Llegan esos días.
Esos, donde buscamos fuentes, vasos y platos bonitos. Donde le damos espacio al espumillón, a las luces parpadeantes y convertimos cualquier mirada a través de la ventana en un paisaje nevado con abetos, pinos y puede que hasta algún reno.
Esos días, donde la mesa se quedará pequeña y habrá sillas vacías que nos dolerán por dentro.
Nos guste o no, la Navidad tiene ese poder de la memoria, de la melancolía alegre. Consigue que por unos minutos nos cambie el sentimiento y lleguemos a tararear aquello de "los peces en el río", con lágrimas en los ojos y desentonando.
Recuerdo con cariño a los que ya no están, y siguen siendo.
Espero y deseo que el camino sea amable para todos y que la ignorancia se convierta en empatía.
Hoy, quiero agradecer estar aquí. Me siento satisfecho del camino recorrido, de los que me acompañaron y de los que siguen a mi lado.
Puedo agradecer también los errores cometidos, esperando aprender de ellos.
Agradezco la amistad, la confianza, un abrazo, un saludo, una llamada.
Gracias, por estar ahí.
Animo y suerte.
Pdta.: Isi me dice que nunca hubiera imaginado, hace 5 años cuando vivía en las calles de Bilbao, desearos Feliz Navidad desde un pueblito llamado Miami y con un pijama navideño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario