Viernes.
Corrió los toldos para que el sol no molestara y dejó que la vista vagara de un lado a otro del paisaje.
Unos chalets de los que, desde su sillón, solo veía parte del tejado y alguna antena.
Detrás un grupo de árboles, y poco más allá la autovía.,
Al otro lado, un secarral con algún arbusto que llegaba hasta otra carretera, casi uniéndose con la línea del horizonte.
Desde que salió de la ducha y preparó el café, había pasado más de una hora.
Tenía mejor visión de los vehículos que circulaban de derecha a izquierda. Los otros carriles se ocultaban parcialmente con las copas de los árboles.
Puso los pies en alto, sobre otro de los sillones, y respiró profundamente.
Un sorbo de café y las nubes como objetivo. Pocas, muy pocas. Difusas y separadas. Hoy hará calor, pensó.
Que juegos sucios nos hace la mente cuando la liberas.
Un autobús rojo, otro verde. Un camión y varias furgonetas parecen un solo vehículo de lo cerca que circulan.
Tenía esa edad en la que queda menos por delante que por detrás. Esa edad, en la que dar un paso debe merecer la pena. Esa edad en la que la experiencia, a veces, te empuja o te saca una sonrisa.
¿Qué vida habrá llevado Julia? ¿Y Eduardo?
En la antena de la izquierda, en lo más alto, Mirlo saluda y toma el sol. ¡Vaya!. ¡Un camión hormigonera!.
Ni tan siquiera se planteó moverse. El café se había enfriado.
Con la vista perdida, se fué lejos. Ni tan siquiera le preocupó donde. Pasaría allí el día.
Que juegos sucios nos hace la mente cuando la liberas.
¿Otro café?
Animo y suerte.
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#AcuerdatedeVIVIR
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