miércoles, 9 de octubre de 2024

𝑻𝒊𝒌𝒖́𝒏 𝒐𝒍𝒂𝒎

 


Hay días en los que el silencio, me vence.
O mejor, me dejo vencer por él.
Biorritmos, ansiedad, depresión. Aquello que nos rodea o todo lo que nos afecta.
¿El silencio cura?
No lo sé. Pero en ocasiones igual que escribir o cocinar son mi terapia, el silencio, escuchar lo que otros dicen, leer sus miradas, olvidarme de mi y solo absorber, recibir de fuera, hace que todo cambie.
Un buen amigo me recomendó, hace unos días, una serie de televisión.
No me gustan, no suelo verlas, prefiero las películas, pero insistió.
El fraude de las cuotas de carbono. Unos delincuentes, un magistrado.
La he visto del tirón. No tanto por la serie en sí, ni por su argumento, han sido otros muchos detalles.
La mirada de ese magistrado. Todo lo que había detrás. Su propia vida, sus objetivos, su propósito.
Los delincuentes, su entorno. Su manera de tratar el dinero, el lujo.
- ¿Qué droga crees que es la más potente?
- La mentira. Una vez que la pruebas no puedes vivir sin ella.
El magistrado odia. Y su odio hay momentos en los que es contagioso.
Odia a los bancos, a los financieros, a los políticos, a los mentirosos, a los delincuentes, a todo aquello que va en contra de los más desfavorecidos.
Hay momentos en que te gustaría disponer de un arma y "hacer" justicia.
¿Y de que serviría?
El detalle, el más importante y que lleva dándome vueltas en la cabeza estos días, es casi imperceptible entre macarras tunecinos, policías corruptos, pijos adinerados y estructuras financieras sin alma. Una expresión. 𝑻𝒊𝒌𝒖́𝒏 𝒐𝒍𝒂𝒎.
Hay que dejar el mundo, por lo menos, un poco mejor de lo que lo encontramos al llegar.
Probablemente, este principio, es el que mueve al magistrado en su incansable búsqueda de los delincuentes.
Podríamos hablar de las tradiciones judías. 𝑻𝒊𝒌𝒖́𝒏 𝒐𝒍𝒂𝒎 es una afirmación en hebreo que significa “reparar el mundo”.
Justicia social.
Olvidemos la serie.
Lanzar bombas, solo consigue generar grandes cráteres en la tierra que se llenaran con cadáveres, mañana, pasado o dentro de 50 años.
A veces, el silencio, engendra odio.
A veces, el silencio, busca dejar el mundo, por lo menos un poco mejor de lo que lo encontramos al llegar.
Una cena con amigos. Mil temas. Noticias, motivos, valores, una serie, un magistrado que se mueve empujado por el 𝑻𝒊𝒌𝒖́𝒏 𝒐𝒍𝒂𝒎. Una mirada llena de odio, llena de ganas para reparar el mundo.
Hoy he hecho galletas, en silencio, como un magistrado.
Animo y suerte.
Pdta.: Gracias Carlos Yárnoz.

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