Me he levantado tarde. Tarde, para lo que es habitual en mi.
Isi, se ha puesto muy pesada. Su ansiedad por perseguir palomas inalcanzables (a veces) me ha hecho abrir el ojo y abrirle la puerta para que saliera a "cazar".
Un café.
Leo las noticias y Pepe Domingo Castaño, ha fallecido.
Mi cabeza se va a mi más tierna infancia. Veo a mi padre, recién lavado, a la vuelta del trabajo y oliendo a Varon Dandy, escuchar un partido de futbol en la radio de galena en un rincón de la habitación.
Me hace un gesto para que me acerque y me coloca los cascos. Real o inventado, escucho la voz de Matías Prat, narrando el gol de Marcelino en el Bernabéu en 1964, en el partido de España contra la URSS de la Copa de Europa de Naciones.
Quien me iba a decir a mi, que aquel cabezazo de Marcelino por el primer palo me vendría a la memoria hoy.
- Yo, de mayor, quiero ser ...
No, no lo recuerdo.
Puede que, un día, vaquero, indio, bombero, médico o cura, como mi tío Jesús (el mosén de la Vespa).
Y mañana, otra vuelta al sol.
Que lejos y que cerca, queda todo. Momentos que puedo recordar con una claridad meridiana (o eso creo) y otros rodeados de nebulosas.
La cocina económica, la primera nevera, la mantequilla de colores, el día de Reyes, la abuela Santiaga.
Los ceniceros de Cinzano y la puntería que tenía la abuela para lanzarlos.
La escoba de caña, la mesa del comedor con brasero, los vecinos subiendo con sillas para ver el Cesta y puntos, o Un millón para el mejor.
Escondidos bajo las faldas de la mesa camilla, subiendo y bajando la tela para evitar los sustos de Historias para no dormir.
Rosa Mari, mi primer amor. Alberto, el matón del patio. Santi, mi primer encuentro con la muerte. Alfredo, fue el segundo.
La tienda de ultramarinos, la pescadería, el bar de la esquina, enfrente de la iglesia. El quiosco, el jardín de delante de casa.
Los arañazos, la caídas, los pantalones rotos.
Una pronunciada bajada de tierra. Una bici. La del vecino, por dentro del marco. Eran de barra y no llegaba a los pedales.
Los veranos yendo al río y pringado de Nivea hasta las cejas.
La moto de mi padre, que mi hermano le "robaba" en cuanto podía.
El olor a Ideales del coche. Sauras, el chofer. ¡Que gran tipo!
La radio, a pilas, colgada en el retrovisor. Los asientos del "2 caballos"; el ruido a hojalata de sus puertas.
Mi caballo de cartón.
Otro café.
Mastico una manzana mirando por la ventana. Que lejos, que cerca.
Mañana, un día más, un día menos.
Animo y suerte.
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