martes, 18 de febrero de 2025

Teatro, puro teatro

 

Veo las imágenes de la reunión de Marco y Serguéi.
Me da la sensación de que Serguéi es el dueño de la casa y Marco tiene que hacer un esfuerzo para que no se le note el síndrome del impostor.
La mano izquierda sobre la mesa, con el puño derecho sobre ella, para evitar que se vaya de ahí. Como aquellas fotos que hace más de 50 años nos hacían en el colegio. Como que escribías, como que el decorado te gustaba, como que tu corte de pelo de paje o de cazuela lo habías elegido tu. Como que, todo aquello, no era un decorado que una empresa de Valencia montaba y le cobraban a tus padres 60 pesetas por inmortalizar a su criatura.
Y esa criatura, Marco, piensa en sus padres, en lo orgullosos que estarán de que su hijo sea el cuarto en la sucesión a la presidencia de un país que los acogió como inmigrantes en 1956. Que lejos queda eso. Está olvidado.
El lenguaje no verbal.
La postura corporal, la expresión facial, las miradas, el contacto visual, las manos, los gestos, la distribución del espacio.
Serguéi, en posición de incorporarse para ofrecer asientos y pedir al mayordomo un refrigerio para sus invitados. El boss, el que controla. Veinte años en la diplomacia, o mejor, haciendo funcionariado. Aunque muchos dicen que no es amigüito intimo de Vladímir, el actúa. Sabe moverse en el escenario.
Chaqueta abierta, relajado. Mirando a su alrededor y viendo un escenario en el que ha actuado mil veces.
Marco, tal vez, esta más preocupado de esa información que está transmitiendo. Contención, casi como un intento de sujetarse a sí mismo. Autocontrol, pero también tensión o inseguridad. Como si estuviera evitando que su propia gestualidad lo traicione, quizás está dentro de un escenario que le queda grande o que no puede modificar a su antojo. Está lidiando con su propio papel en la escena. Como si estuviera intentando encajar en un guion que no ha escrito él.
Serguéi, no necesita demostrar autoridad, la tiene.
Las luces de la sala se apagan. El telón se levanta. Teatro, puro teatro.
Animo y suerte.
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