viernes, 5 de mayo de 2023

Mi tierra


Tantas veces hablando del desarraigo. Mascando el deseo de no ser de ninguna parte.
Envidiando a los que dicen "tener" un pueblo, o "ser" de un equipo de futbol, de un grupo, aunque sea de alcohólicos. Una piara, una manada incluso, de lo que sea.
Los sentidos de pertenencia que, si no sabemos gestionar su pérdida, nos llevan al odio, a la desconfianza, a la separación sin duelo, sin respeto. ¿Será una huida, por no ser capaces de entender lo que nos rodea?. Aquello de lo que formábamos parte se rompió. Por deslealtad, por inocencia, porque todo se acaba y nosotros, inocentes, castos y puros entre el lodo, de pronto, nos damos cuenta de que estamos hasta el cuello de lágrimas, de ganas de venganza.
Tal vez no le dimos los cuidados adecuados. Unas expectativas demasiado altas, o una baja autoestima que nos hizo dejarnos llevar.
Saludar a un vecino en el portal y no saber ni como se llama, o en que piso vive.
Levantar la mirada al caminar por la calle, buscando las ventanas de los primeros pisos, o los tejados de los quioscos de prensa, cuando había prensa. No por sentimiento poético, sino para no encontrar miradas de hormigón. Miradas polarizadas, queriendo tener su única razón, su único Dios. Bebiendo el soma imprescindible para vivir en un lugar donde el éxito, el poder de cualquier tipo, o la supremacía sobre otros, nubla los sentidos más básicos.
Hasta que un día, necesitas ese abrazo. Un abrazo que te recuerde de donde vienes. Que te lleve a aquella tina de agua donde te bañaban para quitarte el picor del polvo del ordio, de la cebada al volcarla al silo. Que te traiga el sabor de las almendras verdes, el sonido de los cencerros y ese calor sofocante de la siesta, mientras las mujeres cosen y cortan trajes a la puerta de las casas, en la calle.
Llega ese día en que buscas ese origen, el que recuerdas. Y ya no está, se fue, desapareció. Solo queda en tu memoria, de donde intentaste, continuamente, borrarlo.
Aquella niña de pelo oscuro que buscabas en la verbena del pueblo. Aquel terraplén por el que te tirabas, subido a una bicicleta diez veces más grande que tu.
Aquella ventana, donde pegabas la nariz los días de lluvia. Y por donde gritabas: "¡Bajo!", cuando la pandilla te pasaba a buscar.
𝐃𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐚 𝐦𝐢 𝐭𝐢𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐝𝐨𝐧𝐝𝐞
𝐃𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐚 𝐦𝐢 𝐭𝐞𝐫𝐫𝐢𝐭𝐨𝐫𝐢𝐨
𝐇𝐞 𝐯𝐢𝐬𝐭𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐞𝐬𝐭𝐨𝐬 𝐨𝐣𝐨𝐬, 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐜𝐚𝐢́𝐚 𝐞𝐥 𝐢𝐦𝐩𝐞𝐫𝐢𝐨
𝐀𝐡𝐨𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐞𝐧 𝐜𝐮𝐥𝐭𝐢𝐯𝐚𝐫𝐥𝐨
𝐒𝐢𝐧 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐚𝐫 𝐜𝐨𝐧 𝐧𝐮𝐞𝐬𝐭𝐫𝐚𝐬 𝐦𝐚𝐧𝐨𝐬
𝐘𝐨 𝐭𝐞𝐧𝐠𝐨 𝐮𝐧𝐚𝐬 𝐜𝐮𝐚𝐧𝐭𝐚𝐬 𝐩𝐢𝐞𝐝𝐫𝐚𝐬 𝐩𝐚 𝐭𝐚𝐩𝐚𝐫 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐚𝐠𝐮𝐣𝐞𝐫𝐨
𝐌𝐞 𝐝𝐢𝐜𝐞𝐧 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐬𝐩𝐞𝐫𝐞, 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐲𝐨 𝐧𝐨 𝐞𝐬𝐩𝐞𝐫𝐨
𝐐𝐮𝐢𝐞𝐫𝐨 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐫𝐞𝐧𝐝𝐞𝐫 𝐞𝐥 𝐬𝐮𝐞𝐥𝐨
𝐂𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐬𝐞 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐬𝐨𝐲, 𝐝𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐯𝐢𝐞𝐧𝐞𝐧 𝐦𝐢𝐬 𝐚𝐛𝐮𝐞𝐥𝐨𝐬
Incendiaste los puentes por los que cruzabas, para evitar el regreso.
Toda esa lucha, todas esas batallas, con el único objetivo de participar en la siguiente contienda.
Igual era tan sencillo como plantar una tomatera.
Y tu, ¿de donde? ¿de quien eres?
Animo y suerte
Fragmento de Amor más que nunca - Mi tierra - Bewis de la Rosa

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