Mientras Grillo Demo, vive como una rica heredera en Santa Eulalia (Ibiza), yo, intento gestionar, o mejor dicho, evitar, las practicas en empresa que conlleva el cursar un grado en Formación Profesional.
¿Qué empresa va a querer a un "señor mayor", poniendo cafés o preparando bocadillos cuando hay cientos de jóvenes deseando aprender y hacerlo?
Ya en su momento, cerré la matrícula al límite de plazo para no "ocupar" una plaza que algún muchacho necesitara más que yo para su arranque profesional.
No, no me quejo.
Aunque no sabía lo que me iba a encontrar, no me arrepiento.
Estoy cocinando. Preparando crema inglesa, ensalada Caprese y haciendo unas patatas a la española, un merengue italiano y unas lemon pie que quitan el sentido a mi familia y vecinos.
Me resistí a apoyarme en una valla y ver como las obras avanzaban.
Hasta los profesores, son más jóvenes que yo. Claro, soy mayor.
Algunos, con la misma ropa de "trabajo" (ellos, de trabajo y yo de aprendizaje) se cruzan conmigo y me sonríen o me preguntan que tal me va. No puedo más que contestar lo mismo que he contestado a esa misma pregunta desde hace ya unos cuantos años:
- Fenomenal.
Hay días que todo me suena a vivido y cuando hay una cuestión en clase, a continuación escucho:
- No, usted, no.
Me siento discriminado por edad, por experiencia.
Bromeo.
Los chavales, probablemente, tan perdidos como estaba yo a su edad. O quizás, menos. Yo me perdí muy pronto y me costó mucho, muchísimo, encontrarme.
Unos, no querían estar aquí. Otros, están aquí, pero aun no saben el porqué ni se lo han preguntado. Y los menos, quieren trabajar. Probablemente, como inicio de liberación, independencia familiar y entrada a la madurez.
Pobres. Con lo a gusto que se está sin llevar llaves, sin código de identificación fiscal, sin responsabilidades, dejándose llevar y simplemente haciendo lo que papa y mama digan.
Si, lo mío es edad.
Espero poder pasar al curso siguiente, para mantener mi chaquetilla blanca y seguir saliendo agotado algunos días a la semana, por un fondo oscuro, una masa sablé o un arroz con leche para 150 comensales.
Si, les tengo envidia. De esa falta de madurez, de criterio, de sentido común, de años. De ese olvido de la levedad del ser que, yo, cada día tengo más presente.
El lunes tengo examen. Itinerario personal para la empleabilidad. Manda cojones.
Me acuesto sintiéndome un Paul Bocuse, o una divertida e inteligente Julia Child, un Escoffier de relumbrón o consiguiendo mi sexta estrella, como Eugénie Brazier, para colocarla en mi cielo de invierno.
Mientras algunos entran en la disputa de querer tener razón, yo intento encontrar el aroma a vainilla, el punto de sal, y el de cocción de una carrillera.
En uno de los formularios que me pidieron que rellenara, había una pregunta:
¿Cómo se ve usted (aquí todo el mundo se llama de "usted"), profesionalmente, dentro de 10 años?
Mi respuesta, fue:
¿Vivo?
Animo y suerte.



















