Luce un sol magnífico. La temperatura perfecta para hacer una caminata, pero no. Tal vez salga con la bici un rato, más tarde.
Me enfrasco en los fractales del romanesco. Una planta "frustrada", buscando florecer sin conseguirlo. Tallo sobre tallo, genera esa estructura hipnótica que da pena destrozar porque en su memoria existe la necesidad de ser una flor.
Tengo que poner orden en la mesa. Se mezclan un paquete de café molido y el bote de sacarina (de mis viajes), con una caracola, un dinosaurio que me regalaron en mi precumpleaños, libros pendientes de leer, un metro, papeles del banco, notas y más notas que no conseguirán jamás recordarme nada.
Unos libros para enviar. Facturas y papeles que debería archivar desde hace un año. Una vela de olor, una jarrita, la sonda de temperatura del horno. O sea, un sin dios.
Me salta el aviso de un cumpleaños, otro. Escribo mi felicitación aunque ha habido años en que se me pasó y la envié con retraso, intento cumplir con la fecha desde hace ¿más de 20 años? ¿30?.
No lo consigo recordarlo.
Me sumerjo en la búsqueda de lectura. Me paro en Carlos Boyero, me cae bien. Me obliga a mirar la viñeta de El Roto y a repetirme las mismas preguntas que aparecen en ella.
¿Qué ha pasado?
¿Dónde estoy?
¿Qué hago aquí?
Bufff. Demasiado para empezar el día.
Busco a Millás:
"...el mundo hace un ruido raro, como el coche antes de dejarnos tirados".
Joder, Juanjo, ¿no podías escribir algo más "ligerito"?
Venga, vamos a ver a Luz.
Ehmmm, pues tampoco. Carros, piñas, reír por no follar, si.
Creo que me voy a dedicar un rato al Candy Crush y luego, ya si eso, me pongo.
Animo y suerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario