Viernes.
Llueve.
No puedo evitar rozar la melancolía en días así.
Por mi forma de ser, o por mis biorritmos (viejuno total), no duermo demasiado y me es del todo imposible permanecer en la cama despierto.
Miro por los ventanales de la terraza.
Al fondo, se divisa el amanecer. A la izquierda, rojizo.
Más cerca, la M-40 y los tejados de las viviendas cercanas.
Arriba, cielo azul. Tormentoso.
Por un momento, es como si la imagen se invirtiera y el cielo
se convirtiera en un mar. Una playa con pequeñas luces, bajo una extraña montaña.
Sobrecogido, suena de fondo...
Bajo el palio de la luz crepuscular
cuando el cielo va perdiendo su color
quedo a solas con las olas espumosas
que me mandan su frescor.
Ni un lejano barquichuelo que mirar
ni una blanca gaviota sobre el mar
yo tan sólo recordando
la aventura que se fue
la aventura que en tus brazos
amorosos yo encontré
bajo el palio sonrosado de la luz crepuscular.
Mirando al mar soñé
que estabas junto a mí
mirando al mar sólo sé que sentí
que acordándome de ti lloré y lloré.
La dicha que perdí
yo sé que ha de tornar
y sé que ha de volver a mí
cuando yo esté mirando al mar.
Animo y suerte.
*Gracias Gon Hierro
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