Veo las publicaciones de personas que me son afines. No estamos bien, no. Se nota la tensión, la mala baba y, en algunos casos, el odio.
No puedo recriminarlos. Ni tan siquiera puedo estar en desacuerdo.
Han conseguido que seamos como "ellos".
Veo las fotografías del penúltimo asesinato de periodistas en Gaza. La vista se nubla y la boca se me llena de polvo.
Eran las 7:15 del viernes, 25 de abril de 1986, salía de un hotel en la calle Alcántara. Noche de fiesta y reencuentro que me llevó a aparcar mi coche en la acera de Príncipe de Vergara y mi exceso de alcohol, junto con mi acompañante, a su hotel.
Debía sacar el coche de donde lo había dejado aparcado antes de que me multaran. A casa, una ducha, varios litros de café y a trabajar.
No había terminado de doblar la esquina cuando una explosión me pego al suelo. Los oidos sordos, el estómago revuelto. Avancé apoyándome en la pared. Muy despacio.
Mi amigo Joaquín, que en aquellas fechas vivía por la zona, estaba sacando fotos.
Cruzamos alguna frase que sonó apagada. Miraba aquel horror y buscaba mi coche, aparcado en la cera opuesta, unos metros más abajo del que llevaba la bomba.
Alguien me dijo que lo retirara de ahí. Conduje directamente a la oficina, me temblaban las piernas.
Al día siguiente, la central nuclear Vladímir Ilich Lenin (Chernóbil) sufrió un accidente,
Un fin de semana de desamparo, de miedo, de soledad.
Sigue habiendo incendios activos ante la pasividad de las autoridades locales.
Donald (el pato no, el otro), saca el ejercito a la calle.
“Mucha gente dice que quizá queremos tener un dictador”
Israel, no diferencio entre población y mandatarios, autores de una masacre. La hambruna del pueblo de Gaza, de la que somos espectadores y cómplices, por extensión.
San Petersburgo despliega miles de cámaras para identificar a los ciudadanos “por razas”.
Ras-Putín “es duro como el infierno”, dijo Donald (el pato no, el otro).
Si echamos la vista atrás, vivimos en un infierno donde los humanos cada vez lo son menos y la naturaleza clama venganza.
Vivir en un infierno. En casa, en la oficina, en la calle.
La vista se nubla y la boca se llena de polvo.
Hemos creado miles de infiernos. Bienvenidos.
Animo y suerte.
Animo y suerte.
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