miércoles, 6 de abril de 2022

Cartas que nunca enviaré (XXVII)



Hola. No hay noticias.
Cierto es que tengo difícil asomarme a la ventana para verte pasar, o preguntar a algún conocido común, que es de ti.
Llevo unos días en otra cosa.
Ha hecho un tiempo muy desagradable. Aire, frio.
Ahora, aquí, llueve otra vez. Llover en el desierto.
Duermo regular, y no es por preocupación. Me despierto pronto, escribo, trabajo. Mucho por hacer.
Es un hotel de esos "de concepto". Colores claros. Ni un vaso en el lavabo. Desayuno, espartano y monótono, cerca de un centro comercial. En medio de ninguna parte.
Dicen que para cuidar el medio ambiente no limpian la habitación todos los días. Seguro que algo ahorran. El día de limpieza, hoy, te hacen la cama y ponen una pegatina sellando la puerta, para "tu protección".
Las paredes son confidentes de cualquier conversación, no sabes si viene de la izquierda, de la derecha, de arriba o de abajo.
El pasillo es como copiado de "El resplandor". En tonos grises, sin papel pitando. Todo muy actual. Me veo tomando la curva con mi triciclo y las gemelas, de la mano, al fondo.
Te mandé un mensaje, dos. Por saber de ti.
Pensé en llamarte, pero el suspense, me congeló.
He bajado en pijama a recepción. Un café largo con buenos días. De vuelta, ni rastro de triciclo, no hay aparición.
Escribo, trabajo.
Hay noticias. Otra carta que tampoco enviaré.
Cuídate mucho. Amaneciendo.

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