Un café en silencio. Leo. El silencio no se rompe con nada.
Termino un libro. Otro café. Me pongo una sudadera, estoy destemplado.
El móvil está sin batería. Tal vez esta noche de forma inconsciente me he dedicado a enviar mensajes o hubo una conversación en sueños hasta que me desperté.
Me tientan las noticias, aun sabiendo que no habrá nada nuevo y que el lodo constante se mezclará con la vergüenza y la falta de ella.
Personas que duermen en capsulas. Personas sin casa. Personas que se sentían en la inseguridad del desamparo y ahora viven en la confirmación del abandono.
Se levantan las banderas de los derechos en la desesperación.
Demasiadas voces para tan pocos oídos.
Una frase que retumba.
"No se quien soy, pero soy"
Me meto en laberintos, yo solo. Calles cortas, estrechas, que desembocan en un cruce a otras dos o tres, igual de angostas.
Ventanas con rejas y persianas alicantinas. Puertas de madera, de metal con un mínimo bordillo.
Tejadillos minúsculos hacen que el sol haga sombras y si la lluvia aparece, cascadas y cataratas diminutas harán un nuevo techo.
Miro hacia arriba y el cielo me saluda. Alguna nube cruza de lado a lado de la calle diciendo que todo sigue girando, que el tiempo no se ha detenido.
Llego a una gran plaza abierta, al girarme, la callejuela por la que he accedido no está.
¿Seré el Minotauro? ¿Habré escapado del laberinto que Dédalo construyó para esconderme?
No tengo recuerdo de las últimas siete doncellas y siete varones en la flor de la vida que devoré.
Tal vez, soy Teseo. Derroté al Minotauro y siguiendo el hilo de Ariadna, salí del laberinto.
Con sudadera. Sigo destemplado.
"No se quien soy, pero soy"
Animo y suerte.