Hoy, más de una hora mirando la línea rojiza del horizonte. Allá, arriba, la luna sigue peleando por quedarse, mientras el sol, sin contemplaciones, explosiona.
Ayer, el espliego estaba precioso. Más que el año pasado.
Fui varias veces, incluso salí de casa antes del amanecer para disfrutarlo allí.
Su olor lo llenaba todo y el murmullo de los insectos arrullaba el paseo.
Hacía calor, pero corría algo de aire.
Mucha gente, normal en esta época, paseando por los campos.
Algunos con ropa blanca. Hay que pensar en las fotos.
Las matas estaban más verdes, de un color más intenso.
Rozar con los dedos las flores para después llevarlos a la nariz e inspirar.
El año pasado era finales de julio, primeros de agosto. Los girasoles ya habían florecido.
Tal vez, al borde de los campos, unas tumbonas para quedarte ahí, así, sin más.
Bajar el sombreo hacia la cara para evitar el sol. Imaginar los verdes, los violetas, los amarillos. Volver a mirar y llenarte de asombro.
Que sencillo, que fácil salvar un día.
Animo y suerte.
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