De un tiempo a esta parte, he dejado un poco de lado mi "otra" terapia.
Sea por agenda demasiado cargada y falta de tiempo o simplemente porque muchos de mis accesorios, cazuelas, sartenes, moldes, bandejas, etc... estaban esperando a una parada en el camino, para volver a la vida desde las cajas en las que descansaban; no cocino demasiado.
Me lo noto. Lo necesito. No grandes recetas. Solo, cocinar como "antes".
Que la idea se genere. Salir a comprar ingredientes y conforme la cesta se llena, ir cambiado la visión.
¿Y si le pongo tomate?
Podría hacer sandía con vermut. ¿O pongo el melón con curry?
Podría hacer pasta, o un pescado en caldo corto.
Cosas simples, con sabor, que me hagan volver a sentir que el acto de crear o reproducir una receta, se acompañe de ese tiempo en el mercado. De pensar en las personas para las que quiero cocinar, del sitio donde nos reuniremos, el vino, el postre, el pan. Olores, sabores que compongan ese poema de amor, de cariño hacia el acto, hacia las personas con las que lo compartes.
Tengo algunos cientos de libros de recetas, pero están aumentando aquellos en los que la receta se rodea de anécdotas, de historia, de algo más que ingredientes y técnicas.
Hoy, Laurie Colwin, me ha llegado a la "patata".
Hace años, cuando publicaba algunas recetas, las acompañaba de una canción o de una historia donde los ingredientes eran los personajes y las técnicas, la forma de relacionarse entre ellos.
Un huevo se estrellaba en el fondo de un cuenco y recibía con una sonrisa al pellizco de sal, al perejil y el ajo picado y formaban un torbellino al que podría ponérsele música de feria o de autos de choque.
Un salmorejo, o un gazpacho, acariciaba a un espárrago abrigado con una loncha de jamón.
Melocotones, peras, manzanas, todas las frutas que andaban aburridas en la nevera, reciben alborozadas quitarse su piel y troceadas, se bañan sin preocupación en una piscina de zumo de naranja, pieles de limón, cardamomo y Marsala.
Sube la algarabía, mientras un pan de centeno, en el horno, llena de aromas la casa y se escapa hasta la mesa instalada entre los árboles del jardín.
Suena Sole Giménez en aquella canción :
𝐴𝑙𝑔𝑢𝑛𝑜𝑠 𝑑𝑖𝑐𝑒𝑛 "𝑀𝑖𝑒𝑛𝑡𝑟𝑎𝑠 𝑑𝑢𝑒𝑟𝑚𝑒𝑠
𝑅𝑜𝑏𝑎𝑛 𝑜𝑗𝑜𝑠 𝑙𝑜𝑠 𝑏𝑎𝑛𝑑𝑖𝑑𝑜𝑠
𝐿𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑜𝑑𝑖𝑎𝑏𝑎 𝑑𝑒 𝑚𝑖𝑠 𝘩𝑒́𝑟𝑜𝑒𝑠
𝑌𝑜 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖𝑒́𝑛 𝑚𝑒 𝘩𝑒 𝑐𝑜𝑛𝑣𝑒𝑟𝑡𝑖𝑑𝑜
𝑌 𝑎𝑙𝑔𝑢𝑖𝑒𝑛 𝑙𝑙𝑜𝑟𝑎 𝑒𝑛 𝑚𝑖 𝑟𝑒𝑓𝑙𝑒𝑗𝑜
𝑈𝑛 𝑖𝑛𝑡𝑟𝑢𝑠𝑜 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑗𝑜
𝐴𝑙𝑔𝑢́𝑛 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑜𝑛𝑜𝑐𝑖𝑑𝑜
𝐴𝘩, 𝑎𝘩, 𝑎𝘩
¿𝐸𝑛 𝑞𝑢𝑒́ 𝑡𝑒 𝘩𝑎𝑠 𝑐𝑜𝑛𝑣𝑒𝑟𝑡𝑖𝑑𝑜?
𝐷𝑖𝑚𝑒, 𝑐𝑢𝑎́𝑛𝑡𝑜 𝘩𝑒𝑚𝑜𝑠 𝑐𝑎𝑚𝑏𝑖𝑎𝑑𝑜
𝐷𝑖𝑚𝑒, 𝑐𝑢𝑎́𝑛𝑡𝑜 𝘩𝑒𝑚𝑜𝑠 𝑐𝑎𝑚𝑏𝑖𝑎𝑑𝑜
𝐿𝑎 𝑟𝑎 𝑟𝑎 𝑟𝑎 𝑟𝑎
No, no hemos cambiado tanto, por dentro.
Animo y suerte.
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