jueves, 20 de octubre de 2022

Buda, no existe



Un día, denso. Denso y oscuro.
Parte de la culpa la tiene el coche de alquiler que, aun siendo automático, ha colaborado poco en recorrer carreteras que no conozco, con más oscuridad de la que mis ojos, cansados, pueden sobrellevar.
Una cena, escueta, pero deliciosa. Una ruidosa mujer hablando de su experiencia laboral durante la pandemia. Lamentable, ella y su experiencia. Su voz demasiado alta, intentaba superar mis pensamientos.
Un caballero, que a la vez que rellenaba una hoja de calculo en un mínimo dispositivo, hablaba con su hija, con su familia, en una videoconferencia con pantalla A3.
Seguía viendo las rotondas, con muy poca luz, que me llevaban a salidas ignorantes.
Incluso en algún momento pensé que vería aquel letrero de Dante, en el canto tercero de la Divina comedia:
¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!
Mientras, pido otra copa de vino y, para alegrarme, pienso en los Reyes Magos. Ya ves, yo soy así.
Esos, los que no existen.
Preparo una infusión y doy las buenas noches en recepción.
Me encomiendo a los dioses.
Hubo un tiempo en que pensé que, Buda, ese personaje que ha transcendido al deseo, al ansia, a la aversión y a la confusión; horondo, y que sus pechos reposan sobre su tensa barriga, podía ser un Dios.
Error, grave error. Solo vive en la oscuridad.
Me encomiendo a los Olímpicos, Hera, Hermes, Panteón, Zeus... Los doce.
Dioses romanos, egipcios, vikingos, indios y asiáticos.
Mañana será un día luminoso. Seguramente, como hoy, la humedad será alta.
Dioses, cuidad de mí, en la oscuridad.
A Buda lo pongo con los Reyes Magos.
Animo y suerte.

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