituarnos a ser normales. La normalidad de la vida"
Pensaba en como debe sentirse el maquinista de ese tren. Con esa culpa, con ese fuego eterno que lo quemará para siempre.
Hoy, nos hablaran de las cajas negras, tal vez nos lleven a la levedad del ser. A mostrar el lado humano del error. La normalidad de la vida.
Recuerdo con mucha nostalgia aquellos paseos, el viento en la cara, de pie delante de mi tío, subido en la Vespa agarrándome al manillar.
Y a Francisco, ¿le gustará la Vespa?.
Animo y suerte.
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