𝐏𝐚𝐧𝐞𝐭 𝐡𝐞𝐥𝐚𝐝𝐨
Día aciago, ayer.
Ya ,el sábado, la bajada de temperaturas y la lluvia con vendaval, parecía que me preparaban.
Lo empecé con algún "tropezón" que no viene al caso, pero que me dejó dolorido ,en los huesos y en el orgullo, todo el día.
La comida, relajante y rica. El vino, que me estoy acabando ahora, muy bueno.
Tenía necesidad de descanso, sea por el "tropezón" físico, sea por el mental. Siesta. Un poco de trabajo y casi llegamos tarde a la cena.
Segundo "tropezón". La reserva, confirmada no aparecía.
Búsqueda a ultima hora de un sitio donde echar algo al cuerpo.
Poca gente en la terraza. Claro, todos pensamos lo mismo:
"Si hay poca gente, será por algo".
Intentando gestionar las expectativas, me dirigí a unas de las chicas que parecían atender el local.
- ¿Podemos sentarnos a picar y tomar algo?
Ni tan siquiera dije "cenar", que era lo que realmente queríamos.
Ella, tras su mascarilla, con un cierto tono de inseguridad:
- Si, si, claro. ¿Cuántos son?
¡Boommmm!
- Nueve, somos nueve y un perro (Odín. Isi, se quedó en casa)
Yo creo que se le encogieron todos los esfínteres. Llámame malo, pero es lo que me pareció.
Problemas para tomar la comanda. Problemas para elegir una ensalada. No tenían los ingredientes de dos de ellas, había tres en la carta.
No había chipirones, pero la señorita, no sabía lo disponible y lo inexistente.
Varias idas y venidas. Agotamiento.
Las bebidas. Un rato para conseguir que tres cañas (una de ellas pequeña), dos con limonada, un agua y una bebida con sabor a té, llegaran a la mesa.
Pescaditos, patatas bravas, croquetas de jamón, fue lo que al final apareció entre vítores y ruidos de tripas anhelantes.
Los pescaditos resultaron ser sardinas pequeñas, a las que ,curiosamente, les habían "cortado" la cola y no vaciaron de vísceras. Bueno, se podían comer.
Bromas e ironía con las consultas a la camarera, para que nos contara como eran las "colas de gamba" ofrecidas en carta.
Conclusión:
- Pues son colas. De gamba. Con una salsa especial.
- ¡Ah!. Pues no.
Poco después, al llegar las patatas (de todo menos "bravas") y las croquetas (ricas de sabor), entendimos lo de la salsa "especial".
La misma que llevaban las patatas, acompañó a las croquetas. Seguro que también hubiera acompañado a las colas de gamba.
Decidimos irnos a por un helado. Apuesta segura. Conocíamos el producto y a la "heladera".
El lugar de la cena, en sus tiempos, era uno de los buenos y divertidos. La pandemia, la crisis, y tal vez los propietarios con escasa preocupación de su servicio hacen que no diga ni su nombre.
No es lo normal aquí.
Se suele comer, cenar y tapear de forma muy razonable.
Tal vez ayer no fue el día.
Pero...
Los helados, al borde de las 23:00 (hora de cierre) servidos con un cariño muy especial, me hicieron agradecer el día completo.
Y no, juro que no es amor de padre. Pero la quiero mucho.
Letras con sudores, si.
𝑨𝒈𝒐𝒔𝒕𝒐, 𝟐𝟎𝟐𝟏
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