Hace más de media hora que doy vueltas en la cama.
Demasiado pronto para levantarme. Tengo calor.
He puesto el aire acondicionado. Demasiado ruido y ahora, tengo frío.
Está claro. Arriba.
En pijama me dirijo a recepción. Oigo voces que vienen de tres pisos más abajo.
Me molesta la barba, me pica. Demasiados días sin afeitar.
"Abriendo puertas"
Nos damos los buenos días y ellos siguen con una conversación que no entiendo, de sumas, restas y operaciones, mientras, me dirijo a la zona del desayuno.
Hay servicio libre de café, zumos e infusiones.
Me rasco por debajo de la mascarilla. Uno largo. Cuando acabe, añadiré un expreso.
Nos despedimos fugazmente.
"Cerrando puertas". Ellos siguen con sus números.
Estos días a la hora de comer solo ensalada y un plátano. Café y trabajo.
Tengo que hacer la maleta. Viaje de vuelta. Llegaré tarde y he dormido poco.
Música, muy bajita.
Tal vez me falten endorfinas, dopamina o serotonina.
Seguro.
No, no es una queja. Ni tan siquiera me molesta.
Estoy en mi "salsa". Pero creo que necesito más "salsa" placentera.
Vale, lo acepto. Lo quiero todo. Y tengo la suerte de que a veces, lo consigo o creo que lo consigo.
"La siguiente alarma sonará en 1:00 hora"
Que complejos somos. Lo fácil que sería, simplemente "estar". Pero nos empeñamos en "ser".
La obra, que se suponía empezaba el mes que viene, en marcha.
Vuelvo el martes, me voy el viernes.
Hay momentos en que la confianza abruma. Confío en ti. ¿Sabes que confío en ti?
Tengo toda mi confianza depositada en ti. Confío en tu consejo, en tu opinión, en tu criterio, en lo que dices, en lo que piensas.
Y mientras, tu, duermes poco y vas en pijama por los pasillos del hotel a buscar un café.
Te miras al espejo. Una ducha. Este cepillo de dientes, lo tengo que cambiar.
Que bien huele esta colonia, y alguien dentro de ti repite:
"Confío en ti".
Y me he vuelto a golpear con la lampara asesina. ¡Joder!
Animo y suerte.
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