miércoles, 18 de octubre de 2023

Herir



Un bombardeo en un hospital.
Fueron estos, dicen unos. Fueron aquellos, dicen los otros.
Quinientos muertos, no hablan. Guardan silencio entre cascotes, polvo y cristales rotos.
Es fácil posicionarse. A la derecha, a la izquierda. A favor de unos, en contra de otros.
Es fácil destruir. Más difícil construir, sobre todo cuando los escombros, los muertos, generan montañas tan altas.
Veo las imágenes que se publican. Me llaman especialmente la atención, las miradas de los niños. Incrédulos, asustados, con sus caras manchadas de sangre y polvo. Con esos churretones que las lágrimas han dejado sobre su piel, como si la vejez hubiera llegado de sopetón y decenas de años hubieran caído sobre ellos.
El café me ha salido demasiado fuerte. Hay una cafetera, pequeña, de esas italianas. He puesto unas cucharadas de café y me he quedado absorto mientras gorgoteaba y el olor de este líquido oscuro llenaba el apartamento.
Por el ventanal se ven algunas luces y, al fondo, el mar.
He salido a la terraza. Silencio. Los pocos coches que circulan, parece que lo hicieran de puntillas para no despertar a los muertos, a los niños con cara de viejos. Van despacio, para no derrapar sobre tanta sangre y tanta vergüenza.
Las fotografías, difuminadas, llevan el símbolo de "esta imagen puede herir su sensibilidad". Otras, muestran los rostros pixelados para proteger la identidad, que no la vida, de esas criaturas.
Mientras, los niños miran al vacío. Ya no juegan, ya no corren ni ríen. El ruido de las bombas ha generado el silencio lleno de lágrimas.
Hoy es un nuevo día de luto, no por los muertos que yacen amontonados, sino por una sociedad polarizada que pixela, que difumina porque estos hechos, pueden herir su sensibilidad. Herir. ¿Herir a una sociedad, muerta?
No es buen día, no lo es.
Animo y suerte.

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