Durante muchos años practique la bicicleta de carretera. Lo que hace 50 años se llamaba "bici de carreras".
Pesaba lo que no está en los escritos, dos platos y cinco piñones; léase, diez velocidades.
Más que hacer deporte, era un medio de transporte para ir a almorzar con los amigos a los bares de Arguis o del Puerto Monrepós; alguna vez llegamos a Zaragoza y volvimos. Gestas que rozaban el olimpismo.
Amaneceres en los que con una mochila a la espalda, salíamos a buscar caracoles para venderlos en alguna tienda del barrio o para hacerlos en guiso para alguna merendola.
Más tarde, fue el balonmano. No he tenido nunca destreza con los pies, ni me ha gustado el futbol. No tenía estatura para el baloncesto, pero encajaba como alero derecho, incluso en mis entradas fintando en el aire ante el portero. Pero donde más encajaba era en las juergas que nos corríamos con todo el equipo, incluso el día de antes del partido.
O sea, desastre total.
Después, ya entradito en años, llegó el pádel. Sudar, sudar, correr y sobre todo, los gin-tonics de después del partido.
Unas hernias de disco, me obligaron a quedarme solo con los gin-tonics y dejar de sudar detrás de una pelota amarilla que golpeaba en todas partes y cada vez era más difícil de devolver.
Llego el golf. Interesante. En aquella época (igual que en todas las anteriores) fumaba. Fumaba, mucho.
Podía llevar un cigarrillo en la mano, otro descansando en el cenicero, otro en la boca y coger otro si me lo ofrecían.
Podía jugar al golf y fumar. Maravilla.
Deporte que conllevaba mucho tiempo, tanto para practicarlo como para mejorar.
Aprendí que el "hándicap" de un jugador era directamente proporcional a la cantidad de horas semanales de trabajo.
Si trabajabas 40 horas, tu "hándicap" nunca sería inferior a 36.
Si conseguías bajar de horas trabajadas, tu "valoración" descendía. Jugabas mejor.
Es decir, muchas horas de práctica y aunque pueda parecer un deporte sencillo y tontorrón, os aseguro que no lo es.
Quiero retomarlo, veremos cuando.
Tengo un juego de palos que compré de segunda mano (no son baratos) pero para mi nivel, me sobra.
Esto me lo enseño una vendedora en una tienda de deportes.
Le pregunté por un juego de palos, en acero, de una marca tipo Chanel o Louis Vuitton, pero en golf.
Ella, con cara amable, casi maternal, ante mi dudas me dijo:
- Caballero, lo que realmente importa es el indio, no el arco o la flecha.
Y pienso, en otra gran frase:
- ¿Sabe usted lo que come un rodaballo?. Lo que le cabe en la boca.
Pues eso.
Animo y suerte.
*Rodaballo al cava. Sabor en cristal
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