miércoles, 6 de julio de 2022

Actuar es reaccionar



Tal vez había sido el calor. Hacía un poco habitual bochorno con más humedad de la normal.
Por un momento, mientras notaba como las gotas de sudor empapaban su impecable polo, se sintió en un extraño circo de los horrores.
Primero le vino a la memoria aquella película de 1960, donde un cirujano plástico purga sus errores profesionales haciendo experimentos con las artistas de un circo en ruinas.
Después, tras un sorbo de cerveza, pensó en la pobreza del teatro de Grotowski.
Los actores utilizaban sus cuerpos como la única herramienta estética.
Aquel hombre que, con una voz excesiva, hablaba a sus acompañantes del fin de semana que la visita de familiares y amigos había destrozado, se levantó, mostrando un cuerpo inmenso y desproporcionado para el tamaño de su rasurada cabeza.
Tras él, paró un vehículo del que descendieron varias mujeres que hacían de su obesidad mórbida, carta y pancarta de presentación.
Aquel otro hombre, seguramente, viendo las noticias en su móvil totalmente inmóvil como si esa acción lo hubiera le hubiera convertido en estatua de sal huyendo de una Sodoma desconocida.
El camarero, demasiado delgado, con tez cetrina y desaliñado. Daba la sensación de ser el único personaje que se sabía su papel. Iba y venía de una mesa a otra, comprobando que la acción se desarrollaba dentro de un pobre guion, lleno de horror.
Al lado, una pareja pedía un plato tras otro, mientras ella, dejaba que su pequeño humano se alimentara de su interior.
Raciones, tapas, platos combinados, llenaban la mesa entre ruidos de succión y de cubiertos sobre platos.
Una camarera, alta, muy alta. Todo piernas, hasta llegar a una cintura y un tronco mínimo.
Otra, mínima. Como si una tribu de jíbaros se hubieran distribuido para hacerla en miniatura.
Varios jóvenes sudorosos, recién llegados de destrozar el latido de su corazón, pedían hamburguesas diseñadas para dinosaurios, entre miradas caníbales.
Las moscas rondaban la copa.
En otra de las mesas, se apretaban varias personas como si el frío les hubiera empujado a ello.
Otro sorbo. Miró hacia las colinas. Creyó ver una marabunta de cuerpos descendiendo en alocada carrera.
Aquella furgoneta dio otra vuelta en el parking y se detuvo de nuevo en la puerta del bar. Abrió las puertas traseras y el conductor descendió. Desapareció unos minutos. El motor, al ralentí, parecía llenarlo todo. Nadie bajó ni subió del vehículo. Igual que había llegado, se fue.
En la mesa de la esquina, una mujer con cara de espanto, miraba a su alrededor. ¿Y si era una visión que solo ellos contemplaban?
Cuerpos y voces. Sonidos, atronadores, pero solo dentro de su cabeza.
¿Seguirá encendida esa maldita luz de la habitación?
- Si, otra cerveza.
Solo cuerpos y sonidos. Difusos, desproporcionados, grotescos, empujando a la crueldad.
Sudaba y, a la vez, sentía frío.
Necesitaba apagar la luz, llenarse de silencio.
“Actuar es reaccionar”
Desnudo, defendiendo su propia identidad.
¿Atreverse?
Animo y suerte.
*Imagen: El príncipe constante. Calderón de la Barca. Teatro Laboratorio de Grotowski.

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