En aquella película de 1971, su protagonista, Alex DeLarge (Malcolm McDowell), un delincuente juvenil que disfrutaba de escuchar música clásica (en especial a Beethoven), el sexo, las drogas y la «ultraviolencia», acepta someterse a una terapia para salir de la cárcel.
La técnica o 𝐦𝐞́𝐭𝐨𝐝𝐨 𝐋𝐮𝐝𝐨𝐯𝐢𝐜𝐨 es una terapia (ficticia) de aversión asistida por drogas para "curar" la violencia en los seres humanos.
La violencia.
¿Y la maldad?
Pero no llegamos a tenerlo del todo claro. No es fácil condenar directamente.
Hay circunstancias agravantes como ejecutar el hecho con alevosía. Utilizar disfraz, ejercer abuso de superioridad y aprovechar las circunstancias de tiempo y lugar o auxilio, para debilitar la defensa del ofendido o facilitar la impunidad del actor.
Actuar por precio, promesa o recompensa. Cometer el delito por motivos racistas, antisemitas o discriminatorios. Actuar con ensañamiento.
Obrar con abuso de confianza o prevalerse del carácter público del culpable y claro, la reincidencia.
La anomalía psíquica, la intoxicación plena de alcohol o drogas, el síndrome de abstinencia, la alteración de la percepción, la legítima defensa, el estado de necesidad, el miedo insuperable o el cumplimiento del deber, son eximentes de responsabilidad criminal a las que hay que añadir las posibles circunstancias atenuantes.
Escuchaba ayer a alguien que considero persona cabal y con criterio decir que se sentía:
𝘈𝘣𝘢𝘵𝘪𝘥𝘰, 𝘱𝘳𝘦𝘰𝘤𝘶𝘱𝘢𝘥𝘰 𝘺 𝘤𝘢𝘣𝘳𝘦𝘢𝘥𝘰.
Llevo días sintiéndome así.
¿Cómo luchar contra la maldad, del que miente, del que engaña?
La anomalía psíquica, la alteración de la percepción, el miedo insuperable o el afán de salvar el culo. ¿Será un virus desconocido?
¿Cómo proteger a la víctima de toda esa maldad?
Regreso a 𝑳𝒂 𝑵𝒂𝒓𝒂𝒏𝒋𝒂 𝒎𝒆𝒄𝒂́𝒏𝒊𝒄𝒂 y escucho de fondo la música de aquel surrealista final, el último movimiento de la Novena sinfonía de Beethoven.
¡Vamos a vencer!, a los malos, algún día. Es cuestión de tiempo.
Ánimo y suerte.
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