Mientras una ligera brisa mueve las agujas de los pinos y el sol toma fuerza, releo textos que escribí este mismo día, años atrás. Hace ya 26 años, 9497 días. A László Krasznahorkai dicen que pueden darle el Nobel. El punto es una rareza en sus textos. Frases interminables y densas. En la entrevista que le hacen dice: «No lo odio, pero me niego a que cuando muera se diga que es mi punto final» «Me he paso la vida yéndome de los sitios» Desde aquel día en que tu mano sujeto mi índice por primera vez, prometí estar siempre a tu lado. Por muchos kilómetros de distancia, por muchos días de ausencia, incluso cuando me haya ido, algo de mi seguirá contigo, no habrá punto final. Es el resfriado, me digo. Llevo moqueando y limpiándome las lágrimas hace ya un buen rato. Te veo sentada sobre las piedras, a la orilla del riachuelo. Imagino el sonido del agua y lo confundo con el de la fuente del jardín. A tu lado, en silencio, compartiendo ese, este momento. No, no me iré. Aquí me quedo. Gracias, por todo lo que me das, Mara.
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