Domingo.
Si, un mes de silencio.
Enfermé de odio. Me odiaba, te odiaba, les odiaba.
Perdí mi yo. No, no soy así. Y lo peor es que no tenía ganas de buscarme. Llegué a pensar que era mi "nueva normalidad".
Ya se sabe, cuando uno enferma, ha de buscar remedio.
¿Ya estoy curado?, Sinceramente, no lo sé. Puede ser que en cualquier momento tenga un rebrote, o que aparezca otra enfermedad; simplemente he normalizado mi malestar o he dejado de dar importancia a las personas y situaciones que no la merecen.
No dejar que la incertidumbre, te paralice. Hacer planes. Guardar silencio. Mirar al cielo o a las puntas de los dedos de los pies.
Buscar sitios en los que te gustaría vivir. Aprender otro idioma.
Hacer esas pequeñas cosas que acallan el rugido interior.
Ayer, me fuí a ver amanecer a los campos de lavanda de Brihuega. Hoy, he saludado al sol en el Parque del King emérito.
Casi 15.500 pasos, más de 11 km. Ese arrebol maravilloso en la línea del horizonte. Solo un color.
Un café, una ducha prolongada y un golpe de agua de colonia de Alvarez Gómez.
Unas bermudas blancas y un polo gris. Abrir ventanas, correr toldos. Un café más.
Tengo trabajo para buena parte de la mañana.
Una ensalada de judía verde (de las francesas), zanahoria, cebolleta y langostinos. Y de segundo, ventresca.
Entre sudor y baba por la comisura de la boca le haré sangre al sofá, un rato. Trabajo, un ratito más y el curso de portugués.
Puede ser que asuma riesgos y salga a cenar cerca de casa.
«La pandemia es una crisis de salud que ocurre una vez en un siglo, cuyos efectos se sentirán en las próximas décadas»
Eso dijo el otro día el Director General de la OMS.
Unos días más de silencio me sentaran bien.
Animo y suerte.
#yocontigo #100cafesconunputovirus #uncafealamanecer
#lavidaenunataza
#AcuerdatedeVIVIR
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