Dicen que la razón se alimenta de la percepción y las creencias, mientras que el corazón responde a emociones y sentimientos.
Recuerdo aquella frase de Blaise Pascal: El corazón tiene razones que la razón ignora.
Intento separar esas emociones.
Somos esa caña de Pascal, lo más débil de la naturaleza; pero somos cañas pensantes.
Seríamos capaces de ver el paisaje, saludar a algún amigo que circula por la acera, incluso si lleváramos abiertas las ventanillas, podríamos lanzar un mensaje y escuchar la respuesta. Podríamos ver objetos, obstáculos o elementos del entorno.
Claro está, que si el vehículo está parado, nuestro ángulo de visión alcanza los 180°.
Conforme la velocidad aumenta, el ángulo de visión se reduce. A partir de 130 km/h, la visión periférica baja considerablemente.
Gran dilema. Similar al, 𝒕𝒐 𝒃𝒆 𝒐𝒓 𝒏𝒐𝒕 𝒕𝒐 𝒃𝒆. Esa es la cuestión, acelerar para ir más rápidos o circular a una velocidad que nos permita controlar el entorno, pero con lentitud.
Claro, claro. ¿El sentido común qué nos dice?.
Siempre debemos escucharlo, pero, y ¿hacerle caso?.
Mente, corazón.
Efecto túnel. Se reduce la capacidad de reacción y anticipación. Solo correr, pisar el acelerador.
Si, si, avanzamos; pero no vemos en amplitud.
En 400 metros alcanzar más de 200 km/h.
¿Cuánta distancia más podrás aguantar a esa velocidad?
El aire huele a gasolina, a gomas quemadas.
Todo es cuestión de práctica, de experiencia
Hay un objetivo. No lo pierdas de vista. La lluvia, la niebla, una curva o el sol. El cansancio, la euforia o la tristeza, te acompañan.
¿Qué quieres ser de mayor?
Miras al cielo, se nota humedad. Y ese vértigo que vuelve, como aquella primera vez.
Animo y suerte.
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