Ha salido el día gris.
Habrá que estirar las piernas antes de que la lluvia aparezca.
Mi mesa sigue siendo un desastre.
Tal vez dedique el día a organizar la ropa. El año pasado fue un sin dios. No llegue a guardar la de invierno, pero hubo que sacar de verano, a veces.
Ayer, encontré unos pantalones aún con etiqueta.
Miro como se mueven las hojas del arce en la terraza y vuelven las imágenes de ayer. Colores que me hacían salir de la carretera.
El azul del cielo, los verdes de los "carballos" castaños y pinos, y el amarillo de las flores de retamas y acacias.
Un cruceiro, en una rotonda, justo a la entrada del cementerio. Castelao decía que un cruceiro es "un perdón del cielo".
Contesto un mensaje de un buen amigo y reconozco que en muchas ocasiones, me puede el corazón, y me dejo.
Hablamos de despedidas, de aprendizaje.
Recuerdo a Karmele Jaio:
𝐴𝘩𝑜𝑟𝑎 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑠𝑜𝑙𝑜𝑠.
𝐴𝘩𝑜𝑟𝑎 𝑡𝑒𝑛𝑒𝑚𝑜𝑠 𝑚𝑢𝑒𝑟𝑡𝑜𝑠
𝑦 𝑦𝑎 𝑠𝑎𝑏𝑒𝑚𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒́ 𝘩𝑎𝑦 𝑞𝑢𝑒 𝘩𝑎𝑐𝑒𝑟.
𝐸𝑛𝑡𝑜𝑛𝑐𝑒𝑠
𝑛𝑜 𝑠𝑎𝑏𝑖́𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑎𝑛𝑑𝑎𝑟 𝑒𝑛 𝑏𝑖𝑐𝑖𝑐𝑙𝑒𝑡𝑎.
𝐴𝘩𝑜𝑟𝑎 𝑡𝑎𝑚𝑝𝑜𝑐𝑜.
No, no es un día triste. Es un día de corazón, para dejar que el corazón hable y mande.
¡Vámonos a la calle!
Si, amigo. La vida sigue, ahora ya sabemos qué hay que hacer.
Animo y suerte.
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