Quiero dos fregaderas. No muy grandes. Una, cerca de los fuegos. Otra, al otro lado de la encimera. No hay cosa más incordiante que, por algún motivo, te quedes sin fregadera, por una avería.
Los fuegos, serán de fuego, con llama. Ni vitro, ni inducción.
El horno, vapor, a la altura de la encimera. Llegará a los 300º.
¿Dónde meto todas las bandejas? ¿Y los moldes?
Habrá que pensar en una zona de almacenamiento, con mucho fondo. Puertas acristaladas para ver lo que hay dentro y no volverme loco buscando.
La campana. He visto unas que salen de la encimera y de precio no están nada mal.
Hay placas de gas con un extractor de humos en el centro. Pero valen una pasta. Y si no, al techo.
El frigorífico, el congelador. Cazuelas y ollas, sartenes.
La quiero abierta, como la de ahora. Tengo que ver alguna exposición, para asegurarme de la ubicación de luz en el techo. Pero eso será allá.
Y esto no es nada.
Tengo que mirar precios de guardamuebles. ¿Aquí? ¿Allí? ¿Allá?
Los libros. Los de cocina, seguro. ¿Y el resto? ¿Cajas?
Segundo café. Leo. Leo también las noticias.
Busco información sobre la tecnología contacless (lo de pagar acercando la tarjeta). RFID o NFC.
A Blanki se le ha ocurrido que estaría bien incorporar esto a sus uñas (tipo Rosario, pero IoT). Si es que no se puede estar quieta. Pues nada, yo busco. O sea, el internet de las cosas. O mejor, las cosas de internet.
Pasaré la mañana trabajando en remoto. Por la tarde, reunión de trabajo con clientes.
Ir allá a primeros de mes. Un fin de semana largo. Veremos si el #putovirus nos deja.
¿Y el armario chino? Habrá que desmontarlo. Pues anda que no tiene años.
¡Joer!. Y el papeleo. Los recibos, el ambulatorio, las domiciliaciones, altas, cambios. Anotado.
¿Y lo de la bici? Lo tenía en mente, pero no se.
Y no. No salgo de mi zona de confort, Maribel, pero las lío pardas.
Animo y suerte.
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