miércoles, 25 de agosto de 2021

Santa Paciencia (IV)



𝗦𝗮𝗻𝘁𝗮 𝗣𝗮𝗰𝗶𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 (𝗜𝗩)

Se llamaba Rosamari. Era la niña más guapa de todo el patio de recreo. Llevaba el pelo recogido en un moñito que más parecía un amasijo de cabellos rubios rozando el desastre que un peinado real.
Yo la observaba corretear de un lado a otro. Ahora estaba en este grupo, ahora en aquel. Salía corriendo y mantenía la carrera hasta que, a trompicones, se detenía exhausta.
Se subía a un banco y organizaba su nube de amigas para un juego, o para cantar una canción. Reía, gritaba, hablaba sin parar.
Sonaba el timbre. Ella intentaba arreglar su pelo desastrado mientras se colocaba en la fila. Yo, unos cuantos sitios más atrás, miraba embobado aquellos cabellos que, rebeldes, escapaban a su control en la nuca y el cuello.
Las aventuras del barón de Münchausen me encantaban. Libraba batallas viajando a lomos de una bala de cañón. Estaba en la luna, o en el infierno. Bailaba en el estómago de una ballena, o salía de una ciénaga tirando de su propia coleta. Era mi héroe después de la siesta, mientras merendaba sentado en el balcón, o en un banco del jardín, enfrente de casa.
Leía, leía incansable todo lo que caía en mis manos. Los libros de psicología de una vecina de piernas larguísimas, tebeos, prospectos de medicamentos, etiquetas de productos de limpieza o como aquel fatídico día, "Los 12 cuentos maravillosos de Fabiola".
Me los leí de un tirón. Si hago memoria, creo que llamarlos "maravillosos" era excesivo. Probablemente fue debido a que su autora, Fabiola Fernanda María de las Victorias Antonia Adelaida de Mora y Aragón, se casó con el rey Balduino de Bélgica. Todo lo Real, entonces, era maravilloso.
Pero en mi lectura pasé por alto las primeras páginas. Hasta que de casualidad, la encontré.
Ella. Era ella. Una de las páginas contenía una reproducción a carboncillo de una niña, con ese moñito, con esos cabellos rebeldes en la nuca. Era ella.
Intenté reproducirla en una hoja de mi cuaderno con resultados desastrosos.
Pasé varios días intentándolo hasta que lo conseguí.
Aquella noche, me soñé con la casaca roja del Barón de Münchausen, en el patio del colegio, entregando a Rosamari mi obra de arte.
(Continuará)
*Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, o no.
𝗔𝗴𝗼𝘀𝘁𝗼 𝟮𝟬𝟮𝟭

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