sábado, 21 de agosto de 2021

𝗦𝗮𝗻𝘁𝗮 𝗣𝗮𝗰𝗶𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 (𝗜𝗜)


𝗦𝗮𝗻𝘁𝗮 𝗣𝗮𝗰𝗶𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 (𝗜𝗜)

Aquel día había órdenes estrictas ya desde primera hora de la mañana.
Teníamos visita. Un señor que trabajaba habitualmente con mi padre, vendría a resolver un problema que había con un enchufe o algo así. Era un tema de luz. De esos que con mi edad, era algo que rozaba la magia y que además le daba a aquel señor un tinte de Jabato o de Capitán Trueno. "Iba a tocar la luz".
Pero nada que ver con las órdenes recibidas.
- Ni se os ocurra estar encima del Sr. Castón, y muchísimo menos quedaros mirando sus orejas.
Mi madre fue clara. La amenaza de la zapatilla estaba ahí.
Yo no entendía absolutamente nada, pero acrecentó mi interés por la luz, por el Sr. Castón y por sus orejas.
Mi abuela, desde su sillón de mimbre, mejoró la orden mirando a mi hermano y moviendo amenazadoramente aquel cenicero de Zinzano que lanzaba con tanta puntería. Él, mi hermano, nunca entendió ni bien ni mal, eso de las órdenes.
Cuando el Sr. Castón llegó nos saludó muy cariñosamente.
Yo no sabía donde mirar, mi cabeza repetía:
¡No le mires las orejas! ¡No se las mires!
Acabé pareciendo poco amable, porque el único recurso fue mirarme la puntera de mis alpargatas.
Mi hermano, en cambio, se quedó obnubilado mirando aquellas orejas, boca abierta y giro alternativo de cabeza para ver aquellos pabellones auditivos sin perder un detalle.
El amable señor, no se fijó demasiado en el descaro de mi hermano y si lo hizo, seguramente estaría acostumbrado.
Mientras estaba agachado revisando el enchufe enfermo, pude ver aquellas orejas a cierta distancia, sin miedo a zapatillas o ceniceros voladores.
Eran unas orejas mordisqueadas, carcomidas en su borde. Tremenda visión, que acrecentó mi curiosidad, pero no me moví un milímetro.
¿Quién no pudo soportarlo? Adivina.
Mi hermano, se fue acercando para poder ver mejor aquel prodigio. Más cerca, más cerca, más cerca.
Desde la puerta, mi madre, mientras él casi llegaba a mirar dentro del conducto auditivo, repetía insistentemente:
- ¡Ven aquí!, ¡ven aquí!, ¡ven aquí!.
Hasta que llegó lo inevitable.
- Sr. Castón, ¿Por qué tiene las orejas así?
La hija del Sr. Castón, se sentaba conmigo en la acera a tomar el sol y a estudiar. Me dejaba sus libros para entretenerme. Tenía unas piernas larguísimas y estudiaba psicología. Yo, la estudiaba a ella. Sus orejas eran preciosas.
(Continuará)
𝗔𝗴𝗼𝘀𝘁𝗼 𝟮𝟬𝟮𝟭

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